En entrevista exclusiva con EL OTRO, Jasmine Daphinis narró en primera persona el infierno que durante nueve meses vivió en la vivienda de un exjuez mendocino, quien actualmente se encuentra en prisión domiciliaria imputado de gravísimos delitos. “Pensaba que nadie me iba a sacar de esa casa, que en cualquier momento me iba a morir y nadie iba a saber, sentí que me abandoné, que estaba atrapada. Nadie me conocía, no tenía importancia para nadie, era un pedazo de carne. ‘Que yo me muera o no me muera da igual’, pensaba. Si ya estaba muerta en vida”, describió crudamente la mujer que sobrevivió al horror de la violencia machista extrema y que aún lucha, tras su liberación de esa cárcel, contra un sistema judicial al que no duda en calificar como igual de perverso que su victimario.

Por Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

Soy mujer negra”, se autodefine Jasmine sin dudarlo al comienzo de la charla en un café que sirvió de refugio momentáneo, hasta que la lluvia nos dejara dialogar a cielo abierto en la plaza Independencia. Vaya simbología mendocina en esta declaración de libertad de una mujer haitiana tan valiente, de sonrisa constante, de palabras sin eufemismos, y de ganas incontenibles de gritar su verdad después de tantos silencios, prejuicios, impunidad y racismo.

El encuentro se acordó en la mañana de ese mismo 17 de diciembre que paulatinamente se fue nublando. Tras darse a conocer públicamente en el portal Mendoza Post que un “juez de Paz jubilado (omitiremos la identidad del exmagistrado por razones legales) está acusado de tener en su poder más de 1300 videos con contenido sexual”, Jasmine, a quien no conocíamos hasta entonces, se comunicó con EL OTRO,“conmovida y un poco aliviada” por la noticia, y completamente decidida a contar su versión “al único medio en el cual confío”.  

Tal como ella pidió de manera indubitable, transcribimos parte de las más de dos horas del relato contundente de Jasmine, omitiendo algunos fragmentos que pudieran afectar derechos esenciales de la propia mujer y de niños, niñas y adolescentes aludidos en la narración, además de precisiones sobre presuntas víctimas y victimarios de delitos aberrantes que hoy se investigan en la Justicia mendocina. No obstante, advertimos que el siguiente texto está destinado a personas adultas y que refleja fielmente una realidad aberrante que podría afectar la sensibilidad de las y los lectores.

Voy a cumplir 33 años, yo llegué acá en 2015 cuando tenía 26. Ha sido un camino muy largo, muy difícil, entre la desilusión, los maltratos y todos esos cambios. Me tuve que adaptar, aprender el idioma, adaptarme a nuevas costumbres, nuevas formas, nuevos códigos.

Yo nací al sur de Haití pero me crié en Puerto Príncipe que es la capital de mi país. Me crié en una familia de seis hijos, yo soy la mayor por parte de mi mamá. No éramos de la clase media alta pero vivíamos muy bien, en un barrio normal, común. Mi mamá siempre nos dio muy buena educación y nos crió bien. Mi papá falleció en 2011.

En 2015 ya me había independizado, vivía cerca de mi mamá pero tenía mi casita, mi trabajo, fui a la universidad, hice un Profesorado de Educación Primaria y una Tecnicatura en Lengua y Literatura Francesa. En Haití la cultura es muy familiera, acá hay cierto individualismo.

Todas las noticias que llegan sobre Haití son una verdad a medias. Tiene una desigualdad social extrema, el 95% de la población está viviendo con el 5% de la riqueza y hay 5 familias que tienen el 95% de la riqueza de Haití. O eres muy muy rico o eres muy pobre, y esa también es una imagen que muchas veces se utiliza para pedir ayuda internacional.

Haití es uno de los países que más organizaciones sociales y ONGs tiene, también está la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) que suele ir a los países que están en guerra civil, pero allá eso no está pasando sino que se necesita permanentemente este control sobre el primer país en América en ser libre, en 1804, y eso no se le perdonan a nadie, menos a un pueblo negro.

En 2015 yo estaba trabajando, la idea era venir y volver, tenía una visa para tres meses. HDY (utilizaremos esas iniciales para referirnos al exmagistrado) me contactó por Facebook, teníamos un amigo en común, lo acepté, empezamos a hablar, yo le contestaba, paso un buen tiempo, después dejamos de hablarnos hasta que un día me llamó por teléfono la policía a mi casa y me dijo que había un señor en Puerto Príncipe que no hablaba el idioma. El centro de la capital es muy peligroso, y más para una persona blanca, entonces me dijeron si podía ir a ayudarlo porque él dio mi número. Hablé con mi familia, me dijeron que sí, que no había problemas y fui a ayudarlo. Ahí nos conocimos personalmente, al poco tiempo de haber chateado.

HDY era un hombre encantador, muy carismático, muy empático, por lo menos así se mostraba. Él me dijo que era empleado de una Municipalidad, nunca me dijo que era abogado ni juez, sí que le gustaba viajar mucho y que había conocido supuestamente 64 países. Ahí empezamos a hablar y comenzó una cierta amistad. Él estuvo viajando por todo Haití y parece que ya había tenido contacto con otra gente de allá, con la MINUSTAH, con la Embajada Argentina y otros amigos haitianos. Yo trabajaba en turismo y lo acompañé a conocer algunos lugares. Yo no hablaba castellano, nos comunicábamos en inglés y en francés, más en inglés porque en francés a él no se le entendía bien.

De algún modo me deslumbró su forma, se veía muy humilde, muy cariñoso.

Un tiempo antes de venirse a Argentina me había propuesto que me viniera con él. Yo le dije que no, no iba a dejar todo con 26 años, tenía toda mi vida, mi comunidad, mi familia, mi lugar de contención estaban allá. Él se vino para Argentina y cuando llegó seguimos hablando, me mandaba cartas, el mapa de Argentina, de Mendoza, me mandó fotos de una casita que estaba haciendo, porque me decía que yo no iba a ir a Argentina a estar con alguien que no conozco en la misma casa. Me dijo: “Yo estoy haciendo una casita al lado de mi casa, así te podés quedar un tiempo hasta que te vuelvas”.

Yo estaba muy bien en Haití, no era una persona rica pero no tenía necesidades económicas. Me vine a acá porque de algún modo me enamoré y él me convenció, él supo cómo hacerlo, es un hombre muy convincente.

A mi mamá no le gustó mucho la idea, siempre me decía “Este tipo no me cae bien, hay algo en él que no me cierra, no te puedo decir qué, pero no me gusta”. Yo escuchaba hablar mucho de Argentina, de Messi, de Maradona, de la Calle Corrientes, de Borges… era una fascinación conocer Argentina. El pueblo haitiano tiene mucho cariño por este país porque, supuestamente, es el país de los derechos humanos, es el país del Papa, es el país de Messi, es el país del Obelisco…

HDY tenía casi 60 años pero esa diferencia de edad a mí me daba igual, en ese momento yo pensaba que todo lo que importaba era el alma de las personas, que por ahí uno se equivoca, puede ser que una persona tenga una linda alma pero en el fondo esté tapando toda la mugre debajo de una pantalla, que es lo que este tipo estaba haciendo.

Me resultó fascinante, pero desde el primer día en que llegamos todo fue distinto. Llegamos a Buenos Aires, me acuerdo patente, yo había traído una valijita, y ese mismo día él tenía un almuerzo con unos primos. Teníamos que dejar las valijas e ir rápidamente al almuerzo. Cuando llegué, lo primero que hizo el tipo fue abrir mi valija y decirme “¡Eso no! ¿Por qué trajiste eso?”, y encima con un acento medio raro, porque cuando se enojaba trataba que yo no entendiera. Él me eligió un vestidito negro y me dijo: “Ponte eso y vamos”. Nunca nadie había revisado mi valija, ni siquiera mi mamá, nunca nadie me había dicho antes qué ropa ponerme, fue muy raro. Cuando llegamos al almuerzo fue mucho más raro, porque nadie hablaba francés ni inglés y me hacían muchas preguntas, yo no entendía nada de lo que decían y él se enojó muchísimo.

Cuando volvimos agarró mi pasaporte y todas mis documentaciones diciéndome que iban a estar más seguros con él. De esos papeles yo pude recuperar solo una parte, tiempo después, cuando una jueza ordenó que allanaran su casa. Al pasaporte todavía no lo recupero.

El tipo planificó todo, es muy inteligente, muy, muy meticuloso, no es una persona que va a hacer algo sin pensarlo. A medida que van pasando los años me doy cuenta porqué hizo cada cosa. Él tenía todo pensado, todo calculado, no dejó ni un detalle.

No sé cómo llegó hasta mí, y eso es muy raro. Al principio pensé “es un tipo blanco, ya grande, viajando, conociendo gente y justo llegó hacia mí”.  Me mandó un mensaje diciendo “Soy HDY, estoy conociendo países, antes de conocer tu país me pongo en contacto con la gente a ver si me pueden orientar”. Me mandó la solicitud de amistad de Facebook en el mismo momento que me envió ese mensaje.

Yo creo que él me eligió. Entre el material pornográfico que secuestraron en su casa hay fotos mías previas a que me conociera, y hay fotos de otras chicas de Haití, de Senegal, de República Dominicana… El tipo tenía una selección de chicas de contextura delgada, de 26 y 27 años. Hizo un trabajo de inteligencia bien importante. Tenía una obsesión por negras, jóvenes, delgadas y niños, porque el 90% del material pornográfico que le encontraron en su computadora es de niños, de bebés, en este caso negros y blancos.

El tiempo que estuve con él hacía sus cosas y yo era simplemente un accesorio, una persona que limpiaba y atendía sus necesidades. No teníamos una relación de pareja. Él tiene un tipo de mansión de una manzana y una casa de servicio que se comunican. Desde que llegué estuve en la casita. Tiempo después ya estaba todo muy feo: aislada, sin contacto con nadie, yo no hablaba español, no tenía mis documentos, ni pasaporte ni dinero, no conocía a nadie, no tenía un chip para comunicarme por celular, no tenía nada, solamente él me conectaba a WiFi para que yo hablara puntualmente con alguien, bajo su control. Pero lo más duro de todo fue que, desde el primer día que llegamos a Buenos Aires, el tipo abusó de mí y no me pude volver a mi país. Habíamos sacado pasaje de ida y vuelta pero él pidió el reembolso del regreso.

Hacía muchas reuniones con gente importante en la casa, con políticos y abogados, y recién ahí me di cuenta que él también era abogado y supe después que era juez.

Yo era su única empleada, su esclava, desde el primer día me dijo “Mamita yo te pagué el pasaje, vas a tener que trabajar”, lo que significaba limpiar, barrer, coser, atender y cantarles a sus amigos cuando venían, porque yo canto muy bien y él me hacía cantar. Creo que los amigos siempre sospecharon de lo que pasaba, pero como decía, hay una gran diferencia entre Haití y la Argentina, en Haití son más solidarios, no es que la gente no entendiera lo que estaba pasando, eran los prejuicios: “una chica negra, pobre y con un viejo del que se estaba aprovechando”. Eso ya me condenaba y la postura era: “Bueno, que se joda”.  

El tipo estaba obsesionado conmigo, con mi cuerpo, con mi piel, con todo y, cuando venían sus amigos, yo era como un animal exótico: “Ay, mirá la piel que tiene; Ay, mirá el pelo…” Cuando me quedé embarazada fue tan desagradable, venía gente y él me levantaba el vestido para mostrarles mi panza, sin pedirme permiso, era una invasión total. Era como que yo no existía.

Maternar lejos, maternar aislada, maternar en un contexto de tanta violencia no se lo deseo a nadie. Sentía que era una bolsa de basura, ¿viste cuándo comprás un regalo bien caro y está dentro de una bolsa de consorcio? Fue muy feo todo, no sabía nada sobre el embarazo, la pasé muy mal, cuando rompí bolsa estaba limpiando el baño y no sabía lo que me estaba pasando.

Durante el embarazo solo estaba preocupada por sobrevivir, en quedarme callada, en ser sumisa, para evitar que él se enojara. Yo tenía algunos contactos con el exterior, pero “monitoreado”. Volví a estudiar el Profesorado en Educación Primaria, pero no me vinculaba con nadie. Iba, cursaba y volvía.

Yo vivía haciendo todo lo que él quería para que no me pegara, con la sensación de que no me iba a matar él mismo, me iba a llevar al suicidio o me llevaría a algún lugar y me dejaría tirada ahí. Una vez lo hizo. Estábamos yendo de viaje, en una casa rodante que tenía, yo quería orinar pero él no me dejó hacerlo en el baño de la casa rodante, me hizo bajar y se fue. Me dejó en la calle. Yo estaba desesperada pensando que el tipo no iba a volver nunca, no sabía cómo iba a hacer para pedir ayuda. A la media hora volvió y me dijo: “¿Viste de lo que soy capaz?”. Eso fue peor que se me hubiese pegado.

A mí me decía que a las mujeres hay que tratarlas como a los caballos, que había que pegarles y darles de comer, pegarles y darles de comer, y es lo que estaba haciendo conmigo. Me decía que me domaba, que yo era muy joven, que no sabía nada de la vida, y al final lo terminé creyendo. Lo más difícil de curar es eso, que te hagan creer que sos una basura, que no valés nada.

Estuve nueve meses en esas condiciones. Un mes antes, yo salí de la casa, dije que iba a comprar pan, y me fui caminando, porque no tenía plata para el taxi ni tarjeta para el micro, hasta un lugar donde podría denunciar lo que estaba viviendo. Cuando llegué me asusté, porque la gente empezó a hacerme preguntas y él me llamó por teléfono y me decía: “¿Dónde estás, dónde te metiste? Te voy a matar ¿Cómo pudiste salir?” Tuve que volver a la casa y esa denuncia nunca la pude hacer.

Él me había dado un chip para mi teléfono y desde su computadora y su propio celular podía manejar todo, no sé cómo lo hacía. A veces me escribía los mensajes y me decía que los iba a enviar al grupo de la familia o al grupo de los amigos, y lo mandaba. El tipo manejaba todo, hasta mi propio Facebook. Un control total. Un día me mandó 68 mensajes en un minuto, insistiendo con “¿Dónde estás?”. Tuve contactos con mi familia y les dije que estaba todo bien, porque sabía que él me controlaba.

Yo estaba muy mal de salud. Había tenido una cesárea, se me había abierto la herida y el tipo no me llevó al hospital. Yo estaba muy mal, pasaba semanas sin comer, dijeron que era anoréxica. Pero yo pensaba que nadie me iba a sacar de esa casa, que en cualquier momento me iba a morir y nadie iba a saber, sentí que me abandoné, que estaba atrapada. Nadie me conocía, no tenía importancia para nadie, era un pedazo de carne. “Que yo me muera o no me muera da igual”, pensaba, si ya estaba muerta en vida, era como un zombi. Encima el tipo me daba medicamentos, me decía que eran vitaminas, pero era clonazepam, cosas así, y yo nunca en mi vida había tomado eso, estaba como zombi, no sentía mi cuerpo, no sentía nada.

Entonces él llamo a una amiga (LB), supuestamente para “ayudarme”, pero en realidad era para constatar que yo estaba muriendo. Esta mujer me salvó la vida. Me dijo “hay cámaras por todos lados” y me escribió en un papelito: “Sé lo que estás pasando, pero no te abandones, no te mueras”. Yo estaba muy flaca, muy débil y estaba dando de mamar, sin comer y tomando las drogas que el tipo me daba en la boca y que tenía que tragar delante de él.

Su amiga llegó en la mañana, yo estaba encerrada, porque él cerraba la puerta cuando se iba, hicimos unas maniobras para que pudiera entrar LB y limpiamos toda la casa. Hice pollo al horno para que cuando él llegara pudiera hablarle. Pero cuando él llegó comencé a hablar y se empezó a reír. “Que tonta que sos, estás loca. ¿Qué me vas a decir? ¿Por qué no vas a limpiar el piso?”, me decía. Le contesté que quería hablar que necesitaba ir a pasar unos días con su amiga porque no me sentía bien. Ni me escuchó, ni me hizo caso. Justo a esa hora debía ir a cursar, agarré una mochila y me fui con mi hijx al Instituto. Yo estaba exponiendo en el aula, el tipo pasó, agarró el cochecito de mi hijx, se lx llevó y me mandó un mensaje: “Si querés volver a ver a tu hijx, volvé a casa”. Yo me volví loca, me desesperé tanto. Mi hijx es mi única familia, es mi vida.

Me sentí tan mal que llamé a LB y ella llamó a la policía. Cuando llegué a la casa HDY me encerró en una pieza y me dijo: “Ojo con lo que hacés, no tenés documentos, no tenés nada, o te quedás aquí o te vas para siempre, pero nunca más vas a ver a tu hijx”. Me desesperé, ya estaba la policía en la puerta, él no quiso abrirles, se metieron a la fuerza, él llamó creo que a un fiscal, me sacaron de la casa y me llevaron a una comisaría. El tipo se fue en su auto hasta la comisaría y en dos horas ya estaba en su casa. Yo me quedé declarando, horas y horas declarando, no tenía a dónde ir y LB me recibió en su casa junto a mi hijx.

La violencia que sufrí en esa casa y la violencia que sufrí al salir fue casi igual. No hubo ninguna diferencia. Pasé de casa en casa, me han hecho declarar una y otra vez, ¡me han hecho tantas preguntas estúpidas! Tuve que caminar horas y horas con mi hijx en brazos porque no tenía plata para el micro. ¡Fue horrible! Sumado a todo eso, las amenazas, chantajes, denuncias, me denunció como cincuenta veces. A mí me mandaron cada mes a una trabajadora social para ver cómo vivía con mi hijx, a él nunca.

Dos años tardé en aprender bien el español, porque el primer año no pude hablar con nadie, solamente podía leer, me gusta leer mucho, y fui aprendiendo a la fuerza. En la noche, cuando terminaba de hacer “mis tareas”, me ponía a leer.

Yo estuve cuatro años diciendo que el tipo abusó de mí, que me hacía trabajar, que me maltrataba, que me denigraba. Cuando me vino a buscar la policía a la casa yo estaba desnutrida, en un estado muy deplorable, tengo una foto que si me ven no me van a reconocer. Y en todo ese tiempo no hicieron nada. ¿Creen que un tipo tan perverso va a pasar esos cuatro años sin seguir haciendo algo? El tipo seguía haciendo lo suyo.

Todos estos años fueron una tortura, yo tuve que lidiar con un tipo con mucho poder, que sabe cómo manejar las cosas, que sabe cómo manipular a la gente, que sabe cómo fastidiarme. También tenía que lidiar con un montón de otras cosas: los prejuicios, el racismo, la falta de trabajo. Yo tenía niñx chiquitx y no tenía a mi mamá, ni a una hermana, no tenía familia, y me tenía que hacer cargo de mi hijx sola. Hasta ahora él no cumple con la cuota alimentaria y, al final, a mí me imputaron porque fui un día a su casa porque no tenía nada para darle de comer a mi hijx. Le pedí plata, él quiso abusar de nuevo de mí, me enojé agarré una piedra y le rompí un vidrio. Por eso me imputaron, pero a él nunca lo imputaron por no haber pagado la cuota alimentaria ni por haberme maltratado. Y le dictaron la falta de mérito en la causa judicial que le inicié por trata de personas.

Por suerte ahora no se puede acercar a mi hijx, porque le dictaron la prohibición de contacto. Lo único que quiero es que me den la tenencia de mi hijx y volver a Haití.

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