El discurso de Rodolfo Suarez ante la Asamblea Legislativa puso en evidencia la estrechez del modelo Cambia Mendoza que, apenas en unos años, giró de la “revolución de lo sencillo” y la grandilocuencia del proyecto separatista, a un relato de victimización a la manera de provincia chiquita.

Por Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez y Cristian Martínez

Con su habitual dificultad lectora y su pobreza oratoria, el gobernador se limitó a explicar la impotencia de Mendoza ante las variables macroeconómicas nacionales, denunció embates de otras provincias en torno a Portezuelo del Viento y, pese al control oficialista de casi la totalidad de los tres poderes del Estado, acusó a la oposición local de poner “palos en la rueda” para “avanzar sobre las reformas de fondo que necesitan mayorías especiales”.  (leer el discurso completo aquí)

Suarez explicó que, gracias a la combinación de reducción de impuestos sobre el sector privado y un sostenido ajuste en el sector público, la Provincia de Mendoza registra nuevamente un superávit equivalente al 11% de los ingresos corrientes en 2021. Situación que se fundamenta, sin ser mencionada en la hora y media de alocución, en el deterioro de los servicios que debe garantizar el Estado, y en los sueldos de las y los trabajadores de la educación, la salud y la seguridad, que están entre los más más bajos de la Argentina.

Entre paréntesis, basta recordar como ejemplo la gravísima crisis que está atravesando la salud pública en estos momentos, debido a la falta de acuerdo con sesenta médicos anestesiólogos -que cobraban la mitad que sus colegas de San Luis y San Juan- quienes decidieron hace un mes renunciar a sus trabajos por las bajas remuneraciones.

 

 

 

 

 

Pauta publicitaria, OSEP, género y diversidades, derechos humanos, pobreza y desocupación, medio ambiente, violencia institucional, narcotráfico, culturas, niñeces, adolescentes y jóvenes, personas con discapacidad y adultos/as mayores fueron algunas de las palabras completamente ausentes en el discurso más importante del año, que cerró con una manifestación de solidaridad del mandatario de Mendoza con el pueblo de Ucrania.

Las buenas noticias: programa Mendoza Activa, reducción de mortalidad infantil y embarazo adolescentes y –según la ficcional apreciación de Suarez- “tuvimos uno de los mejores arranques de ciclo lectivo, con sólo cuatro establecimientos que no pudieron comenzar con el dictado normal de clases” (sic).

 

 

 

 

 

 

Tras recordar su fracasada Ley Cianuro al comienzo de su mandato, el gobernador volvió a arremeter contra las mendocinas y mendocinos que protagonizaron la histórica pueblada en defensa de la Ley 7722, Guardiana del Agua.

“No pudo ser. No obstante, espero que la conciencia de nuestra finitud y los fanatismos absurdos no nos impidan pensar, planificar y ejecutar las obras para beneficio de las generaciones venideras”, cerró el mandatario, en medio del tedio evidenciado en los rostros de la audiencia.

 

 

 

 

 

En su realidad paralela sin invocaciones a los legados históricos de la cuna de la independencia sudamericana, el dirigente radical no esbozó siquiera un plan alternativo para sentar las bases de una provincia cuya dirigencia política acostumbraba a soñar en grande, y que ahora no encuentra más que imposibilidades para recuperar su autoestima y orgullo.

Sin oposición de fuste, Cambia Mendoza se basta a sí misma con su impostura de rebeldía ante un gobierno nacional en grave crisis de representatividad y conducción, que impide revertir acuciantes problemas económicos que sufre la Agentina.

En el Día del Trabajador y la Trabajadora, Suarez ratificó, blindado por las vallas del palacio legislativo, su teoría de reducción permanente del Estado: de MendoExit a Mendocita, sin escalas.