Entre estornudos y tecnología.

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

Estornudo por cuarta vez consecutiva. Espero el colectivo en calle Rioja rodeado de plátanos, esos árboles que tiran como pelusitas, (no de bananas). Me pregunto ¿Cómo se les ocurrió plantar esos árboles tan polinizadores y que potencian alergias? Alguna vez escuché que Mendoza es lo peor para los alérgicos, creo que fue esperando el micro bajo un árbol. Pienso en lo necesario que sería una lluvia para limpiar el aire, para limpiar todo.

Ahora con una aplicación uno sabe más o menos en cuanto viene el colectivo que uno ha de tomarse, la tecnología al servicio de calmar ansiosos. Antes era toda una incógnita, la adrenalina de no tener tanta información. El crecimiento en las aplicaciones va a velocidades siderales. Cuantas cosas nos ha dado la tecnología pero en esas miles de posibilidades que una encuentra en su mano aún muchos siguen esperando “ese” mensaje, solo eso, un mensaje o esa señal en cualquiera de las redes, ese guiño tecnológico que nos permita sentirnos “más cerca”.

Y así estoy hace unos días con el celular silenciado, ya que en un principio creí que con eso bajaría mi necesidad de encontrar en la virtualidad lo que no pasaba en la realidad. Pero no resultó, miro la pantalla a cada rato esperando esa notificación. Me doy cuenta con los días que las conexiones virtuales que creí se sostendrían más allá de las reales también se han desvanecidos.

Te escribí un mensaje mil veces, lo borré novecientas noventa y nueve.

Ese lo envié pero después lo borré. Otra posibilidad de las nuevas aplicaciones el arrepentirse pero quedar expuestos. Te “botonea” el arrepentimiento. Así y todo no has intentado contactarme de ninguna forma.

Estornudo un par de veces más, el teléfono vibra en mi bolsillo, seguro un mail. Se acerca el micro unos minutos después de lo que decía la app. Subo, me siento en el penúltimo asiento de los individuales. Creo verte caminando por Garibaldi. Agarro el teléfono y ahí está. ¡Tu mensaje! ¡El mensaje! Lo borro sin leerlo, no pienso contestarte. Estornudo por décima vez y me dispongo a leer un libro que me distraiga del viaje, de la vida y la tecnología.

 

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