Este fin de semana, Axel Kicillof visitó Mendoza para participar de la campaña electoral del peronismo. En diálogo con EL OTRO, el ex ministro de Economía de Cristina señaló los indicadores críticos del modelo macrista, alertó sobre los riesgos del endeudamiento externo y la flexibilización laboral, y aceptó “filosofar” sobre consumismo.

Fotos: Coco Yañez

“Me han dado un termo sciolista”, bromea Kicillof y nos ceba un mate anaranjado. El agua está tibia, la yerba revuelta, pero el economista sin corbata se muestra generoso por ofrecer lo que tiene a mano, e interesado por saber quiénes somos y de qué se trata nuestro proyecto de comunicación cooperativa.

Mientras sacamos el machete de cinco puntos sobre los que pretendemos indagar en los veinte minutos pautados, nos resulta inevitable pensar que el entrevistado que nos ceba mates es quien condujo durante dos años la economía del país, provocando amores y odios en veredas opuestas e intensas, y el mismo que suena fuerte para ocupar la primera línea política de los dos años que se vienen.

Sonríe y sostiene la mirada todo el tiempo, salvo cuando busca algún dato en un cuaderno de espirales que, apenas encuentra, remarca con insistentes círculos azules. “El 75% del vino que se produce en Mendoza se destina al mercado interno”, nos dice al promediar el diálogo, subraya el papel y enseguida lanza lapidario: “En el primer semestre de 2015, el último año de nuestro gobierno, se importaron 70.000 litros de vino. En el primer semestre de 2017, la importación fue de ¡52.600.000 litros!”.

Con mate, cuaderno y datos en la mano, Axel Kicillof hilvana política y economía, como dos caras de una misma trama, con un hilo discursivo llano y didáctico.

Usted viene cuestionando el curso de la economía argentina desde la llegada de Mauricio Macri a la presidencia. ¿Podría mencionar tres indicadores que demuestren por qué la economía está peor que hace dos años?

Podría nombrar tres, pero te voy a decir la verdad: si comparamos hoy con 2015, ¡todos los indicadores están peor!

Por ejemplo, el desempleo ha crecido tres puntos, que es un tercio del desempleo que había. Estábamos en 6% aproximadamente y ahora estamos en 9%.

Ha aumentado la pobreza. En distintas mediciones, a algunos les daba 15%, a otros 20 y a algunos 30, pero en todos los casos pasaban dos cosas: durante nuestro gobierno bajó sistemáticamente y a la mitad, con respecto a cómo habíamos asumido y, en cambio, en los dos últimos años creció. Ahora, según dice el gobierno, bajó un poquito pero no alcanza el nivel de 2015.

Otro dato: hoy la balanza comercial es la peor de la historia.

Sin embargo, el gobierno dice que esta es la situación económica que ustedes les dejaron y que ellos la “sinceraron” en función de mediciones estadísticas fidedignas. El INDEC estuvo fuertemente cuestionado, incluso por propios referentes del kirchnerismo…

Si uno lee los diarios opositores, nos encontramos con que la mayoría le está cuestionando las estadísticas a Macri, hoy. Incluso hizo algo que no había pasado en toda la historia, el famoso “apagón estadístico”. Estuvimos seis meses sin números y probablemente fueron los peores seis meses desde que llegó al gobierno.

Podemos referirnos a los números y podemos referirnos a la realidad también. Yo creo que el discurso es un poco ambiguo y llamativo al mismo tiempo. Cuando Macri estaba en campaña en 2015, lo que dijo es que podemos vivir mejor, prometió la revolución de la alegría, que la inflación la iba a solucionar inmediatamente, dijo “voy a dar más trabajo y el 82% móvil a los jubilados”, dijo “voy a sacar el impuesto a las ganancias a los laburantes”. La verdad es que prometió de todo, pero llegó al gobierno e inmediatamente entramos en un espiral descendente que ahora se ha amortiguado, aunque no ha parado de existir.

Ahí es donde cambió el discurso y dijo que su mérito no era mejorar las cosas sino evitar una crisis que iba a ocurrir. Es una chantada, ganás las elecciones diciendo que le vas a mejorar la situación a todo el mundo, eras experto en todo, y después terminás diciendo: “Los salvé de una crisis”.

Todo esto es una maniobra discursiva, pero, para decirlo en breve: este es un programa neoliberal clásico, básico. Esto es algo que se tiene que entender, porque obviamente está sumamente maquillado, vestido, coucheado, guionado, para ocultar su verdadera naturaleza.

Los programas neoliberales se asentaron históricamente en la deuda externa como uno de sus pilares. El gobierno anterior tuvo graves dificultades de restricción externa y serios problemas en la negociación con los fondos buitres. Ahora, supongamos que este gobierno esté tomando deuda de buena fe, ¿ese endeudamiento podría traer algún efecto positivo, o solo nos espera una hipoteca en el futuro?

A mí siempre me gustó, aunque nunca entendí bien, esa idea de que hay un colesterol bueno y un colesterol malo. No tengo la menor idea, pero con la deuda pasa algo parecido. Yo no estoy en contra del endeudamiento, ni siquiera del endeudamiento externo, porque las grandes obras de infraestructura, como las grandes represas, las hicimos recurriendo al endeudamiento externo. El problema es: deuda con quiénes y para qué. Y eso es lo que yo le cuestiono a este gobierno.

Como ha girado el perfil y la orientación de la economía argentina en este breve lapso, es como un barco que es muy pesado, va girando de a poco y nos están llevando a un modelo que yo llamo neoliberal. Es un modelo que en la Argentina se aplicó varias veces y cuyos resultados son: baja de salarios, con la idea de que el país exporte y sea más competitivo; liquidación del mercado interno, con lo cual todos lo que producen para el mercado interno, como pequeñas y medianas empresas, comienzan a tener grandes dificultades; además se bajan jubilaciones, empieza el ajuste, y se generan graves crisis en todo nuestro aparato productivo, que se había reconfigurado bastante para trabajar con el mercado interno.

En nuestros doce años de gobierno se duplicó la industria y ahora está en caída libre. El gobierno hoy no usa el endeudamiento para inclusión social, menos para industrializar o generar créditos productivos. Por ahora han usado la deuda para cubrir el agujero que generan en la balanza comercial. Estamos importando como nunca y estamos usando deuda externa para pagar esas importaciones.

El 75% del vino que se produce en Mendoza, por ejemplo, se destina al mercado interno. En el primer semestre de 2015, el último año de nuestro gobierno, se importaron 70.000 litros de vino. En el primer semestre de 2017, la importación fue de ¡52.600.000 litros! Esto de abrir las importaciones te trae dos problemas: te liquida el productor y te hace dependiente del endeudamiento, porque ellos usan las divisas para esto y para la bicicleta financiera. Financian la fuga de capitales.

Cuando vos decís: “Ustedes tuvieron un problema de restricción externa”, yo te digo “Sí, pero de otra naturaleza”. El problema que empieza a tener este gobierno es alimentar la bicicleta financiera. Entran capitales, los ponen a las Lebacs y se los llevan de nuevo. Necesitás dólares nuevos.

En segundo lugar, lo otro que pasa es que cada vez tenés que pagar más intereses de la deuda pública. Al duplicar la deuda externa, como hizo este gobierno, te empieza a pasar otra cosa que es el torniquete de la deuda. Ya lo vivimos varias veces. Vos decís: “La deuda, ¿explota o no?” Explotará cuando te dejen de prestar, porque ya hayas tomado un montón.

Como nosotros dejamos una herencia con un país desendeudado, ellos tomaron, tomaron, tomaron. Batieron el récord. Fueron el país que más tomaron y el momento histórico donde Argentina más deuda tomó. A cuatro manos. Tienen margen, porque el país estaba desendeudado, pero hay un efecto inmediato: los intereses hay que pagarlos. Y los intereses se pagan con tus impuestos, con los impuestos del que va a leer la nota del diario.

En el último coloquio de Idea, donde Macri fue ovacionado, el presidente dijo que la manera de aumentar la productividad sería a través de la flexibilización de las condiciones de trabajo. Más allá de los aspectos puntuales de afectación de derechos laborales, desde el punto de vista económico, ¿cómo podría incidir en las variables fundamentales la disminución de ese “costo”?

Yo te diría lo siguiente: depende de qué modelo querés. El keynesianimo dice, piensa y sabe que el salario, por un lado, es un costo para el empresario pero, por otro lado, es su fuente de ingresos. Porque el empresario paga un salario y, con ese salario, aparece la demanda, aparece el mercado y la compra de su mercadería. Entonces, lo que el empresario paga como clase general le vuelve como sector.

Los que vienen con la ideología de bajar los salarios, de hacer más intenso el trabajo, subir la explotación, las reformas laborales y la flexibilización laboral, la verdad es que están pensando en un país que, por ejemplo como pasa en otros países, sea una armaduría: salarios bajos producen acá para vender afuera.

Es otro modelo de país. Y ese modelo funciona, nada más que te va a dejar a veinte millones de personas en la calle. Es un modelo excluyente y con muy, pero muy, deteriorada distribución del ingreso.

Durante el kirchnerismo fue importante el desarrollo del mercado interno y el aumento del consumo. Aunque podríamos cuestionar, desde el punto de vista cultural y ético, lo que representa el consumismo dentro del esquema capitalista. Vimos cómo mucha gente no ingresaba al mundo del consumo, pero los que sí ingresamos, lo hacíamos a veces dentro de un círculo vicioso de producción a cualquier costo, con el argumento de que eso generaba trabajo y movilidad en la economía. En términos filosóficos, si se quiere, ¿usted se plantea los límites del consumismo?

Excelente pregunta. Sí, por supuesto. Yo diría que a nosotros nos tocó, aunque nunca hablamos de pesada herencia ni nos pusimos a llorar, un país detonado: 50% de pobreza -67% si uno usa el índice actual del Indec-, 25% de desempleo, una situación social desastrosa. De lo que se trataba, no era de incluir a la gente en el consumo, sino de que pueda comer. En nuestra sociedad eso es, básicamente, acceder al consumo. Pero sobre todo ingresando al mundo del trabajo y, si se puede, del trabajo formal y, si se puede, del trabajo bien remunerado y, si se puede, del trabajo con derechos.

Pero es cierto que una vez que un trabajador accede a un trabajo digno, y que considera que ese trabajo es estable, empieza a acceder a consumos un poco más sofisticados, o no básicos e indispensables. Y nosotros creemos que eso es un derecho de los laburantes. Es un derecho de un trabajador o un jubilado poder irse de vacaciones, acceder a un celular, a la tele, incluso acceder a la casa. Eso no es un privilegio de los que estaban en el coloquio de Idea ni tampoco de los sectores medios acomodados.

No tenemos nada contra la clase media, de hecho las estadísticas de la CEPAL (NdR: Comisión Económica para América Latina y el Caribe, dependiente de la ONU) muestran que la Argentina es el país donde más creció la clase media, medida por el ingreso. Y es cierto, hay un sector enorme en nuestra población que era excluida y volvió a estar incluida. Y eso genera formas de conciencia que obviamente, una vez que uno entra en la rueda del consumo, aspiran a más.

Yo diría que eso se vuelve nocivo cuando todas las aspiraciones y los deseos del ser humano se focalizan hacia esta cuestión. ¿Qué es lo que el kirchnerismo o el movimiento nacional y popular han logrado en contra de eso? Trabajar también la maduración política de nuestra sociedad. Cuando llega el kirchnerismo la política era mala palabra. Hoy, en la familia, en los clubes, en las fábricas, en todos lados se están discutiendo cuestiones políticas, se discuten modelos de país.

 


Axel Kicillof en Mendoza

El sábado pasado, el diputado nacional del Frente Para la Victoria compartió distintas actividades con la militancia mendocina. Invitado por la Juventud Peronista, dio un discurso en Guaymallén en el que respaldó a los candidatos del frente Somos Mendoza. “La sociedad tiene que saber que el peronismo está unido”, subrayó el exministro.

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