De historias mínimas y otras

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

En terapia el psicólogo espera que hable, que diga algo, el psicoanálisis es así; las intervenciones son pocas y uno va largando. Suelo ser ordenado para contar e imagino que le debe ser interesante para escuchar. Pero decido callarme, esperar alguna palabra que movilice el relato, no habrá sido más de un minuto de silencio y entonces hablo, le cuento que estoy escribiendo la historia de mi abuelo y la guerra, el hambre, el abandono, sus viajes y como llegó a la Argentina, pero es la historia de mi viejo también –le digo- y además es mi historia –le agrego-. De alguna forma termino conectando todo, para que él me diga que parece que yo quiero hacer que la relación de mi viejo y mi abuelo sea amistosa. Que yo trato de sanar esa relación. Que yo tengo mi historia. Me acuerdo de eso y se me caen algunas lágrimas por lo imposible, por lo revelador, porque nunca fue una relación amorosa que digamos. Se reclamaron tantas cosas el uno al otro.  Tal vez escribo esa historia para justificarlos o para justificarme.

Pienso en ese “show” del árbol genealógico, alguien más me advierte que las historias del pasado de otros son justamente historias de otros, que yo tengo que hacer mi historia, tal cual repite el psicólogo.

Quizás alguna parte mía sea escribir historias, cuentos, cosas sueltas, crónicas breves, algunas mejores que otras, pero sin dudas es parte de mi historia. En medio de la sesión terminamos hablando de la pandemia, de la tragedia que nos atraviesa y de cómo algunos la niegan, y como existe por parte de muchos esa sensación de angustia a flor de piel, pero “acá hay que seguir”, casi que ni tiempo de llorar a los que perdemos.

Mientras tanto también hay cosas por hacer, por ejemplo, escribir historias mínimas y contar que cuando salgo de terapia pienso que el tipo ya se olvidó de lo hablado, que el psicoanálisis puede ser lento para un ansioso, yo igual me subo al auto renovado, prendo la radio, cuentan que no habrá restricciones, que la economía, no sé qué más, y que “la crisis no puede restringir libertades”, puteo y pongo música.

 

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