El músico Lucas Morales realizó un mediometraje autobiográfico que estrena por estos días en Mendoza y que viajará a España. EL OTRO lo entrevistó en medio de una sanación a través del quehacer artístico que interpela a quien no se siente bien.

Fotos: Seba Heras

Es inquieto. Su hija -que también asistió a la entrevista- hermosa. Tiene trabajo y mucha capacidad, también una autoexigencia compleja. Se llama Lucas, es músico y un año atrás eligió hablar de sus sentires.

Lo conocimos junto a Ana Salatti -su pareja- con la guía Gula-Gula y deslumbraron con Adela, film que realizaron junto a Celeste Mari durante la edición 2019 del festival Graba.

En estos días presenta un mediometraje autobiográfico que se titula Querido puntito.

Te ves muy deseoso de presentar tu mediometraje ¿También te pasó esto como músico?

No. La verdad es que he tenido la suerte como productor musical y sesionista de tocar con artistas de renombre pero nunca necesité mostrar esos laburos.

Con esto me pasó algo que no me había ocurrido en mis muchísimos años tocando -empecé a los 9 o a los 10-. Siempre me sentí muy presionado con la música y con el audiovisual me pasó lo opuesto.

Fue un re-proceso.

¿De dónde viene Querido puntito?

Toda la vida hice trabajos artísticos pero con trabas que fueron creciendo cada vez más. Una autoexigencia que hizo que las cosas nunca alcanzaran. Estaban mis canciones, pero no, no estaban listas, falta más.

Nunca pude concretar algo personal con todas las herramientas a la mano, siendo productor musical, nunca pude grabar un tema mío.

En un momento de una depresión muy heavy y con una crisis de ansiedad muy grande, dije “está todo para el orto, está todo cagado y no hay mucho más que perder”.

Me obligué a grabar cinco temas míos sin hacerme trampas. Para protegerme de mis trucos elegí un músico que me acompañara en cada tema, en un ensayo de no más de dos horas. Al final del ensayo teníamos que grabar y no hubo un minuto más.

Como no me animaba a cantar porque me daba mucha vergüenza, llamé a la Pato Cangemi, que es una regrosa, para que interprete mis canciones. Pasó que no pudimos concretar con ella, por cuestiones de agendas, y un día, después de tener lista toda la música, me dije: “Basta, no espero un día más”.

Con toda la vergüenza me metí a grabar y tuve que escuchar lo que había, contra todos los demonios internos. Escuché a un loco cantando con sus límites, sus formas y sus miedos, y no era lo que debía ser, pero era algo.

Ese flash fue una bomba porque me pude mirar por primera vez. Me nació algo extraño: cuando me despertaba veía textos representados de una forma concreta que escribía y que pude conectar con momentos como un recuerdo de la niñez.

Me acerqué a la Cele (Mari) y le conté esto último y que tenía las músicas. Le pregunté si podíamos darle una forma y cuánto podía costar. Aunque no tenía un mango, estaba dispuesto a invertir porque venía de la locura de poder componer mis canciones.

Así empezamos a darle forma al mediometraje que contiene los cinco temas míos representados audiovisualmente y entrelazados por textos. Tomó un año concretar ese delirio.

Foto: Gentileza

¿Y el proceso de ese delirio?

En una parte, por ejemplo, soñé un desierto en el que camino con una túnica y no tengo pelo ni cejas porque eso representa un momento y un estado interior. Como idea está bueno pero cuando la tenés que llevar adelante se complica.

Cuando estás con la maquinita de afeitar en la mano, afeitándote la cabeza y las cejas, pensás: “¿Estoy loco?”

Eso sucedió en los Altos Limpios (Lavalle), con toda la torpeza y la falta de experiencia, pero con una certeza: sabía lo que quería contar.

Después hay que concretar y se notan las desprolijidades porque soy un novato en el audiovisual y con la Cele aprendimos muchas cosas juntos, pero soy un experto en mi depresión, mi ansiedad y mis trabas, así que sabía qué quería contar.

Foto: Gentileza

¿Rueda y rodará por la provincia y otros lares?

Sí, ya he podido mostrarlo acá y en San Luis y hay muchas posibilidades de mostrarlo en España.

¿El proyecto es autogestivo?

Sí, todo muy a pulmón. Para ir a España sacamos los boletos con un amigo que me invitó y todo sin un mango. El vestuario lo conseguí en ferias, grabamos con la Cele en horarios de locos y a veces nuestras hijas tenían que acompañarnos -situación difícil para ellas y para nosotros-.

En la peli se ven torpezas técnicas pero también bastante claridad respecto de la cagada que te podés mandar cuando presionás a un niño, y si ese niño se cree esas ideas se arma un monstruo interno indomable que paraliza y te deja afuera de tu vida.

La película es sumamente autorreferencial pero también la veo reflejada en personas que conozco respecto de la imposibilidad de hablar y morfarse todo. La veo en mi primo que suicidó hace un mes, lo veo en un súper amigo, que tiene un cáncer terrible en la cabeza, que cada vez que tocó una nota miró al costado para ver si estaba bien.

Lo veo en el miedo que tenemos todos a hablar de esto porque al principio pensé que era algo remío pero cuando lo empecé a abrir me di cuenta de lo generalizado que está esto y lo importante que es sacarlo afuera y compartirlo.

Y siempre pienso que es rarísimo lo que tengo para decir pero es necesario hablarlo. En parte, por eso hice Querido puntito. Porque ese puntito soy yo.

Por eso empiezo todas las presentaciones diciendo: Hablemos.

 

 

Qué puede hacer una biblioteca contra el frío