Ideas

Por Juan Pablo Barrera

Estoy haciendo un curso online que me compartió mi psicóloga sobre como focalizarse en un tema y no dispersarse en varias ideas. Lo sigo trabajando y pienso que puede ayudarme en lo de la escritura. El curso es entretenido pero yo prefiero presencial, es como que me ayuda más sino me distraigo y empiezo a pensar cualquier cosa. Aunque con esta lluvia es mejor hacerlo desde casa y no salir a mojarse por un curso del cual, no estoy tan seguro de su efectividad.

Llueve, algo que no pasa muy seguido últimamente. En una provincia que necesita agua que caiga del cielo, suele ser una bendición. Así y todo cada vez que llueve demuestra que no estamos preparados para este fenómeno meteorológico.  Las acequias se desbordan, se corta la luz por tres gotas locas, se inunda el túnel del shopping. La mayoría anda sin paraguas y los que tienen no saben manejarlo; caminan por debajo de los techos, chocan a los demás transeúntes.  Porque hay que saber llevarlo, es como que de golpe el espacio que uno ocupa es más grande y la movilidad reviste de cierta torpeza producto de la falta de costumbre.

Yo soy un tipo de costumbres, sin embargo hace unos días estuve en un boliche después de mucho tiempo. Entonces pensaba escribir sobre la cierta soledad que hay en sobriedad, en esos lugares, también me parece digno de un cuento escribir directamente sobre el ritual del baile e intentaré hacerlo más adelante, aunque empecé a darle forma a una historia de alguien sobrio por obligación en medio de un evento donde el alcohol es una buena excusa, ya veré.

Yo no soy de bailar muy bien, no quiero decir mal para cuidarme un poco pero mi contextura tampoco permite movimientos tan armónicos; en algunos momentos lo disimulo principalmente cuando el tema impone saltar.  Un poco me molesta que en cierta sobriedad me dé cuenta que quien baila conmigo tiene meneos precisos y yo parezco una marioneta.

Con lluvia manejamos lento y quizás inseguros, ante un evento no habitual uno toma ciertas precauciones. Mi viejo, rosarino y acostumbrado al clima húmedo y lluvioso decía: los mendocinos no saben manejar con lluvia, lo cual me parece una exageración. Me acordé de eso cuando en el acceso sur debajo de una lluvia invernal pero en primavera pasé un Fiat 600 que iba bastante rápido; ese fue uno de los primeros autos que yo registro de mi niñez, era blanco el que teníamos, un volante gigante y un olor a cuero que todavía puedo sentirlo. Es muy loco lo que pasa con los olores, como con el aroma a lluvia.

Mientras estoy llegando al centro, veo muy poca gente con paraguas que tratan de no mojarse, el semáforo da verde, yo me quedo pensando en el curso para no dispersar las ideas y siento que no estaría funcionando del todo. En la radio suena un tema que en el boliche lo salte re bien.