El juego como ejercicio de libertad en el Kinder Club.

Por Brenda Sánchez*
Fotos: Gentileza Kinder Club

Los sábados no se duerme la siesta en la calle Maipú 252 de Ciudad. Como hace cincuenta años, en el Kinder Club se juega, se habla, se escucha, se crea y se comparte.

Reunidos por edades con dos maestros por grupo, los chicxs (desde los 4 años hasta adolescentes) realizan actividades recreativo-educativas sostenidas por un proyecto pedagógico que considera la educación como ejercicio de la libertad.

La problemática medioambiental, las cosmovisiones de los pueblos originarios y la alienación producida por las tecnologías de la información son temas transversales en la propuesta educativa del Kinder. Diego Dolengiewich (quien coordina el espacio junto a Adrián Blejman) explica que “el objetivo de este enfoque educativo se puede resumir en tres aspectos: abrir, mostrar y hacer tomar conciencia del máximo potencial de cada persona. Nuestra actividad se centra en percibir de manera crítica el mundo que nos rodea y brindar herramientas a los niños para poder actuar sobre la realidad”.

Recuperar la experiencia

El juego es una forma de interpretar la realidad y reelaborarla. Javier Abad Molina en su artículo “Experiencia estética y arte de participación: juego, símbolo y celebración” (2011)  afirma que, cuando se realiza en grupo, es fiesta participativa que recupera la comunicación activa e instala las capacidades creativas de transformación personal y social. Así, el juego como hecho estético y ético es instrumento de integración social.

En el Kinder, el juego es el elemento central de un proceso educativo que busca restituir la palabra a los chicxs. Este camino conlleva la ruptura de los esquemas pedagógicos verticalistas y represivos y la construcción de la figura de maestros que habilitan la experiencia y el descubrimiento.

El juego creativo es el medio para salir de la pasividad, de la actitud de consumidores culturales, para pensarse como sujetos, constructores de su propio proceso de conceptualización de la realidad. La pasividad también supone aislamiento, por lo que lo colectivo es una práctica permanente en el Kinder. Reconocerse es reconocer a los otros en su humanidad.

El Kinder recupera el sentido de comunidad, donde se reconoce y se acepta la diferencia, el respeto por el otro, la visión crítica y a la vez constructiva. Como expresa Dolengiewich , “nuestro espacio está orientado a la creación de valores. En este sentido se trabaja desde la igualdad y la cooperación. Planteando ámbitos de participación colectiva donde los niños son protagonistas de sus decisiones y por lo tanto también se democratiza el vínculo entre ellos”.

Pasar la antorcha

Para Dolengiewich el concepto de maestro del Kinder “es un ida y vuelta constante. Es llevar a la práctica el hecho de que educador y educando aprenden juntos en una simbiosis humanística. El maestro no hace juegos para niños sino que juega con ellos, desde un rol de facilitador y coordinador. Es una persona que busca alimentar la llama que todos llevan dentro. Es una tarea de profundo amor y compromiso.”

Los maestros han sido chicxs del Kinder, por lo que el enseñar y el aprender se retroalimentan como roles complementarios de la misma experiencia lúdica. La relación con los chicxs no está sustentada en la asimetría y el poder (como en la escuela) sino en el respeto mutuo y en el aprendizaje construido y compartido.

El valor de continuidad generacional es una de las características del Kinder. A lo largo de sus 50 años se han formado allí padres, hijos y, ahora, nietos. Tanto el Kinder, como el Centro Cultural Israelita han escrito parte de la historia reciente de Mendoza. En un tiempo de lazos sociales fragmentados, identificarse en una historia compartida que se proyecta al futuro, es fundamental para pensar otra sociedad.

“El aprender para enseñar es la posibilidad de que los niños vayan creciendo en el espacio y luego sean maestros de la actividad. Esta es la base de nuestra permanencia en el tiempo. El paso de la antorcha de una generación a otra. Niños que juegan toda la infancia luego se convierten en jóvenes educadores que siguen jugando desde el lugar de maestros”, afirma Dolengiewich.

El derecho a soñar

El temor de los padres a que sus hijxs caigan de la cadena productiva es un fenómeno social que conlleva la negación del pensamiento creativo, la regulación completa del tiempo de los niñxs, la exigencia de productividad y la patologización del que no se adapta a alguno de los rótulos. A este fenómeno, la psicoanalista Silva Bleichmar lo denomina el fin de la infancia.  El sistema no ofrece propuestas de futuro para los niñxs, que se ven invadidos por las angustias que los mayores proyectamos en ellos. Bleichmar sostiene que, como adultos, debemos restituir a la infancia el derecho a soñar, porque es imposible estructurar proyectos si no es sobre el trasfondo de los sueños.

Por otra parte, a medida que relegamos espacios públicos en las ciudades (plazas, veredas, calles que antes eran los ámbitos de la infancia), vamos perdiendo posibilidades de encuentro para el surgimiento del juego como forma de agrupamiento y participación.

En una sociedad que exalta el individualismo y la meritocracia, excluyendo a los que no se amoldan, las propuestas de solidaridad y construcción colectiva del Kinder pretenden modificar la mirada de los chicxs frente a la realidad que les toca vivir. Como afirma Dolengiewich,  la educación es la “entrega de las llaves para que las personas puedan trascender el ego y el individualismo para transformar su propio ser”.

El juego es una de estas llaves. En este, desarrollamos nuestro mundo interior. Jugando instauramos un tiempo no lineal y un espacio ritual en el que todo es posible. En este sentido, el Kinder es una apuesta por desplegar lo humano, recuperar el placer de la búsqueda, resistir a la cosificación y crear espacios donde emerja lo colectivo, con toda la fuerza y la urgencia de un nosotros no impuesto, sino sentido, pensado y defendido por todos.

Contacto:
Fb del Kinder Club Mendoza

 

*La autora es especialista en Literatura infantil y juvenil

 


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