Besos por Instagram.

Por Juan Pablo Barrera

Nuestros primeros bailes fueron los cumpleaños de 15 de algunas amigas. Al principio nos quedábamos en ronda, tomábamos alguna gaseosa, movíamos los pies y quizás te acercabas alguna amiga o compañera de la escuela, pero te mantenías cerca del grupo con el que habías ido. Meneabas la cabeza con la música, te la pasabas mirando fijamente a la que te gustaba y si eso ocurría, te ibas a tu casa con los oídos haciendo “piiiiiiii”.

Después de esos primeros bailes, uno ya empezaba a colarse en salones y se conseguían tarjetas de cumpleañeras desconocidas. Se podría pensar que uno mejoraría en el arte de la danza pero de ninguna manera eso pasaba, seguíamos siendo momias con más confianza. Esperábamos los lentos porque era más fácil cuidar la imagen en la cercanía y la lentitud de movimientos que bailando algún ritmo movido de manera descoordinada. Sabíamos que nuestras chances limitadas bailando movido se esfumaban.

Una noche mientras volvíamos a casa caminando por la calle a las 4 de la mañana el flaco Claudio me confeso que se había enamorado, que era la segunda vez que bailaba lentos con Mecha y le pasaban cosas, en esa energía adolescente, el sentía que era amor, a la distancia tal vez no lo era.

Antes de llegar a casa me dijo que la iba a ir a visitar ese mismo sábado a la tarde, y me preguntó: – ¿Me acompañas? No me animo solo. Alibertid 14 es la dirección.

–          No existe esa calle- le dije yo- ¿Será Alberti o Alberdi? Le pregunté. –  

Se encogió de hombros y dijo: – Debe ser Alberti. Dale acompáñame. – insistió. – Yo lo mire extrañado, nosotros no faltábamos nunca al futbol en lo canchita del poli. Pero le dije que sí.

–          Alberti 14. Alberti 14.- repetía el flaco para no olvidarse.-

–          ¿Cuantas calles Alberti hay?. Ella no es del barrio, ni siquiera es de Luján. ¿Escuchaste bien?

–          Eso me dijo, me lo repitió dos veces más.

Nos pasamos ese sábado buscando una calle Alberti y no la encontramos, al próximo sábado fuimos hasta Godoy Cruz, no eran épocas de GPS, y encontramos una calle Alberti, pero el 14 no existía. El flaco se angustiaba cada día más, también fuimos a Maipú y nada. Íbamos a cumpleaños de 15 a buscarla a ella. No la encontramos más, ni a Mecha, ni a esa dirección.  En una fiesta en la sociedad española encontramos a una amiga que nos dijo que Mecha se había ido de la provincia porque el papá trabajaba en YPF y lo trasladaron a Salta. El flaco quiso ir a Salta.(obvio no fue)

Hace unos días estuve con él, le hice el mismo chiste de siempre de Calle falsa 123. Y esta vez se sonrió distinto. Me miró.

–        ¡La encontré! Encontré a Mecha. – Lo dijo tan tranquilo que me pareció que mentía. –

–          Aja, dale Claudio – le dije seriamente. –

–          Si, la encontré gracias a las redes, tanto me quejo de que mis hijas se la pasan ahí, pero mirá. La verdad yo hace tiempo la vengo buscando, no te iba a contar, pero cada vez que me decías el chiste de la calle de los Simpson me atravesaba cierta angustia, quería saber porque me mintió. Empecé en Facebook pero nada, hasta que hará un par de meses la encontré en Instagram, dude si seguirla, después dude si le reaccionaba o no a las historias, hasta que le tire carita enamorada y empezamos, ya sabe quién soy, al principio no se acordaba mucho, pero después recordó de nuestro encuentro en el club social y que paso todo un sábado esperándome en la ventana de su casa.

–          ¿Y?

–          Libertad 41. Esa era la dirección. Un tema de dislexia mental mío parece que fue o la cerveza que me paso el tio Roberto en el baile, o una mentira muy bien sostenida por ella. Ahora vive en Salta y la verdad ya no me importa, ahora estamos a los besos por Instagram.