De mundial VI.

Por Juan Pablo Barrera

¡Campeones del Mundo!

Después de ganar en el Maracaná y de “volvernos a ilusionar”, empezamos a coincidir en la búsqueda de coincidencias y la irracionalidad empezó a tener lógica. Cualquier cosa estaba relacionada con triunfos anteriores, con mundiales y Maradona, así de manera colectiva todos elegimos creer. No es casualidad que esta crónica sea la numero 86, ni tampoco cada una de las cosas que ustedes y yo creímos para vivir un mundial inolvidable.

Es verdad que esta selección dio indicios futbolísticos para creer posible repetir hazañas, pero la variable Messi ha sido la clave y no hago referencia a su aporte al deporte sino al amor que generó. Esa necesidad de que el tipo lograra de una vez por todas algo que merecía con creces. La identificación, proyección o no sé qué aspecto psicológico que nos llevó a desear con todas nuestras fuerzas que el tiro del final le saliera a Lionel, quizás con la idea inconsciente de que si le salía a él nos iba a salir a nosotros.  

Lloré mientras el mejor jugador del mundo se dejaba caer casi en la mitad de la cancha del Lusail. Hacía mucho que no lloraba, dicen que cuando uno llora no lo hace solo por lo que pasa. Me abracé con mis hijas frente a la tele mientras mi hermano gritaba que éramos campeones del mundo. Haber estado en ventaja, un partido controlado que inexplicablemente casi lo perdemos y se nos escapaba como agua entre las manos otra vez a nosotros y a Lio, ese 3 a 3 con goles en el alargue, la tapada del Dibu en el minuto 123 de partido, esa tensión creo que también la relajamos y fueron lágrimas.

“No se puede sufrir tanto” coincidimos en eso todos y también nos decimos “aunque viste que los argentinos siempre sufrimos”. Messi jugó su mejor mundial y necesitó de un equipo que no solo dependiera de él, había un Di María que también tenía y merecía revancha, un cuerpo técnico que amalgamara cada escuela futbolística; pero sin dudas el cariño desbordante, las ganas de cada argentino y argentina de que se cumpliera ha colaborado a la “suerte”. Cada cábala, promesa y cada deseo de cumpleaños o a estrellas fugaces,  pedido desde hace un tiempo a esta parte ha hecho esto posible y lo sabemos todos los que “elegimos creer” y encontrar coincidencias.  

En medio de los festejos del domingo y los que se dieron el martes, donde casi 5 millones de personas salieron a mostrar fanatismo por los responsables de esta alegría, entre banderas y multitudes vi tantas camisetas de Messi, no eran solo de Argentina eran de él. Me sigue generando emoción la alegría compartida, la explosión popular y esa necesidad de festejos que aún nos atraviesa a todos (más allá de cualquier feriado o político barato que se molesta con el fervor desmedido). Y ahí entre tantas camisetas con el nombre de nuestro viejo nuevo prócer pensé, a cuántos no les saldrá el tiro del final, a cuántos de esos Messi no les sale ni siquiera la primera gambeta, cuántos habrán quedado olvidados y se han olvidado, cuántos serán criticados aun cuando hacen su mayor esfuerzo, pero ahí están extasiados ante el logro; haciendo historia, llenando las calles y creyendo una vez más que por lo menos durante este diciembre todo es posible.

Los resultados serán estadísticos, las emociones que nos atravesaron en cada partido quedarán grabadas para siempre, desde el cachetazo con Arabia, la resurrección ante México y Polonia, la luz con Australia, el sufrimiento, la sangre y pasión con Países Bajos (Holanda) y el “Qué mirá bobo” que terminó de enamorarnos, la semifinal con Croacia, esa corrida para el segundo de Julián hasta esa final de película propia de un guionista amante del sufrimiento para hacer todo más épico. 

Han pasado algunos días desde que explotamos de alegría, recuerdo que mi hija me dijo mientras yo me secaba las lágrimas que era la primera vez que me veía llorar, eso me hizo romper en llanto otra vez. Me pregunté si está bien que el primer registro que ella tiene de su padre llorando es por ser campeón del mundo y me parece un muy buen motivo para llorar de alegría delante de mis hijas.

Gracias a todos por el aporte a este campeonato y a este mes que nos ha encontrado a casi todos en la misma. Ahhh y ¡Feliz Messividad para todos!

 

Nota: No ha sido fácil escribir con las emociones a flor de piel, con la pasión alterada, con una alegría desbordante, a la mayoría de los escritores nos resulta más fácil escribir desde lo que queremos exorcizar. Y saben que, yo esta alegría la quiero para siempre.  Sepa disculpar si estas palabras carecen de ciertas condiciones literarias. Es que hacía 36 años que no éramos tan felices todos juntos.