Camuflado y recostado a medias en la persistente tarea de la vicegobernadora Laura Montero en la Legislatura, previendo un buen desempeño electoral el año próximo y con la certeza de un peronismo dócil, disciplinado y repleto de contradicciones, el gobernador parece vislumbrar la ventana que lo sostenga en el poder un período más.

Bajo la modalidad de seminarios, foros y audiencias abiertas y continuas, la vicegobernadora instaló a principios de año la discusión en torno a la necesidad de reformar nuestra Carta Magna. Numerosas actividades se realizaron en este sentido, convocando a variados estamentos, haciendo partícipe a la oposición y trasladando el debate a las distintas geografías provinciales. “Las bases ciudadanas para la reforma de la Constitución Provincial” fueron recientemente presentadas en el Salón de los Pasos Perdidos. Al menos en esta primera etapa, la reelección del gobernador no produjo novedad: hubo quienes se mostraron a favor y quienes alegaron mantener este punto tal cual está.

La vicegobernadora en la presentación de las bases ciudadanas.
La vicegobernadora en la presentación de las bases ciudadanas. Foto: Prensa Legislatura

Pero más allá de la labor de Montero, hace una quincena se conoció otro borrador de reforma. Esta vez procedente del Ejecutivo, fue enviado para tantear a los intendentes del justicialismo, incluyendo tácitamente el objetivo 2023. Filtrado a la prensa, el oficialismo se desdijo, negó tal borrador y advirtió que el único proyecto de reforma es el que se idea desde la Legislatura, cuestión de no introducir ruido interno.

Por estos días, la energía del riñón cornejista se concentra en desvanecer la intención reeleccionista. Afirman que el tema embarra objetivos más trascendentes de una eventual reforma y que de hecho esmerila la tarea del gobernador, ahora abocado cien por ciento en la gestión. Este relato disipador es rápidamente traducido por los empleados periodísticos: a Cornejo no le importa la reelección. Tiene cuatro patas, cola y ladra…

Fue la Secretaria de Gobierno de la Ciudad de Mendoza, una histórica militante del radicalismo vernáculo, quien transparentó la ambición continuista. Natacha Eisenchlas, en entrevista a Mdzol –usina mediática, socio económico y aliado político de Cambia Mendoza-, fue más allá al reconocer que es algo que se discute puertas adentro y que no es un tema tabú.

Tampoco parece ser un tabú para el peronismo. No sólo porque en sus últimos gobiernos intentó plasmar la reforma, sino porque nadie podría especular con que la domesticación y desconcierto de sus principales representantes pueda modificarse en el futuro próximo. De hecho, el intendente de San Martín, Jorge Giménez, manifestó su acuerdo a la reelección de Cornejo cuando en febrero comenzó la discusión en la Legislatura.

Reunión con intendentes y dirigentes del peronismo.
Reunión con intendentes y dirigentes del peronismo. Foto: Prensa Gobernación

Entre tanto, tras casi un año a pura prepotencia, el gobernador deja trascender vientos de calma para el año próximo, en el que quedará allanado el camino hacia la reforma constitucional: anticipa las paritarias, anuncia viviendas sociales y se jacta de obras y giros presupuestarios resultantes de su noviazgo nacional con Macri.

Doble control

Son dos los méritos que Alfredo Cornejo puede exhibir desde que asumió como gobernador: por un lado el control político de su propio partido -tradicionalmente turbulento cuando se le demanda verticalidad- y de la oposición -hoy sumida en una crisis de identidad sin fondo-; por el otro, el control sobre los medios de comunicación –a fuerza de una generosa distribución de la pauta oficial y la garantía de continuidad de los verdaderos negocios de sus dueños-.

Esas cualidades, sumadas a cierto contexto social desmovilizado y a la expectativa, que resultó favorable, conformaron el sustento de una gestión que a pesar de gobernar imponiendo y de su falta de resultados positivos en materia de economía y seguridad, mantiene un importante margen de tolerancia en la sociedad mendocina.

Cierto consenso que desciende tanto desde el coro mediático, como de la dirigencia política, acerca de la calidad de “animal político” del gobernador queda al menos relativizada si se tienen en cuenta estos dos aspectos, aunque también sean atribuibles a cierto usufructo positivo en términos de práctica política. Síntoma de esta actitud son las decenas de metáforas futbolísticas o de juegos de estrategia usadas por las distintas redacciones para calificar cierta astucia y agudeza del gobernador. Análogamente, desde el ámbito político, están quienes parecen potenciar la habilidad del godoycruceño –Salgado y coparticipación mediante- para esconder la propia chatura, mientras exclaman la buena voluntad e intención de todos para sacar adelante a Mendoza.

Golpe a golpe

Desde que asumió, Cornejo se ha esforzado en mostrar a su gobierno orientado al orden económico del estado provincial y a las reformas en seguridad y justicia. Para ello configuró sus peores enemigos: la herencia recibida, los sindicatos y la dimensión estatal por un lado; la justicia ineficiente, la policía haragana y el garantismo sacapresos por el otro. Ambos pares, sensibles al sentido común instalado y fogoneado sistemáticamente por los medios masivos de comunicación.

Menos Estado, más mano dura, una fórmula que desde los sectores dominantes de nuestra sociedad consigue eco en las más humildes. Cabe preguntarse ¿Es Cornejo un demagogo? ¿O sencillamente un CEO?

Nuevamente, sólo el control sobre medios y política disimula la crisis que atraviesa Mendoza. La inseguridad no cesa –seguramente nunca lo haga con medidas comprobadamente ineficaces-, la economía no repunta –dependemos de lo que pase a nivel nacional atajan funcionarios- y la precarización sobre el empleo del Estado, de cajón, disminuye su propia acción.

“Quien a hierro mata, a hierro termina” parece interpretar Cornejo, que avisa por los (sus) medios que ansía paz, antes de seguir acumulando enemigos. Inocente palomita. Sabe que a pesar de su condicionamiento nacional, navegar con otro perfil el 2017 puede brindarle el plafón para mantenerse en su cargo unos años más que lo estipulado inicialmente.