OPINIÓN | La batalla es cultural. La colonia en la cabeza.

Por Juan Jofré, profesor en Ciencias de la Educación.

Andrés Gabrielli, Federico Andahazi y Daniel Orozco, intendente de Las Heras. Foto: Municipalidad de Las Heras

Sin querer queriendo escuché esta mañana en radio Nihuil al ya famoso Andrés Gabrielli, en una entrevista con el economista Fernando Marengo. El falso reportaje fue una charla solo para amplificar las ideas liberales propias de los grandes jefes mundiales que acumulan el capital y que están acostumbrados a tener gobiernos títeres que respondan a sus intereses.

Por eso la conversación consistió en despreciar el resultado electoral en Chile donde una mayoría contundente eligió a Gabriel Boric como presidente del país hermano. El “periodista” y el “economista” se dedicaron a cuestionar y castigar de antemano al mandatario electo, planteando que ha ganado porque prometió lo fácil: ¡Buena vida ya!

Fernando Marengo. Foto: Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

Los defensores de los grandes capitales concentrados, Gabrielli y su columnista, difundían una serie de ideas que ya tienen más de 500 años dando vueltas por nuestra memoria colectiva. Ideas coloniales. Según ellos, Boric, como todo “populista”, ataca al capital, aprovechan “el viento de cola internacional”, cobran impuestos para que la gente viva mejor un rato, haciendo insostenible el modelo, impidiendo la inversión y generando más pobres. Para ellos, está muy bien cuidar a los posibles inversores, no molestarlos, no cobrarles tributos, ya que ellos cuando invierten generan trabajo.

Pasando en limpio, proponen seguir genuflexos frente a los dueños del capital. Hay que hacer lo que ellos dicen. Este planteo, además de colonialista es falso, lo contradicen todas las experiencias históricas. La dependencia no solo arruina a los pobres y sectores medios, sino también a los pocos capitales nacionales que van creciendo, porque los pone de rodillas.

Papelón de Andrés Gabrielli en el debate de las y los candidatos a gobernar Mendoza | Setiembre de 2019.


 

En Latinoamérica, y también en otros países, se achicó la pobreza y se generó trabajo cuando se distribuyó mejor la riqueza y los salarios rindieron más. O sea, cuando se le puso algún tipo de límite a la avaricia voraz de los grandes dueños del capital. Mejores salarios generan mayor consumo y eso motoriza las inversiones reales y productivas que se convierten en desarrollo. Los verdaderos inversores, gente de acá que tiene con qué, invierten cuando ven que hay actividad económica, y eso lo genera el salario, el valor del trabajo.

Las experiencias históricas que mejor han funcionado, en nuestro país y en cualquier otro Estado, son aquellas donde el capital y el trabajo se distribuyeron proporcionalmente, colaborando así frente a las apetencias foráneas que pretenden tenernos de colonia. Ya sabemos de sobra que no molestar a los multimillonarios y hacer todo lo que ellos piden genera millones de pobres y una desigualdad creciente e inaguantable.

Foto: Coco Yañez

Según un informe sobre la desigualdad mundial, elaborado recientemente por el World Inequality Lab (dirigido por Thomas Piketty), el mundo se ha vuelto más desigual en ingresos y en riqueza durante los últimos 40 años, situación que se agudizó con la pandemia.

Los ricos tienen cada vez más, y los pobres tienen cada vez menos. Un dato ilustra y sirve de ejemplo: el 10% más rico de la población recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que el 50% más pobre gana solo 8,5% de dicho ingreso.

Foto: Coco Yañez

No estoy descubriendo nada nuevo diciendo que Nihuil y Gabrielli son parte de las mayoritarias voces mediáticas que defienden la desigualdad y la acumulación en pocas manos, pero aún me llama la atención que, desde tan temprano, se empeñen en limar al próximo presidente de Chile, solo por no ser un títere como ellos.

Mientras escuchaba, lo que más me hizo reflexionar fue imaginar a muchos y muchas que en sus casas, trabajos o autos hacían lo mismo que yo, pero, por el contrario, asentirían con sus cabezas como diciendo “esta gente tiene razón”.

Foto: Seba Heras

Definitivamente la batalla central es cultural. Desde los espacios políticos y culturales donde se defiende el interés de las grandes mayorías y se pregona la lucha contra la desigualdad, debemos afianzar las herramientas y agudizar las estrategias para esta lucha, si no queremos ver nuevos ciclos de saqueo neoliberal como el que recordamos en estos días, a 20 años del estallido de 2001.

Los colonialistas Gabrielli y Marengo, concluían con algo que es terrible: la gente tiene hoy mucha información y por lo tanto altas expectativas, quiere vivir como viven otros, y eso es imposible. Cada tanto viene un populista, les promete ese facilismo y lo compran, llevando a la ruina al país. Me hizo acordar a González Fraga, radical macrista, cuando dijo que “le habían hecho creer a un trabajador que podía tener aire acondicionado o irse de vacaciones”. En ese mismo personaje vemos los reales intereses de esta gente: en lugar de que la banca estatal financie el acceso a algunos bienes para la mayoría, ellos prefieren entregar el capital nacional a grandes empresas para que la fuguen a guaridas fiscales extranjeras, como lo hicieron con Vicentín.

Foto: Facebook Boric

Después de esto me siento un amigo, un hermano de Boric, y ya estoy imaginando cómo lo van a desgastar los medios chilenos, que al igual que acá y en el mundo, son la boca de las grandes empresas.

Ojalá los artistas, militantes, verdaderos periodistas y la ciudadanía de bien en Chile no compren una vez más estos discursos e ideas coloniales y vean por sus propios ojos, como nos enseñaron nuestros Libertadorxs, que la soberanía y la dignidad son siempre el mejor camino.

 

 

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