Algunas risas perdidas.

Por Juan Pablo Barrera | Foto: Archivo

“Un costillar a la llama” dijo el Ruso. Y en épocas de vacas flacas, de invitaciones escasas, que Luis Miguel Zelenki festejara su cumpleaños con un costillar era para que de una buena vez nos juntáramos los 7.

El Bocha y el Cuervo llegaron juntos y venían hablando de fútbol, de lo bueno que Messi sea feliz en la selección. El Ruso me mira y se cruza la banda en el pecho mientras me dice: -“A mí lo único que me importa es el Millo”. (Prefiero no hacer referencia al VAR). Yo empiezo a cortar un salamín. Mientras se acomodan, llega el Ale que anda medio bajón y se prende un pucho con una brasa. Mientras hablábamos de la inflación, de que ya no alcanza la plata, llegan Martín y Pedro, este último al grito de: – ¡¿En qué andás vos Luis Miguel?! ¡¿Contá Ruso, de dónde sacaste este costillar?!

 –          Me lo dio un cliente en forma de pago, era esto o no cobrar – aclaraba, tranquilamente, el contador Zelenki, con un pedazo de pan en la mano-

–          Vamos a volver al trueque en cualquier momento – decía el Cuervo, tan optimista  y “apolítico”, como dice ser.

–          No te quejaste mientras se la fugaban toda. -dijo Martín medio en joda, medio en serio, mientras comía un salame con queso.-

Y si bien uno no elegiría amigos del otro lado de la grieta a esta altura de la vida, ellos son amigos de antes. Yo un poco estoy de acuerdo que los “apolíticos” le perdonaban a Macri mucho más. Aunque tal vez esté equivocado en mi percepción.

–          Ustedes notaron algo que realmente es grave -dijo el Ale que habló muy poco en la noche.-

La palabra “grave” es la que logró llamar la atención de todos, mientras el Ruso tiraba una leña más y se acercaba. Algunos dejamos de hablar de que el VAR es un papelón y “ahora la sospecha es doble”. Y nos “preparamos” para la “revelación”.

–          Dale, Ale, no te hagas el enigmático. –  Dijo el Bocha-.

–          Cada vez nos reímos menos, con los años nos vamos riendo menos. – dijo mientras miraba la brasa del cigarrillo. Y siguió antes de que alguno emitiera palabra ante la poca profundidad de lo expresado. – Cuando sos chico te hacen cosquillas y te reís a carcajadas, lloras de risa con que te hagan algo de cosquillas, con los años parece que te vas apagando ¿Porque ya no hay cosquillas debajo de los brazos? ¿O en la panza?, ¿Qué pasó? Y también te reis de chistes fáciles, de algún nombre raro, de alguna caída. De payasadas que haces o hacen en la escuela. ¿Algo se apaga? ¿Se perdieron? – se preguntaba mientras prendía otro pucho.

–          Pero nos reímos cuando nos juntamos – le dije intentando dar un marco distinto, mientras me acordaba de mi hija más chica diciendo que: – “Los grandes casi no se ríen”. –

–          Y dicen que es bueno reírse, libera gratifinas.

–          ¡Endorfinas, Cuervo, endorfinas! – lo corrigió el Ruso mientras se acercaba otra vez al costillar.-

–          Es verdad que hace mucho que no lloro de risa, que se yo, será que uno no para la cabeza.

–          Yo la última vez que me reí mucho me sentí mareado, me hiperventilé. – Decía riéndose Pedro.-

El costillar estuvo riquísimo, estuvo bueno juntarnos después de tanto tiempo, nos reímos pero no tanto como cuando te hacían cosquillas de niños. Y yo estoy ahora llegando a mi casa y no dejo de pensar en lo que dijo el Ale, que me gustaría reírme más, sin hiperventilarme, y si será verdad que al hipo se lo cura con la risa, porque hace 10 minutos que no lo puedo cortar.