La numerología cabalística y la resignificación.

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Seba Heras

Me reconozco cabulero, empezó con el fútbol donde me permitía cierta irracionalidad o fe, creía que el uso de ciertos botines, me daban un toque de suerte. Con el tiempo aparentemente necesité más suerte y ya sumé lo de usar la misma ropa interior, que se desgastaba, pero garantizaba goles y gambetas. En ese momento me persignaba para entrar a la cancha como los jugadores en la tele, también saltaba con mi pie derecho al rectángulo de juego.  

Mi abuela usaba un nudo en un pañuelo cuando jugaba Central y decía: – “¡Pilato, Pilato si no gana Central no te desato!” Yo jugué algunos partidos en primera de la liga mendocina, sin demasiada suerte, ni cábalas que alcancen, ya había trasladado ciertas “costumbres” (diría Bilardo) a otros aspectos de la vida. Así como hincha escuchaba los partidos en el mismo lugar físico y por la misma emisora, apagaba la radio por dos minutos cuando íbamos perdiendo esperando que al prenderla el resultado hubiera cambiado y mantenía ciertas cábalas de vestimenta los días de partido. También tenía mis cábalas para rendir, en la facultad usaba una remera naranja que en las últimas materias era un trapo.

Pero desde hace mucho tiempo me empezó a pasar algo con los números. No puedo dejar el volumen de la radio del auto, ni de la tele en 13 ó 17. Mi viejo decía que él no creía en esas “webadas”, pero que algunas de las cosas malas que le pasaron siempre era un 24. Entonces desde ahí evito ese número también, no lo uso en las camisetas del fútbol de los sábados, ni en volúmenes, ni en las filas del cine, o sea casi lo mismo que pasa con el 13. Digo solo la “yeta” porque “la desgracia” (el 17) ha cambiado su significado desde hace unos meses cuando una “numeróloga” me dijo que mi número es el 8 o la suma que dé 8 (1+7). Sí, sí, usted lector y yo sabemos lo absurdo que es todo esto. Pero hay aerolíneas que no tienen fila 13 ó 17, o edificios sin piso 13.

Con la edad le he prestado atención a los significados de los sueños traducidos a números quinieleros. (Aprovecho para mandarle un saludo a mi psicólogo si está leyendo esta crónica) No he ganado con el juego. Ni he analizado sueños. Pero también desde hace un tiempo evito el 47 y 48, no siempre depende de cierto estado emocional, o la posibilidad de re significar.

No imaginé hace más de un año llegar a escribir tantas crónicas, ya con esta son 48 y sin dudas el significado del número es otro; yo que usted le jugaría a la quiniela.

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