De deseos y cumpleaños. 

Por Juan Pablo Barrera

Hace unos días fue mi cumpleaños, me resultan raros esos días de festejo, no sé bien lo que pasa pero no es un día cómodo. Uno podría pensar que es por las ausencias, o por el número que se impone en medir el inexorable paso del tiempo.

Pero estas sensaciones extrañas son anteriores, aun siendo joven, quizás con el tiempo busque justificativos para poder explicarme ese trasfondo de cierta angustia, aunque no sé si definirla como tal.  Quizás sea porque soy de virgo, dirían los centennials.

Que la vida se festeja no hay ninguna duda, más después de, justamente, algunas muertes que llenaron de ausencias que aún se extrañan. Pero no sé qué registro interno genera mi onomástico que me siento contenido en la algarabia, porque es con el mío. Los festejos ajenos se llenan de alegría.

Cuando cumplo años pienso en la muerte más que otros días, también pienso en como seguramente valoraran más mis escritos cuando ya no esté en este plano, porque la muerte mejora. Así de absurda la cabeza.

A pesar de todo ese atentado a la fecha, lo llevo bien, yo creo que cada vez mejor. Pero creo tantas cosas. 

Ese día me saludaron vía redes sociales algo así como 150 o 160 personas, entre los que estaban amigos reales y otros que las redes dicen que son mis amigos. Esa falacia de amistad virtual. “A los amigos se los cuenta con los dedos de una mano” decía mi viejo atomizando la posibilidad de tener amigos.

Este año fue un lunes y mientras soplaba las velitas y me rodeaban niñas y niños para los que es todo un evento ayudar al cumpleañero a apagar las velas, pensé en los deseos. Fue por unos segundos que sentí una sensación de plenitud y alegría que me pareció tan extraña que me angustié, casi como si la alegría estuviera mal. Pero bueno, ya lo trataré en terapia.

Mis hijas me pedían que no me apure, que pida los deseos tranquilos. Entonces respiré profundo y en casi una epifanía me di cuenta cual era el deseo que podría permitirme o darme  felicidad, y ahí lo imaginé a Messi levantando la copa. Soplamos con fuerza, yo me sonreí.

(No se cómo será el próximo cumpleaños, en terapia trataré unas cuantas cosas más, seguro lo llevaré mejor que este.  Los otros dos deseos los dejo para mí, no quiero parecer tan termo).