Este viernes a las 22 hs en el Teatro Quintanilla se presenta por  última vez “Estelas” la obra que dirige Gerónimo Miranda e interpreta un elenco cargadito de poder en sus actuaciones. Cuenta con intérpretes en lengua de señas, lo que la vuelve en una función súper especial. La jerga mendocina, el drama humano y el roce con lo bizarro entre las características de esta creación artística particularísima. Entrevista colectiva de El Otro.

Por Seba Landi y Penélope Moro

 

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Estela Maris y María Estela le dan pelea a la malaria económica desde su pequeña peluquería de barrio. Hasta que la soga les llega al cuello y las estrategias de supervivencia se distancian. El amor, la perversión, la dignidad, las relaciones humanas y el dinero es el universo temático que utilizó Gerónimo Miranda, dramaturgo y director, para crear esta obra.

“Estelas” lleva 12 presentaciones en cartel y este viernes cierra el año en el Quintanilla con una función especial, porque por segunda vez suma en escena a intérpretes en lengua de señas bajo la dirección de Andrea Suraci. Se trata de un complemento inédito en la movida teatral local, máxime cuando estos intérpretes se transforman -tal vez sin proponérselo- en dos actores más.

El Otro visitó al elenco de la Bohemia Compañía Teatral en su propia casa, el espacio Quasart, ubicado en el corazón del viejo Barrio Bancario de Godoy Cruz, a menos de una hora de la función número once de “Estelas”. Allí, el director y los actores Marcelo Becerra, Mariana Fernández, Melody Moro y Gisela Altamirano, junto al técnico Lucas Chiarelli, respondieron a esta entrevista colectiva en medio de los preparativos para subirse a “las tablas”. Todos/as dispuestos/as a contar muy de cerca el laburo de una apuesta teatral íntegra en su proceso de elaboración, con texto propio, algo que la distingue de gran parte de las obras en cartel provenientes de la creación grupal.

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“El dramaturgo es una falencia en Mendoza. Por eso hay mucha creación colectiva, que no está mal, está muy bien. Pero hay que reconocer que la ausencia de dramaturgia es por falta de pelotas, de decir escribo esto porque me la banco y de entender que la dramaturgia es todo un camino que lleva a equivocarse pero que lo vale”, explica Miranda. Él  comenzó a escribir el texto durante una estadía en Buenos Aires, pero con la cabeza puesta en casa, claramente quería contar una historia que refleje las contradicciones propias de la idiosincrasia menduca. “Por eso hablo de que este teatro es de resistencia, por la historia, por el momento de creación y el contexto de interpretación”.

“El texto maneja un lenguaje coloquial, eso ayuda a que el público pueda recibir bien la información y llevársela a casa, porque incluso es lo que nos dicen que les pasa”, cuenta Melody y Mariana, mientras hurga en la valija de maquillajes, agrega: “está hecho para que el espectador logre identificarse con los personajes dentro de situaciones tan cotidianas que pueden surgir en el country y en el barrio”.

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Para Miranda ese proceso de simplificación en la dramaturgia resulta “complejo” porque su poética lo es: “al reescribir empiezo a destruir las obras para que lleguen a lo simple, ese es mi fin”. Sin dudas, la apuesta de la Bohemia está centrada en la recepción del público: “queremos que sea popular, que vengan a verla los vecinos, los tíos, los actores, la comunidad sorda, y que todos se lleven algo”.

Cuando uno ve Estelas en un primer momento se encuentra con algo limpio, como lavado, pero entre las peluqueras, un policía y una misteriosa señora que intervienen en la historia trasforman pronto la historia en un  juego psicológico marcado por la crueldad humana, y eso provoca un nuevo impacto entre los espectadores.  “El trasfondo es la relación oprimido y opresor”, señala Melody, la coprotagonista junto a Mariana Fernández.

Doble decodificación

Según la Bohemia es la primera vez que se hace de manera oficial una obra de teatro convencional de la mano de intérpretes en lengua de señas. Sobre esta experiencia, Gisela Altamirano, actriz de la obra, cuenta que  Alejandra Cornejo y Federico Carrascosa, las intérpretes, logran una excelente trasmisión. “La comunidad sorda se ríe de cosas que los que escuchamos no nos reímos, y eso tiene que ver con la interpretación de un mundo abstracto que los oyentes desconocemos”, la completa Marcelo Becerra, único actor varón de “Estelas”: “hay una doble decodificación del público, porque funciona simultáneamente dentro del mismo código teatral”.

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Pero no todo es drama en Estelas, la ironía y el límite con lo bizarro son la vuelta de tuerca que encontró Miranda para que la tensión no exaspere al vecino que se arrimó a verla. Hay bailes y playback, colores ochentosos, raros peinados nuevos y exageradas gesticulaciones amorosas producto del trabajo en conjunto entre el entrenador coreográfico Raúl Ricardo Rojas, el escenógrafo Rodolfo Carmona y la vestuarista Cristina Mallea.

“Yo no vengo de la comedia musical, lo mío es texto simple y actuaciones cargadas, por eso respetamos los tiempos de maduración. Cuando hay identificación con el público ya está logrado, a eso voy. Sobre los bailes y la estética te digo que no tengo dinero, así que todo eso es una especie de parodia. Somos un elenco pobre pero igual bailamos y cantamos en escena”, dice Miranda, sobre quien resta agregar que es un director que, hasta hoy, se salta de la tiranía propia del rol. Nunca mira la función desde atrás, camina por los pasillos o sale de la sala y una vez que conoció a sus actores, y ellos a los personajes que crea, deja que las cosas sucedan.