Por Federico Ríos

Sr. Rodolfo Suarez: Mi nombre es Federico y soy Licenciado en producción de bioimágenes. Le escribo esta carta abierta porque naturalmente debido a su condición de gobernador resulta bastante difícil “tener llegada” a usted. Pero en esta ocasión este humilde servidor de la salud pública no quiere dirigirse a usted en calidad de Gobernador, es por eso que no encabezo mi carta refiriéndome a usted con dicho título, y no es porque quiera desmerecerlo, en absoluto, sino porque me quiero dirigir al Rodolfo Suarez padre, al Rodolfo Suarez hermano, al tío, al amigo…

Y el motivo es precisamente porque si en algún momento de esta pandemia, que nos tiene en vilo a todos, me toca tener que atenderlo a usted, o a algún miembro de su familia, puede estar seguro de que lo voy a atender como si fuera mi papá, mi hermano, mi hijo, porque para eso nos formamos los servidores de la salud. Para mí no va a ser un número, va a ser mi paciente, y créame que me voy a alegrar mucho cuando esté mejor, como también me voy a amargar cuando las cosas no vayan bien y rezaré por usted o por su ser querido al que yo atienda.

Un COVID-19 no identifica títulos, razas ni posiciones económicas, por eso también soy consciente que mi exposición puede llevarme eventualmente a contagiarme y también a ser un riesgo para mi hija de 3 años que padece de fibrosis quística. Por eso he tenido que mudarme solo con el fin de evitar esto…

La parte triste de todo lo que le cuento es que en mi caso, al igual que muchos otros compañeros que luchan día a día en la primera línea de combate contra este enemigo invisible, estamos completamente desmoralizados, porque de repente nos encontramos siendo imprescindibles, pero a la vez siendo INVISIBLES.

Desde hace años (4 en mi caso) trabajamos sin derechos, sin aportes, sin ART, sin obra social, cobrando en el mejor de los casos la mitad de lo que cobra un compañero de planta que realiza la misma actividad, con sus mismas obligaciones y ninguno de sus derechos.

Nosotros amamos lo que hacemos y así será siempre. Honestamente, cuando me recibí nunca me imaginé que el mundo iba a salir a los balcones a aplaudirnos algún día, eso es muy gratificante, es un gesto enorme, un gesto casi tan grande como el que usted podría tener con nosotros, los que estamos dispuestos a cuidar de sus seres queridos como si fueran propios, otorgándonos nuestros tan preciados y merecidos derechos.

Lejos estoy de ser un héroe, pero si perfectamente podría ser su hijo y mi hija su nieta. Desde esa posición desde la más humana y natural, le pido que haga la diferencia y no la “indiferencia” a la que lamentablemente estamos acostumbrados.

Sin más que agregar, le mando un abrazo virtual (¡de esos sí se puede!) y cuídese.

Federico.

 

Las alarmantes condiciones de los trabajadores de la salud de Mendoza