Paraguas (De cuando llovía)

Como ya les conté en la crónica 51, en ese “refrito”, con el Seba la idea de hacer algo que uniera lo que hacíamos es anterior a cuando estas crónicas vieron la luz en El Otro (tampoco hicimos muchas). Más precisamente en el final del invierno del 2017. Me llegó al mail esta foto, fue la primera que buscó inspirar un relato que tenía como condición ser lo más corto posible; en ese momento, quien aquí suscribe, escribió lo que van a leer a continuación que tiene el plus (quizás sea lo único) de ser lo primero de esta dupla.

–          “Las construcciones elevadas, en ciudades como esta, dan una perspectiva distinta. Los colores, por ejemplo de los árboles, la de la ciudad de tarde o de noche a veces más, ya que uno está arriba de la luz, mirando desde este lugar  las imágenes son distintas” una voz muy parecida a la suya le relataba todo eso en su cabeza mientras apoyado en la ventana de su departamento Martín fumaba un cigarro armado. 

La lluvia que comienza a caer confirma lo que las nubes grises, que se veían desde cualquier altura, presagiaban. Lanza el humo de su boca hacia fuera, hace un poco de frío pero no tanto, y mira como la gente se esconde del agua, o inclusos algunos corren; un señor se tapa con un diario, unas chicas corren, pero le llama la atención un tipo con paraguas, parece que lo único que pasa o se ve en ese momento es esa imagen, tapando todo lo demás, camina casi como disfrutando el evento meteorológico.

–          “Yo no recuerdo tener paraguas” piensa y se responde en el mismo tono que suelen tener esas voces. “Es que tampoco hace mucha falta en esta provincia”, otra voz o tal vez la misma le aporta “El tipo no debe ser de acá. El que vive acá por más que tenga uno no lo agarra antes de salir”“Igual el clima cambió, ya no es lo mismo, y no creo que sea el niño o la niña ¿Calentamiento global?”, surge esa pregunta del festival de voces en la cabeza. “Mi papá diría que fue el dique Potrerillos que nos cambió el clima por más que lo nieguen”. “Acá no llovía tanto”, casi le grita una voz muy parecida a la de su viejo. “¡Hasta niebla hay ahora!”. “¿Habrá que plantar soja? Son los únicos beneficiados esos”.  El tipo sale de su vista, cada vez hay menos gente en la calle, la tarde sostiene sus últimas luces, exhala la última seca, cierra la ventana, se limpia el puño de la camisa, la acomoda dentro del pantalón, se mira los zapatos un poco mojados. El timbre suena cortito un par de veces. Abre la puerta con una ansiedad poco habitual: – Justo entra la del 2ºA y lo saluda. Entonces mira como apoyado sobre el marco de la puerta apoyado el paraguas que está mojando la alfombra. Él se mira otra vez lo zapatos y se da cuenta.