Lavalle cuenta con el único código de edificación de la provincia que regula la construcción en tierra cruda. Este tratado fija las normas para las obras en adobe reforzado y quincha mejorada. En diálogo con EL OTRO, la arquitecta Adriana Saua contó secretos y virtudes de una alternativa constructiva que integra técnicas históricas con diseño moderno.

Fotos: Coco Yañez

El Código de Construcciones en Tierra Cruda fue elaborado en 2014 por las arquitectas Ana María Castillo y Adriana Saua. Actualmente, esta última profesional encabeza el equipo que está próximo a concluir, en el Museo Histórico y Natural de Lavalle, la vivienda ecológica y autosustentable que servirá de modelo para quienes deseen explorar alternativas más allá del ladrillo.

Recientemente EL OTRO visitó la edificación de quincha mejorada que, además de ejemplo innovador, funcionará como informador turístico y sala de exposiciones. Allí, en plena obra, en medio de 110 metros cuadrados cubiertos, entrevistamos a la arquitecta sancarlina que aprendió a hacer casas de barro con las mujeres del campo.

“Esto no me lo enseñaron en la facultad, yo aprendí mucho haciendo mi propia experiencia, metiendo mano. En Ranquil Norte una mujer hermosa me enseñó a trabajar con el barro, ella hacía como 70 adobes por día y me explicaba que ese era un trabajo muy duro para hombres. En otro puesto, una mujer me contó que su marido le hizo un hueco en la pared de la montaña para dormir, ella se negó a que la metieran en la cueva y se puso a hacer su propia casa. En el campo, muchas mujeres asumieron este rol como una necesidad propia”, recuerda Adriana cuando le consultamos sobre sus primeras búsquedas en una forma de vivir con lo que se tiene a mano.

“¿Qué tenemos acá?” Esa es la primera pregunta que debiera hacerse quien pretenda desarrollar proyectos de bioarquitectura. “Hay que diversificar la matriz de materiales disponibles. Hay que abrir el abanico más allá del ladrillo, ofreciendo nuevas técnicas constructivas en base a los recursos que tenemos, sea barro, madera, papeles o botellas. Si seguimos pensando solamente en base a ladrillo, hormigón y hierro, es imposible seguir construyendo”, reflexiona la arquitecta de San Carlos que dos veces a la semana viaja hasta Lavalle para soñar, con los pies en la tierra, con la autosustentabilidad.

¿Cómo comenzó este proyecto?

La génesis de esta idea de la Municipalidad de Lavalle es una ordenanza para habilitar en el departamento el uso de técnicas con la utilización de tierra cruda. Se generó una norma (Ordenanza municipal 889/14) con definiciones técnicas para garantizar que las obras sean sismorresistentes y que cualquier constructor, con una mínima experiencia, las pueda hacer.

Tradicionalmente, en Mendoza se han utilizado dos sistemas: adobe y quincha. El adobe resiste por bloque y por masa. En la quincha lo que resiste, tanto el esfuerzo propio como accidental, es una estructura de madera, y para esto contamos con normas que definen los cálculos y análisis estructurales y sísmicos. Hemos generado una regulación según el tipo de terreno. No es lo mismo si abajo tenemos piedra o una napa de agua cercana. En terrenos blandos solo se autoriza la quincha, que es más liviana, con el cumplimiento de todas las pautas que están en el código de edificación.

¿Este código garantiza que una construcción sea igual de sismorresistente que una de ladrillos?

Absolutamente. El código garantiza que las construcciones se hagan bien y que tengan el mismo nivel de sismorresitencia que cualquier otra autorizada por las normas tradicionales.

¿Qué hay de ancestral en este tipo de arquitectura y qué de moderno?

Tomamos los aportes de la quincha de los huarpes, la colonial y la de principios del siglo XX. El aspecto central es la estructura de palos de madera y las fibras o membranas que sostienen el barro. Los huarpes, por ejemplo, utilizaban palos de algarrobo para la estructura, y jarilla o chilca para embarrar.

En el modelo que estamos realizando aquí, la estructura maestra portante es de palos de eucalipto, unidos con clavos y triangulaciones con ménsulas. Hemos realizado un sistema de pórticos concéntricos, que se repite ocho veces, diseñado en forma sencilla para que la gente lo pueda replicar. Las vigas de fundación y de techo son de maderas clavadas, súper livianas y dúctiles. Los cimientos de hormigón armado y sobre ellos hemos colocado piedras, entre 50 y 60 cm de altura, que no dejan subir la humedad y evitan que las bases de las paredes se dañen con el rebote del agua cuando llueve. En las paredes en este caso utilizamos barro, obviamente, y paños de cañas en ambos lados del muro, lo que triplica la aislación térmica. El techo es de madera, caña y chapa de zinc.

La estética que quisimos dar en este modelo es la de una vivienda más moderna, distinta de los ranchos cuadrados. Estamos en un departamento con mucha experiencia de obras en barro, en residencias turísticas, alojamientos en zonas rurales, hasta espacios de oficinas, pero siempre con una estética más tradicional. En este caso innovamos con el diseño circular, que recupera una forma de construcción muy característica de las mujeres.

¿Todos estos materiales son de la zona?

Los palos de las estructuras y las chapas del techo, no. Sí el barro y las cañas.

Con el barro hay que hacer diferentes ensayos para evaluar si la tierra del lugar sirve. Aquí, por ejemplo, el terreno es muy limoso y no lo pudimos usar. Como en Lavalle tenemos arcilla en Lagunas, que es la mejor de toda la provincia, la trajimos desde allá. A la arcilla sumamos arena, fuimos haciendo los ensayos hasta lograr la mejor proporción, y a esa masa le agregamos la chala de la caña que da muy buenos resultados.

En muchas construcciones tradicionales de barro se ve como defecto que el revoque de las paredes se descascare. ¿Cuál es el mantenimiento que requieren estos muros?

Si los revoques grueso y fino se hacen bien, las paredes quedan igual de resistentes que si usáramos cemento, y no necesitan ningún mantenimiento en especial. Acá utilizamos en la mezcla para el revoque agua de penca, un vegetal que traemos desde La Asunción, que ayuda a darle más resistencia. Además, en el caso del revoque fino se le pone aceite de lino, harina y otros mejoradores. También se utiliza el revoque a la cal que da una terminación lisa, idéntica a la de las paredes de construcción industrializada.

El error que muchas veces se comete es revocar sobre el barro con cemento, que termina rompiéndose. Las paredes de una construcción de tierra regulan la humedad. Cuando hay exceso en el ambiente la tierra la toma, cuando se satura la tierra de humedad, como es porosa, la elimina. Si cubrís la pared de barro con cemento, es como si no la dejaras respirar. La cal, en cambio, es porosa y deja que se produzca esa respiración.

En Mendoza, durante mucho tiempo se combatieron las casas de barro, no solo por el riesgo sísmico, sino también por la proliferación de vinchucas. ¿Son más “riesgosas” en este aspecto las viviendas de quincha?

En Mendoza la vinchuca es endémica, se la puede encontrar en muchos lugares, rurales o urbanos. Según estudios de biólogos sanjuaninos, más del 60% de las razones de presencia de vinchucas en viviendas tiene que ver más con deficientes conductas de limpieza que con otras variables. El 40% restante está relacionado con el entorno, con la vegetación circundante, con el ingreso de animales a las casas, con aberturas con orientación hacia los vientos predominantes, etc.

Las vinchucas no deben relacionarse con los materiales de la construcción sino con la forma en que se construye. En el caso de esta obra, por ejemplo, es fundamental que el revoque sea liso, que las cañas estén peladas… Después todo dependerá de una buena higiene.

¿Cuáles son las principales virtudes de estas viviendas?

Estas casas controlan la humedad ambiental generando condiciones óptimas para el ser humano. La masa térmica que tienen deriva en que inviertas menor cantidad de energía para calefaccionar en invierno, y que en verano no necesites energía para refrescarla. Tienen muy poco gasto de mantenimiento y son sumamente ecológicas en todo el proceso de construcción. Esta vivienda, por ejemplo, no generó residuos permanentes, usamos 50 barras de hierro contra 500 de una vivienda de ladrillos que necesitó toneladas de leña para cocinarlos.

En cuanto a los costos, ¿cuál es la diferencia entre esta obra y una de ladrillos?

En materiales el costo es mucho más bajo, entre un 30 y 40% menor. Pero se equipara con el costo de la mano de obra, porque insume más horas de trabajo. Sin embargo, la idea es pensar en la posibilidad de la autoconstrucción. En ese caso, los costos totales se reducirían a la mitad respecto de una vivienda del sistema industrial.

 


 

Antonio Campillán es el capataz de la obra. Ganó la licitación pública convocada por el municipio de Lavalle para la construcción de la edificación en barro, la primera contratación de estas características que se realiza en Mendoza. Para concursar en el proyecto debían cumplirse dos condiciones básicas: ser lavallino y tener experiencia con el barro crudo. “A diferencia de otras construcciones aquí se necesita más tiempo, es más artesanal y más complejo el trabajo por el hecho de ser circular”, explica Antonio a este diario.

 

El nuevo desafío entusiasmó al albañil: “Fue muy entretenido trabajar en una obra con tantos cortes de madera y tantas curvas. Debo haber hecho más de mil cortes y solo fallé en dos. La construcción tradicional es toda recta, cuadrada, no te genera creatividad, es muy rutinaria, siempre las mismas medidas de materiales, siempre la misma curvatura del hierro…”

“Yo me crie en una casa de adobe con techo de caña y no tengo ningún prejuicio sobre esta forma de construir. Ahora estoy planeando en mi casa hacer una ampliación tradicional, pero con algunas cosas nuevas que aprendí acá”, cerró Campillán.

 


 

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