Ayer se cumplió una nueva jornada de protesta sindical en las puertas del diario Los Andes, para exigir la reincorporación inmediata de los ocho trabajadores y trabajadoras despedidos por el Grupo Clarín, el pasado 16 de agosto. EL OTRO dialogó con un reportero gráfico y dos periodistas que intempestivamente, y sin causa laboral, quedaron literalmente en la calle.

Fotos: Coco Yañez

De golpe y sin causa

“Yo estaba de franco, en mi casa, viendo un programa de televisión esperando que mis hijos llegaran de la escuela para darles la media tarde”, comienza su relato el reconocido fotógrafo Marcelo Ruiz. “Me llamó Gustavo Rogé (sigue), que es compañero mío de la sección, para preguntarme por qué me habían despedido. Yo no tenía ni idea. Pensé que era una broma, al principio, después cuando me comenzaron a llamar colegas y compañeros de otros medios, ahí dije ´es verdad´”.

La Ley de Contratos de Trabajo, que regula las relaciones laborales del sector privado, establece como principio general la obligatoriedad de “preavisar” la ruptura de la relación de dependencia. Es decir que, en el caso de que una empresa decida echar a un empleado, debe notificar con una anticipación que va desde los quince días a los dos meses, según la antigüedad que este posea.

Diario Los Andes optó por eludir la previsión jurídica. El “centenario matutino” echó a los ocho trabajadores de prensa en forma abrupta, allanando, además del camino legal, cualquier consideración humana para comunicar la noticia que menos espera una familia de laburantes.

“Como a las diez de la noche, llegó un escribano hasta mi casa, con una carta documento que decía que la empresa prescindía de mis servicios sin causa. Al otro día, estando frente al diario en la carpa, mi hijo me llama y me dijo que había llegado la carta. Hubo compañeros que terminaban un curso de capacitación del diario y, a medida que iban saliendo, los iban despidiendo”, recuerda Ruiz.

Pablo Villarruel, quien trabajaba en la sección de deportes de la edición digital, recibió el golpe con similar crudeza. “Estaba en la tarde, en el horario de trabajo, cuando nos llamaron a mí y a un jefe de la sección general a la oficina de Octavio Garrigós, gerente de medios digitales hasta ese momento, y nos notificaron del despido con una escribana y una apoderada”.

“Sin causa” fue la escueta fundamentación de la “desvinculación”. “Nos comunicaron que estábamos despedidos y fue simplemente eso, sin demasiadas vueltas. El despido es sin causa, fuera de lo formal siempre hay algo detrás que uno no termina de desentrañar, presunciones e hipótesis siempre hay, pero con claridad nada”, intenta una explicación el periodista Ezequiel Derhun, quien cumplió las funciones de jefe de la edición digital del diario hasta el 16 de agosto.

Precario y polifuncional, por el mismo precio

Para Ruiz y Villarruel la razón real, más allá del “sin causa” frío consignado en los papeles, es el avance de la precarización laboral en esta corporación periodística. “Lo que busca la empresa es no tener un plantel bajo relación de dependencia, sino tener un trabajo cada vez más irregular, algunos con facturas, otros pasantes durante un tiempo hasta que se termine la pasantía para tomar nuevos pasantes”, plantea el fotoperiodista. En el mismo sentido refuerza el especialista en deportes: “Esto se va a profundizar, se pierden puestos de trabajo y se incorporan pasantes, chicos que están estudiando, y apunta todo a la polifuncionalidad, a la convergencia de las redacciones de papel con la digital. La idea que pareciera que quieren implementar es que una persona haga todo lo que pueda por el mismo precio”.

Villarruel conoció de cerca que significa la flexibilización. Cumplió el sueño que suele anhelar todo periodista gráfico mendocino: ingresar al diario más importante de la provincia. Aunque, luego la verdad, le hizo patente la vulneración de sus derechos laborales y la precariedad profesional con que se trabaja en ese medio. Los dos primeros años los cumplió, paradójicamente, bajo la modalidad de autónomo. O sea, se encontraba bajo relación de dependencia pero debía facturar como monotributista para cobrar su sueldo y, de esta manera, la empresa evadía las cargas patronales y se libraba de cumplir la escala salarial y las condiciones laborales del convenio colectivo.

“Fui reportero, después cronista, pero además hacía tareas de editor durante la tarde hasta el cierre. Editaba noticias de deportes, armaba la portada… Mi jefe directo prácticamente no tenía contacto con nosotros, él trabajaba en el turno mañana. Un compañero que es redactor, que ni siquiera es jefe, se encargaba conmigo íntegramente de la tarde y los cierres, donde paradójicamente es la actividad fuerte en deportes. Todos los partidos y las noticias de agenda eran cubiertos por nosotros, sin tener ni el rango ni la categoría adecuada para tomar decisiones editoriales, pero lo hacíamos igual. Entre cinco trabajadores bancábamos ´Deportes´. Los sábados y domingos por la tarde se hacía cargo solo una persona, sentía que no podía con todo, era una locura”, recuerda Villaruel como si lo estuviese padeciendo en el mismo momento que lo cuenta.

El futuro del periodista

La conducción del sindicato de prensa, que subrayó el carácter “masivo” de los despidos en Los Andes, teme el agravamiento de la situación laboral de los compañeros de prensa en este y otros medios de la provincia.

Marcelo Ruiz comparte ese diagnóstico y transmite su desamparo ante un Estado que se muestra impotente, cuando no cómplice. “De parte del Estado no ha existido ningún tipo de comunicación con los despedidos. El sindicato se ha reunido con la empresa en la Subsecretaría de Trabajo y el Estado lo único que ha hecho es escuchar”, se queja Ruiz e infiere los próximos pasos de Los Andes: “El viernes pasado el sindicato le pidió a los empresarios la ´paz social´ por seis meses pero la empresa no quiso firmarla, porque evidentemente van a seguir con despidos”.

Ezequiel Derhun, si bien descree completamente en la posibilidad de la reincorporación, conserva una cuota de optimismo respecto del futuro laboral los nuevos periodistas desocupados: “En el primer zamarrón uno nunca sabe bien qué quiere hacer. Después van pasando los días y se va clarificando. Para los que nos picó el bicho del periodismo, nos parece que no hay otra manera que seguir siendo periodista, pero veremos, veremos… Siempre con fe en que algo pueda aparecer. Básicamente, confiar en que no fueron despidos por razones profesionales. Yo creo que a todos nos pasó lo mismo, no hubo una razón de comportamiento, todos somos buenos profesionales, creo que los que queramos seguir estamos amparados en eso”.

Pablo Villaruel, por el contrario, se muestra expresamente escéptico y transmite el pesimismo que palpa entre los despedidos: “La mayoría de los compañeros no quiere volver al diario. Que te despidan así, sin causa, de una manera tan violenta, quita las ganas de volver. Hay compañeros que no quieren seguir más en el periodismo. Se entiende, porque ha sido un golpe muy duro.