Por Penélope Moro

Horacio Mario Biasiori Bastías, agente policial que acribilló al joven en 2006 mientras corría esposado fue absuelto por la justicia provincial y seguirá en funciones, es decir, al “resguardo” de la ciudadanía, tal como lo ha hecho a lo largo de esta década, logrando incluso ascender en la Fuerza. La familia de Cristian y sus abogados ya trabajan para llegar a estrados internacionales con tal de romper la impunidad. El caso ícono de violencia institucional en Mendoza.

Horacio Mario Biasiori Bastías Foto: gentileza diario El Sol

El tercer juicio contra el policía homicida del joven Cristian Reyes inició el 5 de septiembre pasado y estaba estipulado para tres audiencias más. Sin embargo, las dilaciones a lo largo de todo el proceso hicieron que recién este lunes se conociera la sentencia: Gonzalo Guiñazú, juez que preside la V Cámara del Crimen de Mendoza, absolvió de “toda culpa y cargo” al agente Mario Horacio Biasiori Bastías, ejecutor en 2006 del gatillazo a 40 centímetros de distancia que dio fin a la vida de Cristian, cuando tenía 28 años e intentaba huir esposado de una detención.

La querella promete presentar una vez más un  recurso de casación ante la Corte provincial. Será la tercera vez en que se llegue al máximo tribunal en un caso que se considera paradigmático de la violencia institucional mendocina. Si las respuestas en esta última instancia continúan siendo de impunidad, no se descarta la posibilidad de alcanzar la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por la alevosía del encubrimiento policial y judicial que reviste esta historia que roza los once años.

El asesinato de Cristian ocurrió el 12 de abril de 2006, en Luján de Cuyo. Durante todos estos años, el policía responsable, Mario Biasiori,  no pasó una sola noche en prisión. La justicia provincial benefició al único acusado con absoluciones en una probation y en un juicio oral anterior, también con fallo de la V Cámara en lo Criminal, por ese entonces al mando de la jueza Laura Gil de Chales, que fue revocado en 2014 por la Suprema Corte local. Para el inicio de este tercer juicio hubo que esperar hasta pasada la mitad de 2016. Y más allá de la nueva y reciente sentencia de impunidad, la búsqueda permanece de pie.

“Tonta no soy, aprendo de las experiencias a las que ellos mismos me someten, acá no se para ni para tomar impulso”, señala Alicia Vargas, madre de Cristian que sin descanso en una década entera atravesó juicios fallidos, soportó amenazas y resistió quimioterapias continuadas.

Esta nueva condena la encontró lo que se dice “curtida”, es cierto que no la esperaba, pero la convicción y el motor de lucha esta vez le impidieron lagrimeos. “Tardaremos en llegar, pero habrá justicia”, sabe, acompañada y asesorada de manera permanente por su abogado, el reconocido defensor de Derechos Humanos, Alfredo Guevara.

De gatillo fácil se trata

Aquella mañana de 2006  la División Investigaciones de la Policía de Mendoza realizó de manera equívoca un allanamiento en una vivienda del barrio Buena Vista de Carrodilla, Luján. Buscaban a una persona fugada de la cárcel y se llevaron a Cristian Reyes por la tenencia de un arma. Al ser esposado con las manos atrás y conducido al móvil, Cristian logró escabullirse por debajo del brazo de Biasiori y corrió hasta que fue impactado por el quinto de los proyectiles disparados por el policía.

El balazo dio de lleno en su pómulo derecho y según las pericias forenses -contra la versión policial aceptada por todos los fiscales y jueces que intervinieron en la causa-, “es imposible que haya podido sacarse las esposas, ni siquiera siendo MacGyver”, textual de la declaración en este tercer juicio de Domingo Rubén Narváez, policía que esposó a Cristian aquel día, con lo cual se derriba de plano el argumento de una lucha en defensa propia del uniformado  y que “fue accidental” el disparo que salió de su 9 mm reglamentaria.

La justicia remata

A lo largo de este tercer juicio terminó por  evidenciarse la actitud corporativa de los compañeros de tareas de Horacio Biasiori. A la ausencia de testigos centrales en el debate se sumó el silencio de los que sí se presentaron a comparecer ante el juez Guiñazú: “no recuerdo”, “sucedió hace más de diez años”, “ya no me acuerdo”, “no lo tengo claro en la mente ahora”, se escuchó en las reiteradas testimoniales. El trato desigual con los testigos de parte llegó a irritar y fue otro agregado.

El Tribunal negó sistemáticamente a la querella repreguntar a los desmemoriados además de mostrarse condescendiente con la defensa. El imputado fue tratado como la víctima durante todo el proceso. Gozó de beneficios que la familia de Reyes vio obstruidos, como asistir acompañado por sus seres queridos a la audiencia, interrumpir el debate cuando algo lo incomodaba, entrar libre y sin custodia policial a la sala de audiencias, utilizar su teléfono celular.

Para el abogado Guevara la eliminación de pruebas clave para la investigación es “gravísima” y la justicia tendrá que responder por ello. Un ejemplo claro de esto es el de las esposas. El policía Gustavo Olguín fue el responsable de peritar las esposas que “Reyes se habría quitado durante la huida”, según la pactada versión policial. Este efectivo compareció ante el Tribunal de Guiñazú y ratificó su declaración de 2006 y 2011: “las esposas que le pusieron a Reyes  no tenían fallas que pudieran provocar roturas para que zafe de ellas”.

Este  testigo reiteró que la última vez que revisó dichas esposas fue en 2006, dos meses después del homicidio. Allí encontró nuevas abrasiones “que se pueden haber hecho con algo metálico como  un martillo o un mazazo”. Cuando la querella pidió compulsa con esta prueba central, la V Cámara informó que “en 2011 las esposas fueron donadas a la Penitenciaria provincial”.

Dato alarmante surgido de este tercer debate que connota el claro entramado de violencia institucional que sufre la historia de Cristian Reyes y de quienes luchan por alcanzar Justicia. Lo mismo ocurrió con el arma homicida “¿Dónde está el arma de Biasior?”, preguntó la querella con el fin de disponerla a peritos que demuestren la imposibilidad, o no, de que el gatillo se dispare accidentalmente: “Fue entregada en 2014  al Renar (Registro Nacional de Armas) para su destrucción”, los desayunó sin titubear el Tribunal.

Obsceno nuevo capítulo en la historia de la lucha por justicia para Cristian Reyes. La mañana de este lunes opacó miradas esperanzadas al menos de que se lo condene por homicidio culposo: “ni siquiera esperábamos el doloso, que significa la prisión perpetua, por la actitud que tuvo el Tribunal y la Fiscalía en todo el proceso”, señala Alicia Vargas y agrega que la absolución “es un disparate”. Confiada en que los caminos más largos son los que verdaderamente provocan trasformaciones, la sabia luchadora dice: “estoy tranquila, de acá viene las mejores victorias”.

Para no olvidar

Hacia la mitad de las audiencias de este tercer juicio, el querellante Alfredo Guevara pretendió contextualizar el asesinato de Cristian Reyes para demostrar la sistematicidad de hechos de violencia institucional. Señaló ante el Tribunal que al asesinato de Reyes, durante el año que Julio Cobos gobernaba la provincia, “le siguieron un récord de denuncias, con casos letales y extremos como el de Cristian, y a los meses siguientes los de Jonathan Chandía, Jonathan Oros y Mauro Morán. Con solamente estos graves ejemplos podemos extraer un dato: para la época había una situación descontrolada”. El juez Guiñazú desestimó su hipótesis. La negó, lo interrumpió y, acorde con la defensa del asesino, dijo que “no venían al caso”.