Por Ana Navia

Los inicios son importantes, y aquí pasaron cosas pesadas, difíciles diremos. En primer lugar, esto pasó en pleno invierno, recuerdo que nos citaron a las 6 de la mañana y el edificio no tenía luz, ni calefacción claro está. Nos amontonamos en un Clío estacionado en la playa/helipuerto.

A las tres horas comenzaron a llegar toda clase y casta de funcionarios y personal estatal. Los barrenderos y afines, con un baldecito de pintura amarilla dieron los retoques a cordones y sitios especiales. Llegó ceremonial y protocolo del municipio. Trajeron su estrado, sus alfombrines verdes, sus banderas, micrófonos y sillas. Luego los importantes, tipos enormes en pesados y plomizos sobretodos, elegantes guantes, lustrosos zapatos. Mujeres dignas esposas de Al Pacino y funcionarias cancherísimas que recorrían triunfales las instalaciones y nos saludaban felicitándonos, magnánimas del logro público.

También había grupitos de…no sabría decir bien qué, gente “movilizada” convocada por el municipio, algo así como hinchas del intendente, tenían remeras y banderines, y vergüenza de sí mismos tal vez, o frío, o todo eso.

Nosotros estábamos vestidos del personal a estrenar, sólo con los ambos blancos, estampados con el mismo nombre del edificio orgullo provincial. Y estaba la policía, y su banda. Mucho uniformados con sus guantecillos blancos. Y flamantes móviles nuevos, regalo del gobernador.

Todos se fueron ubicando, y las banderitas plásticas celeste y blanca también. Un frío revuelo despeinó a la concurrencia, y el cielo nos devolvió al Gobernador, último y principal sujeto en esta velada. El chocolate caliente, los churros y nuestro refrío en ciernes, listos.  No sé cómo, o por qué terminé trotando, en coreográfica urgencia ornamental, hacia el escenario oficial, así, en ambo. Parada junto al gobernador, rodeada de extraños y vecinos, escoltada por los policías abanderados, aturdida por altoparlantes de pueblo, morí de frío y de asco los cuarenta minutos del acto.

Acto inaugural de una unidad de emergencias sin línea telefónica, sin luz, sin personal capacitado…novatos en la cáscara vacía, jugando al primer mundo.