No creo en navidades (algunas).

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

Mi mamá me llama, yo estaba jugando con los autitos en el patio. Me llama solo a mí. Mi hermano se queda entonces con un Mustang azul de colección en la mano que me regalaron unas de las veces que me “dejé” sacar sangre cuando tuve Hepatitis. Camino por el pasillo y la veo sentada en cama perfectamente tendida con cara de circunstancia. También está mi Papá. Yo tengo 8 años, pero me doy cuenta que van a decirme algo importante.

Yo estoy parado, esperando que hablen, entonces sin anestesia mi viejo dice: – Papá Noel y los reyes no existen. Somos nosotros.  – Los padres hacemos los regalos. – Agrega mi mamá.-. Yo rompo en llanto me dejo caer sobre la cama y lloro, ellos me abrazan.   En ese momento me pasan mil cosas.

Años después y en mi necesidad de poner palabras y buscar explicaciones (algunas innecesarias) a ese llanto. Imagine motivos, por ejemplo: Que de alguna u otra forma se rompía la idea de que algo mágico existía, la posibilidad de creer en algo que permitía tener regalos. Otra fue la sensación de que gran parte del todo es una mentira, si tus padres te van a mentir. ¿Cuánto hay de verdad en lo demás? De ahí probablemente mi ejercicio de la duda que persiste hasta hoy. Y la otra opción o que se suma a esas, es sentirme un boludo defendiendo ante mis amigos que me decían estas verdades y que me enojaban.

Sé que todo esto es una exageración no solo literaria. Y lo sé desde el momento que un año después le comentaron lo mismo a mi hermano y este respondió: – Bueno. ¿Pero ustedes me van a seguir regalando?

Podría decir que no creo en navidades por eso, por el capitalismo y su imposición del tipo vestido de rojo gaseosa, por las juntadas forzadas. Por la obligación de la alegría navideña y la felicidad impuesta. Pero sin embargo hay un espíritu navideño, no obligado a la alegría, pero ahí está como ritual y podría hasta tener otro nombre. Tal vez no crea en las navidades de publicidad, en la de los meritocratas que creen que los regalos miden bondad.

Vaya esta historia como deseo de un feliz encuentro, con el nombre del ritual que quieran.

Mis hijas han contado los días para este día, así que así nos saludaremos. Con un ¡Feliz navidad! La más grande ya sabe, lloró cuando supo, nos abrazamos, pero mantiene su espíritu, la más chica sospecha, pero solo cree en lo que quiere creer (como todos).

¡Felicidades y salud!

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