En contra de la violencia machista, mujeres militantes de la UST Campesina y Territorial lanzaron la campaña “Rompé el silencio, no estás sola”. Se trata de una serie de piezas gráficas para difundir en las redes sociales y en formato papel para colocar en distintos puntos públicos. Tiene su faz radiofónica con una serie de spots dramatizados y cuenta con una dirección de correo electrónico para quienes deseen contactarse. En diálogo con EL OTRO, Verónica Pascual, integrante de la organización, describe el proceso previo que involucró la realización de la campaña y puntualiza sobre la violencia machista que viven las trabajadoras rurales, siendo muchas veces minimizadas y hasta invisibilizadas en la toma de decisiones de la producción.

Por Milagritos Contreras

Foto de archivo: Coco Yañez

La UST Campesina y Territorial con el apoyo del Fondo de Mujeres del Sur lanzó la campaña: “Rompé el silencio, no estás sola”, destinada a mujeres rurales que sufren estas diversas formas de violencia.

La campaña consiste en una serie de piezas gráficas para difundir en las redes sociales y en formato papel para colocar en distintos puntos públicos: centros de salud, escuelas, entre otros. Tiene su faz radiofónica con una serie de spots dramatizados y cuenta con una dirección de correo electrónico para quienes deseen contactarse: promotorascampesina@gmail.com. También difunden el 144 como línea telefónica oficial para asesorarse sobre situaciones de violencia de género.

Verónica Pascual, integrante de la UST Campesina y Territorial, explicó a EL OTRO el origen de este proyecto integrado por, aproximadamente, 30 promotoras territoriales de género: “Hace más de cinco años transitamos este proceso de formación. Cuando empezamos a debatir respecto a la violencia machista que nos afectaba en el campo, se planteó una necesidad muy fuerte de empezar  a formarse en los territorios; es decir que en cada comunidad hubiera compañeras que contaran con herramientas desde lo jurídico, psicológico, para apoyarnos. Ahí empezamos con la formación de promotoras con distintas compañeras de la universidad y con otras compañeras de organizaciones feministas”.

En las zonas rurales, por las condiciones propias de distancia y aislamiento, y por el rol productivo de las mujeres en el campo, estas violencias toman diferentes matices, muchas veces profundizado algunas opresiones. “A partir de empezar a formarnos como promotoras, nos dimos cuenta que aparte de la violencia física que sufrimos las mujeres, habían muchas otras violencias que estaban invisibilizadas y que era muy difícil reconocerlas. Por ejemplo la violencia psicológica, aquel maltrato donde muchas veces nos dicen ‘no te metas’, ‘vos qué opinás si no sabés nada’. Fuimos observando que eran palabras que no sólo se decían en las casas sino que también las escuchábamos en las mismas reuniones de la organización”, sostuvo Verónica.

Las promotoras desarrollan su trabajo en los departamentos de Tupungato, Tunuyán, Lavalle, San Martín y en el Gran Mendoza. “También dimos cuenta de la violencia económica que se ve reflejada muy fuertemente en las zonas rurales, porque no sólo está vinculado al manejo del dinero sino también con la producción; es decir quién decide sobre qué se produce, cómo se produce y cómo se vende esa producción. Por ejemplo, algo que sucede mucho es que en la organización las que más participan son mujeres, pero el que tiene a su nombre la marca del animal es el varón. Entonces nos ha pasado de hacer alguna reunión para armar un proyecto con el objetivo de mejorar la producción, y para eso hay que poner a nombre de quién están los animales, por lo que hay que llamar a los varones para que firmen el si quieren participar o no del proyecto. Cuando en realidad la que participa es la mujer”, manifestó Pascual.

Mayormente son las mujeres quienes están al cuidado de la producción caprina. En el caso de la producción más familiar como la cría de gallinas, la huerta, las conservas, también nos encargamos nosotras, pero eso no se traduce en una toma de decisiones sobre la producción, afirma la integrante de la UST Campesina y Territorial.

El hecho de tener que pedir plata todos los días para las compras del hogar es violencia económica. “La violencia que nosotras sufrimos son iguales a las de todas las mujeres con sus particularidades en el territorio campesino. Es como cuando se compra un auto y se lo pone a nombre del varón, y eso ni se discute. En la producción pasa lo mismo, se compra un tractor y el tractor va a nombre del varón. O se hace un contrato por una finca y el contrato va a nombre del varón. Hay muchas mujeres que, supongamos, han perdido a su marido, se han separado o el marido ha fallecido, y el contrato era con el marido, por lo cual injustamente quedan en la calle. Siendo que ellas también eran parte del contrato, ya sea levantando la uva o haciendo la chacra. Al ser el contrato con el marido la trabajadora quedaba totalmente invisibilizada en el acuerdo económico”, expuso Verónica.

Somos las mujeres las que, comúnmente, sostenemos la producción del alimento. Por ahí elegimos la producción diversificada para que haya alimento para la casa y para poder comercializar en la feria, callejearlo. En cambio, muchas veces, la mirada de los varones es de producir un solo cultivo para poder comerciarlo a gran escala, ilustró Pascual.

 

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