3 agujas.

Por Juan Pablo Barrera 

“Hay un reloj de esos de péndulo de tamaño mediano que hace ya varios años dejó de funcionar. Venía, según entiendo pasando en la familia y cuando murió mi abuelo le tocó a su hija menor, o sea, mi mamá; sin embargo, el que lo cuidaba, le hacía mantenimiento y le daba cuerda era mi papá. Cuando temblaba el reloj se paraba a la hora exacta por más mínimo que haya sido el movimiento telúrico.  Bueno hace unos días, aun colgado en living, pero en función decorativa y por razones que todavía tratamos de entender, volvió a andar”.  Así empezó su historia el Cabezón como periodista digital que titula en busca de clicks y le sirvió, de alguna forma logró interesarnos.

Había que reconocerle cierta renovación en su manera de contar, en otra época uno lo escuchaba de fondo, estábamos ahí, pero se perdía en el relato después de la primera pausa, era complicado para contar, era de abrir paréntesis tras paréntesis y te alejabas del relato principal, era un lagunero del relato. Pero esta vez logró la atención de todos los que estábamos ahí, incluso de otras mesas.

Y siguió (aunque para mí “flaquéo”): “Yo no creo mucho en espíritus y esas cosas, jamás hice el juego de la copa porque me da miedo y no lo haré, pero la historia es que durante 5 minutos de último domingo a la hora del vacío existencial el reloj estuvo andando. No sé si había pasado antes, después de eso no volvió a pasar, estamos esperando el domingo, que sé yo. Mi hermano le buscó una explicación de la mecánica interna del reloj, mi vieja decía que quizás era algún mensaje, yo aún escéptico pero contrariado y apuntando lógicamente a la explicación científica a su vez quise pensar en mi viejo al que todavía le busco un lugar fuera y dentro de este mundo”.

Algunos ya habían perdido el interés, pero mantenía un buen crédito esta vez a pesar de los fiascos del pasado. Yo he confirmado, en esta era de inmediatez no se puede tener la atención mucho tiempo, ni siquiera contando una historia por más mínima y buena que sea. Esta parecía ser mínima pero el pasado como “contador” del Cabeza y ciertas dudas empezó a desvanecerse el entusiasmo del principio. Tengo que decir que también muchas de las historias pasadas eran ficticias pero las “vendía” como verdaderas. Fuimos “descubriendo” que éramos sus conejillos de indias para sus pruebas literarias y un poco dejamos de prestarle atención, quizás hemos perdido historias fantásticas que después termino publicando, dicen que es bueno, pero muchas veces desde cerca no se ve.

Andrés Nicolás (Así se llama el cabezón; sí, el apellido es Nicolás). Cuando la historia se fue diluyendo hacia la nada reconoció que estaba experimentando esta nueva manera de iniciar sus historias para publicar en redes, pero que lo del reloj era verdad. Me invitó a su casa el domingo, por ser el “más frío de la mente” dijo.

Y ahí fui, caí con unas medialunas, la madre rezando un rosario en la cocina con unas amigas, y a la hora del corchazo del domingo, el reloj no hizo nada, estaba clavado en las 7 y 25, yo hice fuerza para que se moviera, internamente quería, cuando me acerqué bien pude notar una humedad en toda la pared que estaba arruinando lo poco que quedaba del reloj, quizás fue el óxido que se estaba formando en las piezas internas. Le dimos cuerda con la llave, pero nada. Cuando me estaba yendo a esperar la trompada de vacío de esa tarde noche, después de algunos mates más el reloj marcó las 7.30 aunque eran las 8 y sonó el “gong” tímido 1 vez. Yo lo miré sorprendido al Cabezón y él sonrió no sé si con esperanza o picardía.  Le di un abrazo y me fui sin decir nada a esperar el lunes mientras miraba en mi muñeca un insulso reloj digital.