Tras seis años de búsqueda de Johana Chacón, y a pocos días del inicio del juicio oral y público por su desaparición, EL OTRO entrevistó a Mirta Ruiz, madre de la adolescente lavallina. 

Fotos: Coco Yañez

Mañana se cumplen seis años de su desaparición y el Estado todavía no da respuestas acerca de su paradero. El 4 de setiembre de 2012 Johana Chacón fue vista por última vez. Tenía 13 años y vivía en Tres de Mayo, distrito de Lavalle.

El rostro de Johana se convirtió en un doloroso ícono de lucha contra la violencia machista y la desaparición impune de mujeres. Sin embargo, la pobreza y ausencia de apoyo estatal, impidió que su madre Mirta Ruiz pudiera ejercer el derecho básico a exigir la aparición con vida de su hija, verdad y justicia.

EL OTRO entrevistó a Mirta en un humilde asentamiento de Los Sauces (Tunuyán) donde vive, desde hace años, junto a su pareja y cuatro hijos. Acá estamos bien porque algo de trabajo hay en esta temporada, pero estamos reincómodos en este lugar que nos han prestado”, explica la mujer con timidez, mientras invita a pasar a los cronistas de este diario a un cuarto de no más de seis metros cuadrados.

Esa es toda la vivienda de Mirta y su familia. Una pieza que forma parte de una vieja “colectiva” en medio de una finca, que en otras épocas sirvió de albergue temporario de obreros migrantes de noroeste argentino que venían a Mendoza para las cosechas de frutales. En ese conjunto de casas precarias sin servicios básicos, sobre una calle de tierra, conviven unas treinta familias, entre ellas están los hogares de la madre, la abuela y cinco tías de Johana.

“Desde que nosotros nos cambiamos a acá nos anotamos en un barrio que iban a hacer en Las Pintadas, pero nunca salió”, recuerda Mirta y nos cuenta que antes de instalarse en Tunuyán estuvo con el papá de Johana hasta que, por conflictos familiares y económicos, la niña se tuvo que quedar con él en Lavalle, separada de su mamá por más de 130 km.

“Estábamos trabajando en la poda de viña, han parado desde hace una semana y hay que esperar unos veinte días más hasta que venga el desbrote. Quinientos pesos están pagando el día”, explica Mirta y habla luego de su niña, con voz quebrada y ojos húmedos, siempre en tiempo presente: “Johana es mi cuarta hija. Es una chica muy inteligente, ha sido muy sociable en la escuela, tuvo muchas amistades, todos la querían. Para mí recordarla siempre es reduro. Ya van a ser seis años, pero para mí fue ayer. No puedo evitar el dolor. A lo mejor otras familias lo asumen, o pueden soportar o tolerar un poco más la pérdida de un hijo, que para todas las madres debe ser igual de doloroso, pero yo no puedo. Es más, toda esta semana la he estado soñando…”

“Mi corazón de madre me dice que ella está viva. Yo a Johana la tengo que encontrar viva, no acepto que me digan ‘tu hija está muerta’. Creo que me muero yo”.

Hay muy poca gente que conoce cómo fue tu vida en estos años y hasta algunos malintencionados cuestionaron tu ausencia pública en la búsqueda de Johana. Ahora que quizás te sentís más fuerte para hablar, ¿querés contarnos por qué no pudiste ponerte al frente de la lucha por tu hija?

Obviamente que siempre quise estar, pero yo vivía sola acá en Tunuyán, con dos nenes, mis otros cinco hijos los tenía el padre en Tres de Mayo. Johana vivía con su papá.

Es una historia muy larga y triste que prefiero no contar. Pero sí quiero decir que tenía que trabajar para darle de comer a mis hijos, si yo perdía un día de trabajo ellos no comían. Me levantaba a las cinco de la mañana para dejar a los chicos arreglados y dejárselos a una vecina, a la que yo le pagaba, para que me los subiera a la tráfic que llevaba a uno a la escuela y al bebé a la guardería maternal.

Yo iba cada tanto a Lavalle a ver a mis hijos que vivían allá. Si les hacía falta, les llevaba zapatillas o lo que estaba a mi alcance.

Cuando Johana se pierde yo no tenía televisión, no tenía radio, no tenía nada. No me enteraba de nada o me enteraba cuando las cosas ya habían pasado. Yo estuve con ella, entre diez y quince días antes, en Tres de Mayo. Trabajé, junté platita de a poquito, y me fui a visitarlos. Pedí permiso en el trabajo y estuve allá con mis hijos una semana. Cuando me estaba por volver, Johana me dijo que no quería que me viniera, me dice “mamá, quédese unos días más”. “Si yo me quedo, mamita, -le digo- me dejan sin trabajo y no voy a poder verlos de vuelta”. Entonces, me vine.

Como a los diez o quince días que pasó todo lo de Johana, me llama una tarde mi hija Beatriz, la más grande, para decirme que Johana no había llegado de la escuela, que la andaban buscando y no la encontraban, que habían ido a la policía a hacer la denuncia pero que no se la aceptaban porque eran poquitas horas que llevaba de perdida. Pasó la tarde y al otro día recién nos recibieron la denuncia.

Lo poco que yo sabía era lo que me contaba Beatriz.

¿Cuál fue la relación de la Justicia con vos?

Me llamaron solo una vez cuando tuve que declarar, ahí nada más. Más de eso no ha pasado. Han venido a buscarme, pero yo estaba trabajando, y me han sacado como una delincuente del trabajo, a los empujones.

Fue hace cuatro años, más o menos, estaba la (fiscal) Claudia Ríos. Me habían llamado por teléfono un día domingo, me dijeron que me iban a citar para el lunes a las siete de la mañana, para atestiguar, pero quedaron en confirmarme. Yo les dije “si puede ser así, les voy a agradecer”, porque me tenía que ir a las siete y media de la mañana a trabajar por todo el día. Para que no me dejen sin trabajo, yo les dije “por favor, avísenme para esperarlos”. Como nunca me confirmaron yo me fui a trabajar.

Como a las ocho me llaman por teléfono. Estaba trabajando. Me dicen que estaban en mi casa, que yo sabía que me iban a ir a buscar. “Discúlpeme, yo estoy trabajando, quedaron de avisarme que me iban ir a buscar, como nunca me avisaron yo me vine a trabajar, yo tengo mis hijos que mantener, no me puedo quedar de brazos cruzados”, les dije. Yo estaba sola en ese momento.

Me llevaron del trabajo así como estaba, en una camioneta, para que yo declarara.

Ese fue el único contacto que tuviste con la Fiscalía ¿Volvieron a comunicarse con vos? ¿Alguien de la Justicia se puso a tu disposición?

No, nunca más. Nadie. Solo esa vez para declarar y nada más.

Durante los últimos seis años, ¿algún funcionario de este o el anterior gobierno se acercó a hablar, te ofreció ayuda?

Nunca, nadie. Las únicas personas que se acercaron a mí en el último tiempo fueron Laura Chazarreta, Cecilia Vera y el abogado Fernando Peñaloza. (NdR: Chazarreta es referenta de la organización La Colectiva; Peñaloza representa a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación).

Vivía en una situación económica rebaja y sigo igual. Me gustaría que alguien del gobierno viniera y me dijera: “¿Necesita una casa?, bueno, se la damos y la tiene que pagar en cómodas cuotas”. Perfecto, no tengo problema en pagarla. Me gustaría algún día tener lo mío, tener mis comodidades. En esta piecita vivimos y dormimos seis. En la cucheta de arriba duermen dos de mis hijos, en la de abajo los otros dos, y acá en esta cama más grande mi marido y yo.

No me aprovecho de la situación porque mi hija está perdida, porque he ido a pedir ayuda también antes y nunca nadie me ayudó. Las mujeres tenemos derecho a ser respetadas en todo sentido.

El juicio para esclarecer la desaparición de Johana comienza el 19 de setiembre próximo. ¿Cuáles son tus expectativas?

Estuve hablando con Fernando Peñaloza, que ya vino dos veces a verme, y me ha dicho que hay muchas pruebas contra (Mariano) Luque, a quien culpan por Johana.

Mucho no puedo hablar pero, por lo que me ha conversado Fernando, va a salir todo bien. Estoy muy contenta con él y con todo lo que está haciendo.

¿Confiás en la Justicia?

Y en la Justicia… Creo que se tardaron bastante, bastante… Porque yo lo veo desde este punto de vista: quizá que, como soy pobre, por ahí no le dieron mucha importancia y no apuraron las cosas para investigar más; quizá si hubiese tenido plata, si hubiese puesto un maletín con plata sobre una mesa, ya se hubiese solucionado todo. 

Foto de archivo: Coco Yañez | 8/3/18

El 8 de marzo pasado marcó un antes y un después en la visibilización de la difícil situación de Mirta Ruiz. Ese día, por primera vez, la madre de Johana se subió a un escenario, frente a la Casa de Gobierno, portando una pancarta que decía “Aparición con vida”.

Durante el multitudinario 8M miles de mujeres del movimiento feminista pudieron conocer quién es la madre de la adolescente lavallina que sigue sin aparecer. Sin embargo, solo unas pocas supieron lo dificultoso que resultó para Mirta salir durante unas horas de su casa rural de Tunuyán, viajar más de 100 km hasta la capital mendocina, atravesar el impacto emocional de esa exposición y volver horas más tarde a la complicada rutina de su vida familiar.

A pocos días del comienzo del juicio oral y público, Mirta nos confía que volverá a asumir un rol público, que hará todo lo posible para asistir a las audiencias, que necesita que la Justicia le diga qué pasó con su hija. Además, pidió a la sociedad que persista en la búsqueda de Johana hasta que aparezca.

¿Cómo te sentís para afrontar estos días que vienen?

Estos días son muy difíciles para mí. Como dije en varias ocasiones, yo no sé si Luque (NdR: imputado por el delito de homicidio simple) será culpable o no. No afirmo “sí es culpable”, porque no lo sé. Hago mal en juzgar a alguien si no conozco lo que pasó. Solo le pido a Dios que el que tuvo que ver, el que tuvo la culpa, que pague. Si él tuvo que ver que pague, y si es inocente Dios sabrá…

No sé nada. Sólo sé que mi hija se perdió y nunca más la vi. Ya vamos por los seis años y todavía la sigo esperando.

Mi hija tiene una madre, siempre me interesé por ella. Pero como soy de muy bajos recursos, y el Estado no me ha ayudado, no he podido hacer nada. Si yo hubiese tenido plata hubiese recorrido el mundo buscando a mi hija.

Hay que seguir buscando a Johana. Me gustaría que siguieran publicando la foto de ella, porque hay lugares donde ya no está más. Es necesario seguir insistiendo, porque todavía no apareció ni el cuerpo de mi hija, ni ella viva.

Sé que en algún lado está.

 

 


 

 

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