La última.

Por Juan Pablo Barrera

Mientras como un sandwich de miga que sobro de la navidad me vienen imágenes del mundial y me sonrío. “Jamás subestimen semejante alegría” me dice una voz dentro de mí como si fuera un narrador de película que está contando la historia de un tipo que todavía come las sobras navideñas y piensa.

“Quizás lo mejor sea parar la cabeza y no pensar tanto” dice ese narrador omnisciente, mientras me voy terminando uno de salame y queso.

¿Es acaso el sanguchito de miga el mejor invento? Me pregunto y la voz narradora contesta: “no tengo dudas”. No son preferibles estas preguntas a la que llevan a balances me digo mientras busco uno de jamón y queso y gambeteo los de aceitunas.

Ni que fuéramos números para quedar dentro de un balance. Igual en el repaso rápido ha sido un buen año y somos campeones del mundo. O sea da recontra bien cualquier balance que no pienso hacer. Eso me digo y le digo a esa voz narradora muy parecida a la mía o ella me lo dice a mí no lo tengo muy claro.

Pienso en que esta será la última crónica y me agarra cierta nostalgia aun en la alegría de ser campeones mientras me viene otra vez la idea de que es una locura la pelota que tapó el Dibu y me sonrío como cuando pienso que este es el segundo año escribiendo haciendo dupla con el Seba en El Otro.

Este año estos textos han deambulado por la ficción lisa y llana, por el amor, siempre por el amor, aunque también el desamor, las pasiones, las luchas principalmente la de los trabajadores que emocionaron como la de los docentes y ese fotón de mi amigo (el de las fotos). Hubo algunas para los sommeliers de guerras, para Malvinas, hubo otras que fueron críticas, otras opiniones que se escondían en estas crónicas canallas (canallas como Di María).

Pienso en la libertad que he tenido para que mis crónicas fueran de los temas que se me ocurrieran y agradezco, he contado situaciones personales de alegría como que me publicara Orsai un cuento que fue crónica y también fue gracias a este espacio.

Mi voz, esa voz me hace notar que también han sido pasionalmente futboleras últimamente y yo le contesto en silencio que hacia tanto tiempo que esperábamos que fue inevitable. Ahí me reconozco cierto exceso de sentimiento que me llevaron a no producir tan buenos textos, pero he sido tan feliz de tener la chance de escribir sobre este hecho histórico y eso será para siempre.

Estoy terminado el desayuno de sobras navideñas e intercalo un pedazo de mantecol que me pareció un exceso. El narrador omnisciente dice; “ahí se quedó mirando a la nada como sonriendo, imaginando alegrías compartidas, reviviendo momentos mundialistas y deseando que este año termine con esa felicidad en conjunto que es de la mejor y pensando con cierta incertidumbre si seguirá escribiendo textos…”. Me levante, me acorde de los que no están y de la alegría que deben tener de nuestra alegría se me cayeron algunas lágrimas. Imagine un 2023 atravesado por los recuerdos mundialistas y desee que los otros indicadores acompañen esa felicidad. Con un vaso de soda termine de pasar el mantecol y ya estoy pensando en que comeremos en año nuevo.

 

 Nota: Agradezco como siempre a Seba Heras para convocarme a escribir y poner esas imágenes justas, iban a ser 4  y ya son 87crónicas. También gracias a todo El Otro, no solo por el espacio sino por contar y mostrar de otra manera. Gracias ustedes lectores recurrentes u ocasionales por darle vida a estas historias y les deseo que la alegría se extienda en todo el año que viene y que seamos un poquito más felices. Se los quiere ¿El año que viene? Ya veremos, por ahora es la última, pero me gustaría seguir escribiendo algunas más como campeón del mundo;)