Sobre carreras, Fórmula 1 y mi viejo.

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

Voy en el asiento de atrás de un Dogde 1500 recién salimos de comprar en el Momotombo que vende los mejores sanguches triples de Mendoza. Doblamos por Vicente Zapata y enfilamos para volver a Luján, empalmar el acceso sur y ahí justo antes de doblar por el Cóndor empieza la carrera. Yo tengo entre 12 y 14 años. De ahí y hasta la entrada de la calle Azcuénaga estamos corriendo un gran premio de Fórmula 1, nuestro auto es un Tyrrel piloteado por Jean Alesi, un francés que corrió un muy buen gran premio de Mónaco y el próximo año correrá en Ferrari.

Mi viejo que en este momento está en plena aceleración no sabe de lo que es parte, los otros autos tampoco, solo yo sé la magnitud que tiene este regreso. Hemos largado en la posición 15 y eso va variando. El acceso está oscuro, salvo en algunos cruces como  Rodriguez Peña o Sarmiento. Y por supuesto te iluminan las luces de los otros autos. En mi cabeza relato la carrera, cierro el puño cuando pasamos alguno. Sufro en silencio al ser superado. A pocos kilómetros de la bandera a cuadros mi hermano me habla y me muestra un juguete de He – Man que le trajeron los reyes pero yo no dejo de mirar al auto que viene atrás, parece ser un Peugeot 504. Estamos en un decoroso 5 puesto y no quiero que lo perdamos, adelante va un Renault 12.

Mi viejo veía la Fórmula 1 por Reuteman y me despertaba con él a ver las carreras. Después, aún sin el Lole, las siguió viendo y yo seguía ahí. Así conocí a Alesi y me hice hincha de un tipo que prometía, pero fue solo eso, corrió más de 200 grandes premios y solo una victoria.

Con el tiempo fui perdiendo interés en la F1, no era en su momento un sonido simpático de domingo a la mañana. Cuando mi viejo dejó este plano para pasar a uno más espiritual y de menos sufrimiento, la dejé de ver. Este año, 5 años y medio después volví a ver las carreras, me levanto temprano y de alguna forma vuelvo a compartir. Juro que no es algo que haya planeado, de repente volví a sentir interés y hace unos meses atrás saqué esta cuenta.

No importa que cuente que es el campeonato más peleado en mucho tiempo, lo que importa no es la F1 sino donde esta foto me llevo a viajar otra vez con mi viejo como lo hacíamos, como lo hacemos.

Nota del escritor para jóvenes y no tan jóvenes:

El Momotombo estaba en calle Rioja y Don Bosco, creo que después de que cerró no vi otro negocio en esa esquina.

Sí, se podía doblar al Este por Vicente Zapata.

El Acceso Sur no era ni cerca lo que es hoy.

La ficción y la realidad  están separadas por una línea muy fina.