A veces te la tenés que creer.

Por Juan Pablo Barrera 

No creo ser tan buen lector para ser escritor, ni creo ser tan buen escritor como si lo soy como lector. Quizás suene paradójico, quizás esta crónica sea una paradoja en sí misma, ya que no será tan crónica.

“Vos te la tenés que creer”. Me decía de manera insistente Andrés, el tipo exudaba confianza en lo que encaraba siempre. El sí se la creía y yo admiraba esa seguridad sostenida en el entusiasmo. Su incapacidad o su gran virtud de no ver las limitaciones era algo sorprendente para mí invadido inconscientemente por miradas acusatorias.

Durante años cada vez que me invitaban a la biblioteca municipal, para eventos relacionados a la escritura me sentía extraño, casi un usurpador, algo que se agravaba cuando recorría los pasillos en busca del libro de mi autoría que doné allá por el 2008 y que nunca encontré. No decía nada a ningún empleado, ni a la gente del club del lector que me había invitado sobre la ausencia de mi libro. En esos momentos sentía que me convocaban de relleno porque faltaba uno. Con el tiempo logré que algunas editoriales me publicaran algunos cuentos más, y aun así seguía con la misma sensación. Traté varias veces en terapia esta idea destructiva en la cual creía que habían elegido mis los cuentos de casualidad. Este atentado al disfrute me siguió durante mucho tiempo.

10 meses atrás me invitaron otra vez a un encuentro de escritores, yo llevaba cuentos nuevos y mientras esperaba me pasó lo mismo de siempre; recorrí nuevamente los pasillos buscando aquel  libro o alguno de los que doné que tenían mis cuentos y una vez más no encontré nada, para la biblioteca no era escritor, por lo menos en los pasillos. Terminé leyendo algunos de los nuevos cuentos y los presentes se rieron bastante, sentí en medio de las risas que quizás era escritor, a principios de 2021 me había animado a decírmelo tímidamente, “soy escritor”, a convencerme de que lo que escribo me permite considerarme uno, aunque sea mejor lector.

Hace unos días me acordé del Andrés y su atrevimiento a encarar todo como si fuera Messi aunque tenga menos gambeta que un rústico defensor. Estaba en Buenos Aires presentado un libro que lleva un cuento mío. Sentado en la mesa de un bar de Palermo esperaba subir al escenario y mientras me apretabas la mano me di cuenta que era escritor y aunque sabía que no era Fontanarrosa, por un momento me lo creí. 

 

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