No sólo fueron los varones quienes tuvieron un rol activo y fundamental en los procesos emancipatorios de nuestra América Latina, también lo tuvieron las mujeres que, viviendo en una época cargada de prejuicios, machismos súper naturalizados, y con una corona española acechando sus libertades colectivas e individuales, se desempeñaron como correos, espías, capitanas, tenientes, estrategas para llevar a cabo las revoluciones. En diálogo con EL OTRO, Claudia Fava, profesora de Historia, nos adentra en el relato de luchas colectivas que precedieron a los procesos independentistas y en el cual se invisibilizó el papel de las mujeres por razones de género. Fava resalta, principalmente, a tres heroínas de Latinoamérica y, además, hace una reflexión del tratamiento que se le da a la historia cuando se la intenta poner en valor desde una mirada con perspectiva de género.

Por Milagritos Contreras | Fotos: Coco Yañez

Casi siempre nos hablaron de las mujeres que bordaban, cosían, cocinaban, lavaban, servían a los ejércitos que lucharon por la Independencia. Pero muy poco se nos ha contado o se ha investigado de aquellas heroínas, lideresas, mujeres protagonistas de su propia historia. Muy de a poco se va armando ese rompecabezas que prefirieron invisibilizar en otras épocas.

Por supuesto que nada de esto es casual, inocente ni al azar. Eran años y procesos en los que las mujeres eran “domesticadas”, claramente eran designadas a ocupar roles secundarios con mucho más naturalidad que ahora. No tenían ni voz ni voto.

Claudia Fava, profesora de historia, quien incluso se encuentra especializándose en la historia contada desde una perspectiva de género, le relata a EL OTRO sobre la participación de mujeres en estos procesos revolucionarios: “Las mujeres, evidentemente, jugaron un rol clave y olvidado en todo el proceso emancipatorio de Latinoamérica. Lo que hay que tener presente es que el relato de la historia fue escrita desde una mirada patriarcal, porque es un relato escrito por hombres sobre hombres”.

 

“Si bien a nosotros –prosigue Claudia – en la narrativa escolar de la primaria se nos mostraba la participación activa de las Patricias Mendocinas, de Remedios de Escalada, nos enseñaban lo que San Martín – que sigue siendo una mirada patriarcal – quería sobre su hija Merceditas. Esa historia que nosotras y nosotros tuvimos en la primaria, era más bien de clases acomodadas”.

Según analiza Fava, en este contexto hay que ver cómo las mujeres abrazaron la Independencia desde otros lugares, desde las clases populares, por ejemplo. Y lo que tenemos que rescatar es que esas mujeres, ya sea las que provenían de clases populares o de las clases acomodadas, tomaron y asumieron una posición política frente al proceso de Independencia. Esto obviamente en un contexto histórico que se explica desde las luchas e historias colectivas.

La especialista además resalta que tanto en la provincia como en el resto del país hay muy poca investigación respecto a la historia desde una mirada feminista. “Podemos ver que sus roles o a lo que se dedicaban no era solamente cocinar, hacer uniformes, asistir heridos, recolectar y donar joyas, donar dinero, financiar campañas de la liberación. También algunas fueron correos, espías, escondieron gente, escondieron armas, y lógicamente combatieron. Entonces, las que combatieron o algunas espías, solo pasaron a la historia cuando las descubrieron”, aseguró la docente.

Respecto a la forma en que se intenta visibilizar la participación de la mujer en estos procesos de liberación, la investigadora resaltó: “A mí no me termina de cerrar que a las biografías de mujeres que aparecen ahora, por ejemplo hablando de Felipe Pigna entre otros historiadores, les falte la lucha colectiva, porque participaron muchas mujeres en ese juego”.

“Hay una historiadora –continúa Claudia –  que se llama Inés Quintero, es venezolana, que dice que ‘las mujeres se convirtieron en sostén de familia porque los hombres estaban en el campo de batalla. Entonces se dedicaban a la producción, la siembra, a defender las propiedades, iban armadas’. Ahí se puede ver claramente lo que cambió las revoluciones en la vida cotidiana de la gente. De todos modos, cuando una quiere contar la historia en el proceso de emancipación el problema es la invisibilidad del género. Porque hay más documentos, sea fuentes o testimonios de ellos que de las mujeres”.

La historiadora mexicana Marta Martín, que se dedica a la historia de género del siglo XIX, dice que “esa invisibilidad nos hace andar en el terreno de la especulación”, menciona Fava: “Es como hacen los arqueólogos, ir sumando pedacitos, y de este modo pensar o imaginarse cómo podrían haber sido o formado parte del proceso revolucionario. Pero eso no quiere decir que el rol de cada una de ellas no haya sido importante”.

La docente además explica que “cuando se investiga sobre mujeres que fueron parte del proceso revolucionario e independentista de América Latina es lindo conocerlas, porque son mujeres valientes, fuertes, decididas. Algo que una no se imagina, porque la historiografía, y lo que se suele ver después, es cómo se logró domesticar a la mujer a medida que fue pasando el tiempo, sobre todo a fines del siglo XIX y principios del XX. Es una domesticación desde lo que vestís, lo que hablás, lo que pensás, y hasta cómo te tenés que comportar”.

Las historias de la Independencia no sólo fueron hechas de próceres que quedan registrados, sino que se dan gracias a un contexto temporal en el que esas mujeres tuvieron una participación activa. Porque es una lucha colectiva. Si lo miramos desde ese lugar, podemos observar no sólo las que pasaron a la historia y se abrieron camino en el relato, sino a todas las demás, repasa la profesora.

“Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos”

“Por ejemplo en Perú –recuerda Claudia – tenemos a Micaela Bastidas, que es la precursora peruana de la emancipación. Conocemos mucho de Micaela porque sabía leer y escribir, administraba los negocios familiares. Era líder, arengaba tropas, era realmente muy fuerte su presencia. Por sus cartas es que sabemos mucho más de ella. Ahí hay un documento histórico porque podés trabajarlo. Pero no todas sabían leer y escribir”.

Micaela Bastidas Puyucahua nació el 23 de junio de 1744 en Tamburco, Abancay, Virreinato del Perú, hoy República del Perú. Se casó a los 15 años con José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II), no sólo fue su esposa y su principal consejera, sino que también jugó un rol clave en el proceso independentista del Perú.

Para el año 1780, la dominación española estaba muy consolidada: explotación, la mujer indígena no tenía ni voz ni voto en la vida social ni política, los impuestos eran asfixiantes, la mita; el trabajo obligatorio en las minas era un lugar del que nadie regresaba con vida. Se presentaba una infinidad de injusticias por parte de los españoles.

Ante esto, Micaela y José Gabriel iniciaron un movimiento en contra del yugo hispánico. Micaela prefirió dar su vida y la de su familia antes de entregarse al enemigo. José Gabriel, a partir de allí adoptaría el nombre de Túpac Amaru II. Bastidas comandó el ejército, tenía el rol logístico, debía armar las estrategias.

El 4 de noviembre estalló la revolución, fue el inicio de una rebelión en la que Micaela y Túpac decidieron atacar la ciudad del Cusco a sangre y fuego, pero fue una pelea enormemente desigual; los españoles contaban con 17 mil hombres y mujeres, y Túpac se respaldaba con 6 mil, y sólo el 10% iban armados con cuchillos y escopetas viejas. Fue una verdadera legión de luchadoras quechuas, andinas y aymarás, que batallaron junto a Micaela para poder restablecer su voz y voluntad en la sociedad.

Tupac Amaru II fue derrotado. Micaela y sus hijos intentaron huir, pero los traicionaron. El 18 de mayo de 1871 la mataron brutalmente. A la hora del asesinato no hubo lamentos ni arrepentidos, ella mantuvo la mirada firme y la frente en alto.

“Aunque mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. Viva la libertad”.

Obra de José María Espinoza | Museo Nacional de Colombia

Claudia Fava menciona a Policarpa Salavarrieta, heroína colombiana, y se emociona hasta los huesos: “Es maravillosa la historia de ‘la Pola’. Ella fue espía del ejército independentista; intercambiaba mensajes, reclutaba jóvenes para sumarlos a la causa, se movía junto con su hermana en distintas casas de Bogotá, porque era de provincia. Policarpa se jugó mucho, simulaba que estudiaba ahí, pero cuando la descubren la terminan fusilando en la Plaza Mayor de Santa Fe en 1817”.

De acuerdo a lo que ilustra Claudia, Policarpa tiene su propia estatua en Bogotá: “De un lado de la estatua aparecen las ideas de la Pola, y del otro lado lo que dijo antes de morir, que al día de hoy lo repiten en las movilizaciones que transcurren desde hace meses en Colombia. Antes de ser fusilada dijo: ‘Pueblo indolente, distinta sería nuestra suerte si conocieras el precio de la libertad’. El PI que ponen en los carteles se refiere al pueblo indolente. Es muy fuerte que aún esas palabras inspiren a nuevas generaciones”.

Claudia añade, además, que “es tan profundo el recuerdo de Policarpa que inspira nombres de grupos de rock, marcas de cerveza, grupos feministas colombianos que portan sus frases”.

En 1798, cuando Salavarrieta tenía menos de 10 años su familia se trasladó a un humilde barrio de Santa Fe, donde al poco tiempo de haber llegado, la viruela se llevó la vida de sus padres y varios de sus hermanos y hermanas. Tras esta tragedia, Policarpa volvió a su natal Guaduas, Virreinato de la Nueva Granada, actual República de Colombia, que por ese momento era un lugar de paso para llegar a Santa Fe desde Río Magdalena.

El municipio de Santa Fe tenía un gran movimiento de información del cual la Pola no fue ajena, lo que le permitió ir afianzando un pensamiento crítico. Allí vivió en un ambiente fuertemente politizado junto a su hermana Catalina Salavarrieta y su cuñado Domingo García.

La joven e independiente Policarpa empezó a desempeñarse como costurera. Además de su oficio, también aprendió a leer y a escribir, una característica poco usual para una mujer de su condición en aquella época, lo cual le resultaría muy útil en su participación para  la causa independentista. Más tarde se involucró en política y se convirtió en espía.

Para 1817 logró conseguir información sobre movimientos y logística de las tropas realistas. Lo que dio ventaja a las guerrillas de los llanos y permitió deserciones en los batallones enemigos. Lamentablemente fue capturada junto a varios de sus compañeros.  La historia de la Pola terminó con su condena a muerte.

“¿Qué justicia proclamáis si continuáis esclavizando y excluyendo a la mujer de todo ideal?”

Pintura del Salón de Espejos de la Ciudad de Padilla.

Nuestra Juana y la Juana de Bolivia, comenta alegremente Fava, al recordar a la gran heroína por la Independencia de América Latina: “La historia de Juana es demasiado representativa, bonita y muy significativa porque combate en guerra de guerrillas, y con su esposo son compañeros muy fuertes”.

Claudia remarca que “a Juana la historiografía liberal la negó totalmente por ser mujer. Ella era tan valiente que decía ‘el español no pasará, con mujeres tendrá que pelear’”.

“Una puede decir por ahí ‘ay, era una adelantada’. O no, es algo que no termina de pasar y, por lo tanto, tenemos que seguir preguntándolo, discutiendo, poniéndolo en la mesa para que la sociedad siga avanzando”, afirmó Fava.

 

Juana Azurduy nació el 12 de julio de 1780 en la ciudad de Toroca, Virreinato del Río de La Plata, actual República de Bolivia. Fue una de las grandes heroínas en la lucha por la Independencia del Alto Perú. Descendiente de una familia mestiza, quedaría huérfana muy pequeña, por lo que pasó los primeros años de su vida en un convento de monjas, donde recibió su formación.

Hoy la figura de Juana Azurduy cobra una gran importancia en la historia de la Independencia de Latinoamérica. Su incansable lucha fue fundamental para el proceso independentista de Bolivia, habiendo participado junto a su esposo en varias batallas.

En 1810 se incorporó al Ejército Libertador de Manuel Belgrano, quien quedó muy impresionado por la valentía de Juana en combate. En Argentina luchó junto a Martín Miguel de Güemes. Belgrano ya le había otorgado el título de Teniente Coronela de los Ejércitos Auxiliares del Norte. Juana Azurduy junto a Güemes luchó palmo a palmo por las batallas de la Independencia de América. En nuestro país es reconocida, conmemorada y querida como una Matria.

La docente analiza sobre los cambios que se han producido para que las mujeres continúen siendo reconocidas como sujetas políticas: “Pienso que los cambios son muy lentos y no tenemos que parar. Imaginate que te encontrás en el año 1816 siendo mujer, y te ves ahora, hemos logrado muchas cosas. Lo interesante sería volver a esos lugares para ver qué cosas nos faltan. Porque siempre los derechos son históricos, se construyen a través del tiempo. De eso se trata la Historia; de la construcción y de estar atentos. Por eso es importante estudiarla”.

Al finalizar la entrevista, la docente e investigadora brindó un emocionante mensaje para las jóvenes historiadoras que decidan inclinarse por la perspectiva de género: “Uno mira al pasado desde hoy, con los problemas que hoy tenemos. No debemos seguir subordinadas al poder pensando que no tenemos historia. Entonces estudiar, analizar, buscar, hacerle preguntas al pasado creo que es la forma en que avanzaría una historiografía de género, con perspectivas de futuro”.

 

Patria en vuelo

Güemes, galope de agua y de fuego