Pajaritos.
Por Juan Pablo Barrera
Cuando yo era chico no estaba mal visto tener aves enjauladas. Si bien hay pajaritos domésticos como el canario o por lo menos sé que aún hoy hay gente que se dedica a la cría de los mismos, canaricultura se llama, en la actualidad es un delito. Estoy contando esto porque hace unos días estaba en la montaña, subimos un domingo a tomar algo y vi entre medio de las jarillas un Siete Cuchillos hermoso, su pico amarillo brillante, sus colores bien definidos tuvieron un efecto “ratatouille” que me llevo al pasado; a cuando íbamos a cazar pajaritos con mi viejo.
A mi papá le decían gorrión, recién ahora relaciono su apodo con esta historia de los pájaros aunque no viene de ahí. Recuerdo que yo a veces me pasaba las tardes con una caja sostenida por un palo que ataba a una piola y ponía migas para atrapar Palomas. Dejaba caer la caja sobre ellas y después las soltaba por se mueren en cautiverio, lo mismo que los Gorriones, o el Zorzal Gato. Lo que no recuerdo bien es como en algún momento mi viejo llevó eso a otro nivel. Una tarde de domingo en algún cerro de Barrancas, donde había uno de esos caños de agua que están al costado de la ruta donde cargan los camiones “aguateros” , esperábamos que alguno caiga en la trampa, que rodeaba al “llamador”; mientras en el Fiat 128 escuchábamos un partido. Y mirábamos por el espejo retrovisor si cazábamos algunos. Esa fue una de las primeras veces que fuimos a cazar, lo sé porque mi papa no tenía ni trampero ni “llamador” se lo había prestado Don Chicho, ese señor sí que tenía pájaros; dos jaulones más altos que yo llenos de distintas especies que apenas te veían cantaban muchísimo.
Con el tiempo el Rubén logró tener un jaulón, más chico, que podía dividirse en tres pero que fue llenando de pajaritos silvestres que íbamos a cazar a la montaña. Había Siete Colores, Calafates, Jilgueritos, en otra parte Siete Cuchillos porque eran bravos esos y arriba en una jaula sola un Cardenal igual al que tenía mi abuelo, blanco con la cabeza roja. Recuerdo que una vez apareció en el patio un Cardenal amarillo que cayó en la trampera que solía llenarse de Gorriones. Y por algunos momentos fue la estrella. Yo ya sabía que el Zorzal Negro se podía cazar era difícil, que a las Palomas y los Gorriones se los soltaba, al “Pito juan” o “Bicho feo” hay que dejarlo que se vaya y al Hornero no se lo toca.
En el patio entre las jaulas individuales y el jaulón habían unos 35 pajaritos. Que se guardaban de noche en una piecita al fondo y se volvían a sacar por la mañana, era uno de los hobby de mi viejo, ahora que lo pienso no sé qué tan legal era esta costumbre. Si sé que nunca vendió nada
Todo eso fue así hasta que llego “el Tom”, un Ovejero Alemán cachorro, no tan puro por que la orejas se le quebraron en el crecimiento más por inmensas que por descuido. Fue el primer perro que tuvimos, cuando fue creciendo envestía las jaulas y los pajaritos se volaban. Algunos volvían a caer en las tramperas, al Tom se lo cagaba bien a pedo y por un tiempo no lo hacía, no mucho tiempo, más crecía, más tiraba las jaulas. En ese momento mi hermano dijo que el perro los quería liberar, que los pájaros no cantaban, pedían ayuda. Lo ignoramos, a mi hermano y a las aves también.
Cuando nos mudamos mi hermano los soltó a todos. En la nueva casa el dueño del patio era Tom y ya no había pajaritos. Mi viejo igual ponía una trampera, un día cayó un Siete Cuchillos, igual al que vi en la montaña, sacó una jaula y ahí lo puso; él sostenía que era uno que se había escapado antes y volvió, cantaba poco y el perro no le daba mucha bola. Mi viejo murió en el 2015, un día después el perro de ese momento (ya no era Tom) embistió la jaula y el pajarito se fue. Al patio de esa casa suelen venir varios Gorriones, pero en los agostos siempre se llena de pajaritos y viene el Siete Cuchillos.