De mundial II.

Por Juan Pablo Barrera

La idea que tuve después de escribir la crónica de la semana pasada fue de no volver a ahondar en el mundial, buscar algo más allá, pero después de la trompada del martes a la mañana en manos de Arabia Saudita no puedo dejar de pensar en el sábado, el partido con México. Ojo que post derrota el mundial pareció desvanecerse, no quería saber más nada con ese deporte infame llamado fútbol. Sentía una angustia de saber que se estaban jugando otros partidos con equipos llenos de esperanzas; eso hacía que quisiera ignorar algo que me era inevitable. Quería tapar el sol con las manos. 

Entonces acá estoy, escribiendo a modo de catarsis y preguntándome ¿qué me afecta tanto? Si yo ya sé que el mundial es una de las mejores representaciones del capitalismo y aún más, es un país construido por petrodólares, el país entero, no solo el mundial. Pero acá estoy en un estado de ansiedad que trato de bajar racionalizando; me repito en la cabeza: “No tenemos la obligación de ganar”. “Es hora de asumir que somos uno más del montón”. “Maradona primero y Messi después nos hicieron creer otra cosa”, “yo ya sé que nos creemos los mejores en todo pero es casi una cuestión de fe” Mi cabeza busca y busca.

“Recién es miércoles” dice un amigo en un mensaje y el sábado me parece lejísimos, por suerte (o no) cuando se publique esta crónica ya será viernes. Repaso y elaboro la teoría de que tal vez, el hecho de que este país haya logrado ser el mejor en algo ha estado muchas veces relacionado al deporte y principalmente al fútbol. Entonces de golpe darte cuenta que eso que creemos es una falacia, que podes perder con cualquiera y que todas nuestras miserias y tristezas compartidas están ahí otra vez, en este país tantas veces olvidado en el culo del mundo. Y quizás esos minutos de alegrías que suelen dar los mundiales sean tan necesarios.

Mi soliloquio mental se detiene con una puteada y preguntándome ¿Cómo vamos a perder con Arabia?, eso me pasa alternativamente en varios momentos. Quisiera ser optimista y poner palabras acá que llenen de esperanza pero por cábala no lo haré. Es más ya he entrado en zona de promesas muy temprano en el mundial. Pero todo sea por esa alegría compartida como casi ninguna otra, y no es de solidario es de egoísta porque yo necesito esa alegría efímera que suele dar el fútbol. 

Messi te necesitamos. Diego en vos confiamos.

(Es verdad que hay quizás cierta falta de literatura “correcta” en este texto, entienda que ha sido escrito en medio de la ansiedad y los nervios que me ha generado la derrota, la espera y la esperanza.)

(¿Le parece muy termo esta crónica? Le pido disculpas. Le cuento que puedo serlo aún más).