Se arrima el calendario electoral y el gobernador, quien por ahora domina sobradamente la escena política de Mendoza, avizora costosa su íntima alianza nacional con el PRO. Pragmático y obediente como pocos radicales, comparte con Macri el ideario de ajuste y deuda, pero le escapa a sus consecuencias.

Foto: Apprentice

 

A sabiendas del ahogo financiero de la provincia -que alimentó en su carrera hacia la gobernación-, con el margen de tiempo que le proporcionó el anticipado triunfo electoral, y deliberadamente jugado al proyecto macrista, uno de las primeras acciones de Cornejo fue partir raudamente al país del norte para planificar el endeudamiento del Estado provincial.

Su “diseño financiero”, bajo la atenta supervisión del delfín Kerchner, ya estaba confiado al actual titular de Hacienda, Lisandro Nieri, un experto en comisiones.

Una vez plasmada la victoria de Macri, aquella gestión anticipada se trocó por un instantáneo aval a las principales políticas nacionales en materia económica. Esas de carácter estructural que –tras una descomunal transferencia de ingresos- condicionan la vida cotidiana de millones. Mendoza llegó rápido.

Sin cavilaciones y súbitamente, Cornejo consagró el pago a los buitres y su consiguiente frontera liberada hacia la deuda, ponderó la quita de retenciones y apoyó sin miramientos el hiriente tarifazo. El interés de los mendocinos, te lo debo.

No soy yo, sos vos

Foto: Cristian Martínez

 

El contexto que recuerdan los párrafos precedentes esclarece la encerrona que transita actualmente el gobernador, quien seguramente previó que aquellas medidas que él mismo avaló camuflado en el costo político presidencial, tarde o temprano, esmerilarían su pulcritud.

Macri se transformó en una pesada mochila y el archivo no ayuda a Cornejo, por más que financie generosamente la desmemoria mediática y se haga el distraído.

En las calles, hace rato, se amplifica en pancartas y cantos: “Macri es Cornejo”.

Propia medicina

Foto: Prensa Gob. Mza.

 

El estridente relato de la autonomía claudica sordamente con el realismo de la “caja” y la misma lógica que aplicó a los dóciles intendentes, esta vez gravita sobre el terreno del gobernador.

El artefacto electoral PRO parece no admitir fisuras y amenazante, anticipa castigo a quienes osen, por ejemplo, desdoblar elecciones. Sin excepciones en su circuito de alianzas, por más prolijo, acomedido o radical que sea.

Matrimonio al fin y al cabo, Cornejo tiende a respetar el mecanismo, acatar la premisa, sin dejar de ventilar cierto disgusto a través de la tribuna mediática y de paso, enloquecer a la hincada oposición.

Su cuenta es más prolífica, razonablemente, sin el condimento nacional.

Las grietas

Foto: Cristian Martínez

 

El galardón inobjetable que el gobernador exhibe desde el momento en que domó a un radicalismo siempre proclive al berrinche interno, comienza a perder brillo.

Predestinado al derrumbe de poder que inevitablemente reservan las elecciones de medio término de nuestra vetusta constitución provincial, afloran contrapuntos.

En una provincia en la que el radicalismo mantiene cierto arraigo y casta, resulta difícil vaticinar cuánto influirán, para bien o para mal, las nupcias con el PRO.

Los alrededores de Cobos, Montero, Vaquié y variopintos carcamanes legislativos pagarían lo que no tienen por escarmentar al “petiso”, otrora encargado de los mandados.

Ya sin chance de reelección, la férrea conducción política que ostenta el gobernador, de mantenerse tacaña, despertará también los sinsabores de otros sectores del frente Cambia Mendoza que se perciben devaluados.

Sábana corta

Foto: Coco Yañez

 

La impronta personalista y de súper control que Cornejo impregnó a su gobierno, a esta altura es un problema.

Los pocos cambios que introdujo en su gabinete, muchos forzados por diferentes circunstancias, reforzaron ese criterio.

El ascenso de Kerchner a superministro, la postulación de Marinelli al gobierno del agua y el obstinado, estéril e innecesario sostenimiento de Gareca en Cultura, ratifican el criterio, mientras que acotan el margen político de acción y consolidación de alianzas.  

Poco, poquito y nada

Foto: Prensa Gob. Mza.

 

Las distintas áreas de gobierno, estancadas tras año y pico de gestión, parecen esperar un guiño del jefe para arrancar. Como si el estandarte del “orden de las cuentas” fagocitara las políticas, los programas, las ideas. Mendoza no cambia y se proyecta menos. La mentada modernización del Estado se intenta con Windows 98 y sin wifi porque en realidad es ajuste.

El panorama, menos cómodo de lo que imaginaban hasta hace poco en el cuarto piso, obliga al gobernador a trascender su metamensaje contable, que a muy pocos sirve si reconoce a la par un 35 % de pobreza que ubica a Mendoza más cerca de los índices del NEA y NOA argentinos que de los de Santa Fe, provincia de Buenos Aires o la CABA amarilla.

La recesión económica ocasionada por esas mismas medidas que Cornejo aplaudió oportunamente, se evidencia crudamente en Mendoza y el gobierno del cambio no demuestra reflejos ni capacidad para hacerle frente.