Texto y foto: Seba Heras

¿Y algún cuento no tienes? Preguntó ella, escondiendo sus ojos detrás de una cerveza.

Alguno que otro hay, solo que la inspiración no los lleva a ningún final, contestó él, maquillando otra mentira.

La charla murió con la noche, entre alcohol, humo, miradas y palabras perdidas.

Él se fue pensando en cómo transformar la mentira en cuento… Ella en el porqué de él.

Llegó a su casa colmado de ansiedad e incertidumbre.

Introducción, nudo y desenlace. Sólo eso sabía de un cuento.

Recurrió a sus libros, a su música y a algún que otro estimulo en búsqueda de palabras que transformen su farsa en invención. Intentó improvisar un plagio, pero su vida ya era un remedo como para caer en otro.

Sutilmente y ocultando su ignorancia, consultó a sus conocidos, a esos que escriben, pero sólo rescató que para escribir un cuento, primero tiene que haber un final. Y al único final que se acercaba, era el de perder el encanto que había logrado provocar en esa mujer.

Su primer intento fue con un “había una vez” pero él sabía que nunca hubo nada. Siguió con un “cuenta la historia”, pero esa historia ya estaba contada.

El vacío de la hoja lo llevó a recordar su mentira, la de sus inconclusos cuentos, y quizás ese mismo vacío fue el que lo llevó, sin darse cuenta, a que las palabras comenzaran a entrelazarse como lo hicieron sus ojos aquella noche por un instante.

La tensión que lo desbordó en algún momento mutó en inspiración, y el blanco del papel fue asaltado por un manojo de palabras.

Y la introducción llegó con una pregunta y el nudo con la desesperación por el escribir.

Sólo faltaba el desenlace, la consumación de su artificio.

Revolvió en el recuerdo de esa noche, en las miradas, en el humo, en las palabras perdidas, pero solo se reencontró con el comienzo.

Y en el instante que estaba por rendirse ante su propia patraña, vio que el fin no estaba en ella, mucho menos en él.

El fin lo encontró en vos, en el preciso momento en que terminaste de leer esta mentira que una noche quiso ser cuento.