Sin poesía en la derrota.

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

“Derrota digna” dice el boludo de Juan, será digna para él. Yo no creo en las derrotas dignas casi bajo ninguna circunstancia. Ese pensamiento bilardista que varias veces he llevado más allá del fútbol, esa idea de que lo que importa es ganar y lo demás pierde sentido.

Venimos los cuatro en el auto, terminamos de perder un partido sobre la hora en la final de la “copa amistad”, ese es el nombre que le ponen a las copas de los peores equipos, los otros juegan copa de oro, copa de plata, nosotros venimos de perder en el último minuto un partido que ganábamos 2 a 0. Silencio, la radio con música. Juan diciendo boludeces, todos tienen el decoro de no repasar el partido, de no volver a decir nada de lo que acaba de pasar y menos de esa última jugada, a ese momento que no deja de repetirse en mi cabeza, mastico por dentro bronca y vergüenza, en algún momento me quiero justificar. Pero prefiero el silencio. Y en mi cabeza sigue pasando ese momento en el que el 7 de ellos tira el centro, la pelota viene directo a mi cabeza, intento saltar pero me quedo clavado, no puedo despegar del piso, el cansancio y los kilos de más no me lo permiten, me desespero, quiero agarrar al petiso de ellos que de ninguna manera puede ganarme en un cabezazo a mí, en un movimiento extraño tropiezo con mi propia pierna derecha y voy cayendo en cámara lenta, veo como el chiquitito ese va a cabecear, cuando quiero apoyarme mi mano se engancha en el pantalón, ese short de mil batallas y se me rompe, por alguna razón el slip que uso de cábala se baja a la par del short, siento las manos atadas, el petiso de ellos me mira y no cabecea, se distrae, escucho risas de afuera, nuestro arquero también queda atónito, yo estoy medio desnudo tirado en el área chica, la pelota me pega de lleno en la cola, que tiene apenas un poco del slip y la pelota se mete al lado del palo derecho del flaco Diego que cuando reaccionó ya había entrado.

Me decido hablar, no hablo del hecho, pero necesito hablar. Hablo de otras derrotas, hay cierta poesía en la derrota dicen algunos. Entonces recuerdo a Mariela y les cuento ese “fracaso” en las playas chilenas, Mariela no me daba bola y después de 4 días había logrado que pasáramos un rato juntos pero que después de comer unas empanadas de camarones me dio una gastroenteritis, que traté de disimular lo que más pude, transpiraba frío, el estómago me hacía mil ruidos, ya no pensaba y cuando creía que lo lograría al despedirnos ella se acerca a darme un beso en la mejilla y me cagué, todavía quedaban días de vacaciones pero no volví a esas playas ni a ver a Mariela.  Nos reímos fuerte los 4.

Juan se animó a decir que no merecimos perder, que nos faltó estado físico, que a veces es cuestión de suerte. Casi lo mismo que hemos dicho a lo largo de todo el torneo. Mariano asentía, Martín no hablaba. Tomé coraje, entonces les pedí perdón. Nadie dijo nada. Yo seguí: No creo en derrotas dignas Juan, pero entiendo que las hay, tal vez para vos que jugaste bastante bien. Para mí además de derrota fue humillante y no solo porque estaba medio en pelotas tirado en el área chica de una cancha de un torneo amateur con las manos envueltas en un short destruido con el slip enganchando a la vista de todos y que estaba también mi torpeza ¿Sabés que fue lo peor? -hice una pausa- No lo gritaron, nadie gritó el gol con el que eran campeones de la copa que no le importa a nadie hasta que la jugás. Nadie se acercó a preguntarme si estaba bien, me levanté solo y salí por al lado del palo. El 5 de ellos se reía, el petiso se levantó y camino hacia la mitad de la cancha y ni siquiera apretó el puño.

En mi relato no pudieron evitar reírse muy disimuladamente, estaba ahí guardado esperando, tal vez, que me bajara del auto. De golpe yo me empecé a reír al repasar la escena. Y Martín que no había hablado nada hasta el momento dijo: La verdad, nos ganaron de culo.

 

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