Hace unos días vimos sus dibujos en Facebook y nos fascinaron. Es así, el arte te atraviesa o no, y la obra de Lu Libertina nos cruzó de lado a lado. Quisimos conocerla, le mandamos un mensaje, le sorprendió nuestro interés por sus “dibujitos”, pero le copó la idea. A los pocos días estábamos con ella, sus cuadernos y una cartuchera con lápices, fibras y lapiceras.

Fotos: Seba Heras

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De acuerdo con los manuales de periodismo, deberíamos conocer previamente a la entrevistada, indagar sobre su vida, su obra, su trayectoria. Obviamos, como en otras tantas oportunidades, la convención y le dimos Rec al grabador, sin más plan que sorprendernos con la creadora de un universo de mujeres y monstruos.

Tus dibujos forman parte de una especie de cuadernos íntimos, ¿por qué tomaste la decisión de compartirlos por Facebook?

Yo siempre he dibujado para mí, siempre. Las veces que he tenido que mostrar cosas han sido en la Facultad de Artes (donde hice tres años) o en la secundaria (yo iba a Bellas Artes), pero nunca me terminó de cerrar esa cosa de la devolución de los dibujos. Es tan personal para mí…

¿Pudor, vergüenza o la idea de que el mensaje era sólo para vos?

Y… puede ser un poco de pudor y de vergüenza o un poco de que por ahí hago cosas y la gente es muy de preguntarte: “che, ¿y esa sos vos?”, “¿por qué está desnuda?”, o cosas así. Caer siempre en eso es como medio pesado, pero hoy en día no me molesta mostrarlos. Creo que en la etapa del proceso de encontrar el dibujo, qué es lo que quiero, qué es lo que me viene bien dibujar, no los querés mostrar. Son tuyos y listo, es tu etapa, tu mambo. Ahora como que sí, supongo que ya tengo cierta identidad para dibujar.

Lu Libertina tiene 25 años. Además de dibujar, viene haciendo música desde su adolescencia y, en el último tiempo, incursionó –casi por azar y destino- en el teatro, como parte del elenco de la obra Cross de Perra.

 

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Su arte formó parte -por años- de cuadernos donde conviven canciones e imágenes que se retroalimentan. Sólo le interesa que el soporte de sus obras sea práctico, es por eso que no duda en usar libros viejos si hace falta. “Rescaté algunos de los libros de la casa de mi viejo que se estaban llenando de bichos, que me pintaron por la textura –nos cuenta-. Yo estoy todo el día en movimiento y necesito soportes chicos, siempre llevo la cartuchera en la mochila, porque no es que hoy digo ´me voy a quedar todo el día en mi casa a dibujar´, sino que en cualquier lugar, en cualquier momento necesito esto”.

(De)formación profesional

Hiciste la secundaria en la escuela de Bellas Artes, después tres años en la Facultad de Artes. ¿Por qué decidiste que esa formación terminaba allí?

Porque no lo soporté, no soporté la facultad. ¿Cómo te lo digo para que no suele mal…? –busca en unos segundos las palabras-. No soporté a la gente. Yo entré a la facultad y, por ejemplo, dejé de dibujar cosas de mi cabeza, no podía dibujar algo si no lo veía, porque en la facultad tenés dibujo con “modelo vivo”. Entonces se te estructura de tal forma la cabeza que después todo lo que es imaginación (que para mí es sagrado) se me fue, y estuve mucho tiempo sin poder dibujar. Me bloqueé completamente. Había que hacer lo que había que hacer y, si bien aprendí mucho, no me satisfacía.

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¿La técnica te mataba la creatividad?

Tal cual. O me frustraba muchísimo.

¿Y desde ahí a dónde partiste?

Hacia la nada misma… –se ríe mucho-. Ahí partí y cuando partí me animé a hacer música, porque yo venía haciendo canciones desde hacía rato. Y desde entonces van las dos cosas de la mano.

Del laberinto se sale por el arte

No sé si nos podemos formar un juicio sólo a partir de los dibujos que publicás en Facebook, pero nos parece que hay una carga existencial muy interesante en ellos.

Insatisfechos estamos todos y vamos a estar todos siempre, hasta que nos vayamos a otra vida. Para mí está esa cuestión de insatisfacción, de buscar, buscar. Porque todo el tiempo estamos buscando algo que nos llene, ¿no? Para mí esto –señala uno de sus dibujos- es lo que más se acerca a esa búsqueda. Son la cotidianidad, las preguntas que me hago todos los días, cosas que no encuentro, es el momento en el que estoy. O sea, yo estoy nerviosa porque voy a tocar a un lugar con gente, por ejemplo, y hago un dibujo. Son mensajes para mí también, de resistencia.

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“Lo que pasa es que si dejo de dibujar me muero”, está escrito en uno de tus dibujos. Toda una definición.

Para mí dibujar es eso. Algunas personas tenemos la suerte de tener estas cosas para aferrarnos a lo que es la vida. Yo tengo una visión bastante pesimista de la vida y esto es lo que me salva de esa visión y de la nada misma, de la vida, de lo mundano. Yo le tengo gran respeto a las cosas que hago por esto mismo, me siento muy afortunada de poder expresarlo así, no sé cómo hace la gente que no tiene este medio o cualquier otro medio artístico.

Yo creo que son cosas que hago para no morirme, para que no se me muera lo de adentro. Tengo una cuestión muy lúdica, algo que mantuve vivo. Es muy loco que todas las personas de niños dibujamos, jugamos, no le tememos a hacer el ridículo o a meternos en una obra de teatro sin saber actuar… ¡y lo perdemos tan espantosamente! Que un niño de un día para el otro no toque nunca más cosas de dibujo es una muerte. Eso es la muerte, las cosas que van matando lo que llevamos adentro, y vos lo ves todos los días en la gente.

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“De niños todos dibujamos, lo que pasa es que hay gente que un día no dibuja nunca más en su vida y se pone a hacer cosas de personas serias “bien”. Y yo no, yo me colgué en esto, son esas pocas cosas que uno sabe que no va a dejar de hacer nunca”.

 

Hay un concepto posmoderno sobre la niñez y la juventud medio choto, más vinculado con la imagen eternamente joven. Pensábamos, mientras hablabas, que ser niño es lo más lejano de la muerte, que los niños juegan sin esa angustia de morir.

Tal cual, hacer esto me mantiene joven –se ríe a carcajadas- Yo no le tengo miedo al paso del tiempo en una cuestión corporal, porque sinceramente tengo esto, lo que hago. Porque no importa cuántos años tenga, yo sé que esta va a ser mi forma de comunicarme para siempre. Está bueno tener cosas que uno sabe que van a ser para siempre, porque no tenés ninguna certeza en la vida de absolutamente nada, ni siquiera de tu vida, ni de la gente que te rodea.

¿O sea que te podés tatuar tus dibujos?

Me los he tatuado de hecho –nos muestra uno en su hombro y otro en el brazo-. Ahora estoy aprendiendo a tatuar y hay gente que me pide dibujos. Una amiga me pidió una sirena y se lo tatué. Me re interesó aprender, me compré máquinas y estoy haciendo un par de diseños para tatuar. Por ahí me piden y yo los hago siempre a mi estilo, pero son cosas que le pasan a todo el mundo.

Seres que corren con animales

En todos los dibujos que hemos visto hay una expresión de la femeneidad muy marcada. ¿No dibujás hombres? ¿Te lo preguntás eso?

Sí, de hecho ha sido tema de conversación con mi psicólogo –reímos muchísimo por enésima vez-. No sé, yo todo lo que hago lo hago desde mi rol de mujer. Es lo que estoy explorando ahora.

Yo todavía estoy en la búsqueda, sí he encontrado mi identidad. Yo no reniego que sólo dibujo mujeres. Ya no trato de dibujar hombres, en un momento lo hacía y eran hombres muy afeminados –lanza una nueva sonrisa-, hombres con cuerpo de mujer. No me salen y es porque no tengo interés en hacerlo. Está todo bien con los hombres, pero yo los problemas los veo desde mi punto de vista de mujer. Soy feminista y dibujo sobre lo que conozco.

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Tu perspectiva de género la generaste sin que nadie te avisara ni te advirtiera…

Tal cual, tal cual. No sé si es una forma de militancia para mí. Es simplemente lo que yo pienso sobre la realidad. Para mí las mujeres son esto: son monstruos, son locas, son seres que corren con animales.

 


Facebook de Lu Libertina aquí.