EL OTRO entrevistó a Camila Millán. La cantautora tunuyanina se presenta en la Asociación Ecuménica, este viernes 15 a las 21.30, junto a Bruno Palero y El Botis Cromático. Los orígenes de la artista que crea momentos en los escenarios. 

Fotos: Luciano Viard

Camila tiene 24 y está trabajando su tesis de grado para terminar la carrera de Comunicación social. Para egresar de Música popular en Artes le queda un poquito más. Empezó a vincularse con la música de manera más formal en la escuela artística de Tunuyán y cuando se vino a estudiar a la capital trocó su bajo inicial por la guitarra. Dirige la murga Pan Casero y también integra el colectivo artístico El Gran Maizal.

Tiempo después de llegar a la Ciudad de Mendoza inició, junto a Bruno Palero, Felicia y el Frío. Comenzaba abril en 2012 y también su “enrosque” por empezar a crear canciones. A principios de ese año, acompañó a un amigo a anotarse en Música y, además de apoyarlo, se sumó a la carrera sin planificarlo demasiado.

Reconoce que ha logrado reflexionar sobre el hacer en Comunicación social y pudo empezar a aplicar lenguajes en Música.

¿Cómo fue la experiencia de Felicia?

Estuvimos en espacios oficiales como el Le Parc pero también nos animamos a organizar toques de manera independiente, en algunos carnavales barriales y en el mundo de la murga, en la que hemos quedado en distintos espacios.

Era bastante lúdica la manera de organizarnos y nos parecía que a veces la dinámica escenario-público era muy rígida y jerárquica. Entonces organizamos un ciclo que se llamó “Música en lo pandito” en el que tocamos dentro de una pileta y en otro momento tocamos en piyamas.

Corriendo el eje de lo formal, ¿por qué tomarse el trabajo de generar otra cosa?

Todos ocupamos un espacio físico y simbólico que de algún lado sale. O lo construiste o estaba. Nos sentíamos cómodos con la idea de “hacer nuestra propia silla” en la que nos íbamos a sentar. Es un concepto un poco robado de un guitarrista y compositor que se llama Edgardo Cardozo quien cuenta que no es lo mismo ocupar un lugar que ya estaba -ser los Beatles- que armar un camino propio.

Se rumoreó que la separación de Felicia fue muy conflictiva….

(Ríe empáticamente) Lo cierto es que viajamos. Yo viajé al sur y el Bruno se fue a armar un documental a distintos países y ahí pintó que cada uno pudiera enfocarse en sus cosas. Yo empecé a trabajar más mis canciones con las que ya venía laburando. También empezamos a ser parte de la murga Pan Casero que con el tiempo terminé dirigiendo y el Bruno después de un tiempo se fue a otra murga. Siempre muy bien, con la mejor, y a partir de ahí afloraron más las individualidades, si es que las hay porque toda la música está cruzada. De hecho el 15, en la Ecuménica va a tocar cada uno sus propios temas.

Tu primer toque solista fue en La Vereda Alta, espacio artístico autogestivo desaparecido. Hoy vemos, por momentos, un auge de este tipo de lugares motorizados por trabajadoras y trabajadores del arte. Se ha convertido en un lugar común darle duro a las gestiones culturales de la Provincia pero vos has trabajado en espacios independientes y en los del Estado. ¿Notás diferencias entre la gestión anterior, a la que algunos tildan de desordenada, y la actual?

Justo en materia de políticas culturales a nivel provincial, hubo intentos pero nada es del todo integral. Nunca veo una manera diversa de bajar líneas de financiación, espacios, pasajes y todo lo que cada disciplina requiere para desarrollarse. No he visto desde mi incipiente trabajo en el sector una gestión integral sino más bien acciones aisladas. Actualmente la programación de los espacios no es muy cuidada.

¿Qué quiere decir que “no es cuidada”?

Pasa más de una vez que hay un recital con el sonido muy alto al lado de una obra que necesita silencio. Es cierto que se abrieron salas y cerraron otras, pero no veo un criterio más amplio basado en las necesidades culturales de Mendoza, tanto de los y las que producen como de la población. No veo un rastreo de esas necesidades.

En tu composición no da la impresión de que hayan cosas libradas al azar, ¿esto es parte de un proceso o fue siempre así?

Creo que ha sido un proceso no a propósito. Lo fui viviendo. Gran parte de esto de componer tiene que ver con jugar con la guitarra. A veces encontraba puntas del ovillo de canciones, y me pasa bastante que por ahí tenía que dejar madurar. Puedo estar andando en bici o llegando a una casa y me prestan una guitarra y esa ideíta se guarda.

En otros momentos pasa que sale una canción de un tirón o, luego de un mes, una canción se encuentra con otra y en realidad eran partes de una pieza que se estaban esperando. Es muy dinámico el laburo de jugar y probar, resignificar una frase o resignar una estrofa.

Está publicado un trabajo breve y potente que se llama “Trilogía”, parte de un disco que estuvieron grabando con Marcos Babar en La sexta.

Sí, es parte de un trabajo más grande. Empezamos en Godoy Cruz y seguimos en La sexta (sección de Mendoza). Terminamos haciendo la cuenta de que hemos grabado un par de veces cada tema… Estoy intentando cerrar esta etapa y, como para obtener un apoyo del INAMU (Instituto Nacional de la Música) tenía que tener algunas canciones con cierta calidad publicadas, lo pude poner en BandCamp Trilogía.

La conversación se extiende como se alargan las cosas que no quieren terminarse por la amabilidad y generosidad de la entrevistada. El tiempo del equipo del diario ha terminado en esta hermosa casa de artista. Quien quiera experimentar el compromiso, la seriedad y el vuelo creativo de Camilia Millán, podrá verla y escucharla, este viernes 15 de diciembre a las 21.30 horas, en la Asociación Ecuménica de Cuyo que queda en San Lorenzo 478 de Ciudad.