Evelyn García es docente y tuvo una experiencia digna de contarse en un campeonato de truco solidario, organizado en el club Talleres. EL OTRO dialogó con la joven truquera que, invitada por su padre, fue finalista de un torneo en el que participaron treinta y nueve varones y ella, la única mujer.

Fotos: Seba Heras

Los derechos se ejercen cuando las luchas los posibilitan. En tiempos de visibilización y nuevos ejercicios de derechos, cada gesto cuenta en la batalla de las mujeres contra la hegemonía patriarcal que tanto daño hizo y hace.

Evelyn García tiene 25 años y da clases en segundo grado de la escuela primaria Niños Cantores. Su sonrisa es franca y su lenguaje sencillo y eficiente. Da gusto conversar con ella.

¿Cómo te vinculaste con el club Talleres y el campeonato de truco?

Mi primo juega al fútbol en ese club y para juntar fondos organizaron un torneo de truco. Nos inscribimos con mi papá, quien me había invitado. Fuimos veinte parejas.

Esos ambientes suelen ser predominantemente masculinos ¿Cuántas mujeres eran?

Yo sola y treinta y nueve varones. Y la verdad es que me trataron muy bien. Había personas de todas las edades, muchos jóvenes pero también gente mayor.

Fue una noche muy linda, la pasamos bárbaro, conocimos gente nueva, nos reímos mucho ese martes 30, un día antes del día del trabajador.

¿Cómo se dispuso el torneo?

Al principio empezamos con partidos eliminatorios al mejor de tres, pero como se vio que iba a ser muy largo empezaron los partidos simples.

Comenzamos de a poco, hasta que llegamos a la final.

¿Y ese partido?

Fue bastante peleado hasta en la definición. Tanto a tanto, empatábamos, ganábamos por uno, perdíamos por uno y al final, por una falta, perdimos 32 a 33.

Pero lo importante fue que estuvo buena la experiencia.

Describías una buena atmósfera en el evento ¿Cómo te sentiste?

Al principio me sentí un poco rara porque era la única mujer, pero me trataron rebien los chicos que organizaron el campeonato y la gente que fue a jugar.

Algunos se sorprendían de que hubiera una mujer en el torneo, más que nada los hombres mayores, porque los chicos más jóvenes creo que ni se fijaron en eso.

¿Qué reacción tuvieron muchos de esos varones grandes a los que, encima, les ibas ganando?

Yo no escuché ningún comentario negativo. Al contrario, nos felicitaron y nos trataron rebien. Hicimos un buen equipo con mi papá.

¿Cómo es la relación con tu padre?

Él me enseñó a jugar desde chicos, en las reuniones familiares, con mi hermana. Hacemos mixtos, y la verdad es que fue él quien me propuso lo del campeonato, así que yo encantada.

¿Tenés alguna vinculación con las reflexiones respecto de la igualdad de género?

Estamos en el año 2019, y si no cambiamos ciertos pensamientos a esta altura del partido estamos complicados.

Soy partidaria de la igualdad de género y de que las mujeres puedan acceder a contextos que antiguamente eran para varones solamente. Que ahora los podamos compartir está bueno.

¿Influye esta perspectiva en tu trabajo?

A veces es difícil lidiar con algunas familias que son un poquito cerradas, más “chapadas a la antigua”. Es complejo cuando los chicos vienen de casa con un criterio y en la escuela trabajamos otro, pero la verdad es que en los niños se nota la apertura para incorporar nuevas maneras de hacer.

De hecho, tenemos una alumna integrada que tiene una discapacidad motriz y la han aceptado de manera excelente.

Creo que los docentes tenemos una influencia en la formación de los chicos y que, de a poquito, vamos a lograr el cambio.

Evelyn recuerda que un alumnito le contó que cuando se enojaba no podía llorar, porque la mamá le había afirmado que “los machos no lloran”. Ella le preguntó al pequeño de 7 años si no sentía ganas de llorar. Por supuesto que él le dijo que sí. Cuando la maestra demostró que no hay “machos que no lloran”, sino personas que pueden expresar sus sentimientos, el pibe “entendió todo”.

El sol otoñal sigue calentando el mediodía y el equipo de EL OTRO se retira de la plaza guaymallina que ha servido de pausa para los diez minutos de charla con la joven truquera que enseña.

 

Qué me importa el feminismo

Juan muestra sus cartas