La persecución judicial y mediática contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner provocó en Mendoza una reacción popular, impensada hace una semana atrás. Alrededor de cuatro mil militantes identificados con el peronismo, el kirchnerismo y el Frente de Todos se concentraron en las puertas del Partido Justicialista para realizar un “Cabildo Abierto”, en respaldo de la expresidenta. Ante el fenómeno político, el oficialismo mendocino osciló entre el absurdo de negar los hechos y el extremo de aplicar multas a la fuerza política opositora que organizó el encuentro.

Texto: Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

Sin el diario del lunes pero con honestidad intelectual, casi nadie se aventuraba a pronosticar que miles de personas se concentrarían en la sede provincial del principal partido político de la oposición mendocina, para expresar un claro y fervoroso respaldo a Cristina Fernández de Kirchner, la lideresa más trascendente de la Argentina de los últimos años.

Los sucesos de la semana pasada, más allá de cualquier legítima consideración a favor o en contra, demostraron una vez más la centralidad de Cristina y, en consecuencia, cómo el resto de la dirigencia orbita en torno a ella, por adhesión férrea, pretendida indiferencia u oposición directa.

 

 

Alfredo Cornejo, quien por lejos es el líder político con mayor peso específico puertas adentro de nuestra provincia, optó una vez más por la negación de los hechos. Frente a la reacción en las calles en defensa de la vicepresidenta, el titular del interbloque de Juntos por el Cambio en el Senado, calificó a las manifestaciones populares como un “show cinematográfico” en el que “los actores son todos pagos”.

En la película de Cornejo, a quien le resulta indisimulable su desprecio por lo popular, los protagonistas del banque a Cristina serían “dos mil, tres mil militantes del kirchnerismo”, “empleados de organismos estatales nacionales”, y “varios ñoquis de organismos estatales nacionales y de la Provincia de Buenos Aires”. Afirmación tajante que luego relativizó, no con datos concretos sino aceptando que sólo eran “impresiones” suyas.

 

 

Por su parte, el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, planteó que “la vicepresidenta tiene una estrategia de defensa fuera del expediente judicial, fuera de lo técnico”, y acusó al peronismo de querer “politizar” la causa penal. Declaraciones que el mandatario mendocino se encargó de difundir en la previa del Cabildo Abierto de este lunes, convocado por la presidenta del Partido Justicialista, Anabel Fernández Sagasti.

En principio, las afirmaciones de Suarez fueron absolutamente más sensatas que la de su jefe político. Sin embargo, su debilidad argumental no resultó suficiente para explicar un fenómeno complejo que se encuentra en desarrollo, y que escapa a las pretensiones y deseos de la dirigencia propia y ajena.

Obviamente, que la situación procesal de Cristina se definirá en el marco de un expediente del Poder Judicial, pero nadie puede soslayar el carácter eminentemente político, en el sentido más profundo y complejo, que define a las derivaciones que apareja esta causa. Los hechos están a la vista de todos aunque, sin incurrir en simplismos, sus interpretaciones no son fáciles ni unidireccionales.

¿Cristina irá presa o será presidenta? ¿Qué dirigente tiene mayores posibilidades de encarnar una candidatura presidencial que aglutine a la oposición? ¿Cuánto influirá en la contienda electoral mendocina el escenario judicial de la vicepresidenta? ¿Cristina será un salvavidas o un ancla para el peronismo local? Son algunas de las preguntas que rondan muchos de los análisis políticos mediáticos, con los que se intenta disputar la agenda pública que, en este caso, no es nuestra intención dilucidar. Corriendo esos velos, la manifestación del lunes en el PJ reabre aristas que suelen subestimarse y sobre las cuales es preciso reflexionar: ¿Cuál es el rol de la militancia política? ¿Qué influencia tiene la calle en lo político?

 

 

“La militancia se parece mucho a la poesía, a la gran poesía. Aquella que puede lograr superar lo común para transformarlo en un pasito más de lo común”, señaló recientemente Zuhair Jury en una exposición que brindó en el departamento de Lavalle. En su valoración el escritor y cineasta definió: “La militancia es lo superior”.

Entre tanto análisis de variopinta calidad, de juristas, sociólogos, politólogos y periodistas de los últimos días, resulta por demás interesante introducir esta mirada del mendocino Jury, una de las personalidades de la cultura más importante de la historia argentina reciente. Sobre todo porque sus consideraciones, que ahondan en lo humano, ayudan a entender fenómenos sociales que, insistimos, no se pueden reducir a “si había o no chorizos en la vigilia de Recoleta”, o “si se trató de una manifestación espontánea u organizada”. Miradas pobres, restringidas por mezquinos intereses o, directamente, pereza intelectual.

 

 

Resulta difícil a la distancia describir cabalmente qué ocurrió en las puertas de la casa de la Ciudad de Buenos Aires de la expresidenta, pero sí acercarnos a lo que presenciamos en vivo en las puertas del PJ de la Ciudad de Mendoza, donde lejos de “actores rentados” de un “show cinematográfico”, se pudo observar con claridad un acto de diversas expresiones e identidades del campo nacional y popular, cuyas aguas nadie podría llevar a su molino, excepto -claro está- la propia Cristina Fernández de Kirchner.

En ese contexto, las reflexiones de Zuhair advierten sobre un vínculo profundo, cultural, social y político, entre una líderesa insoslayable y los sectores populares que representa. Y es aquí donde el intento de problematización de los conceptos de la militancia y la calle puede aportar a una mejor comprensión del fenómeno. Más aún si lo contextualizamos, como corresponde, en los procesos latinoamericanos -llámese Chile, Perú, Bolivia, Honduras o Colombia- donde la vitalidad de la lucha en el escenario público precedió a las urnas.

 

 

Si sólo se tratase de una minoría numérica y bastara con explicar que cuatro mil personas no son nada en una Mendoza de dos millones de habitantes, el oficialismo no gastaría tanto tiempo y espacio mediático para descalificarla. Esa sola reacción evidencia, conscientemente o no, la preocupación sobreactuada del radicalismo y sus medios hijos de pauta, en una provincia donde hace apenas 20 días, más de 30 mil trabajadoras y trabajadores de la educación exigieron recomposición salarial en la explanada de Casa de Gobierno, luego de protagonizar cinco días de huelga. Movilización obrera que no registra antecedentes de magnitud semejante en toda la gestión de Cambia Mendoza.

A primera vista, se puede señalar que la manifestación a favor de Cristina no modificará en el corto plazo la realidad de Mendoza, que salga el sol por donde salga no se prevén conmociones en el horizonte electoral, y que la crisis económica y social seguirá castigando a los sectores más vulnerados, sobre quienes se anuncian más ajustes presupuestarios de los gobiernos nacional y provincial.  Sin embargo, en medio de esta larga malaria y de un evidente proceso de persecución judicial y mediática contra la figura más importante del peronismo, otra vez la militancia y la calle aparecen como protagonistas. Nuevamente gravitan, condicionan, aun cuando gran parte de la dirigencia del Justicialismo en Mendoza no asome la cabeza, especulando sobre la conveniencia o no de defender a Cristina en superficie.

“Siento reverencia por los militantes, porque su misión contiene internamente lo sagrado, que es la preocupación por el otro. Esta preocupación por el otro, llevada con altura y dignidad, armonizado con lo que se profesa, que es casi un credo, se vuelve virtuoso, se vuelve respetable, y se lo designa líder de una idea a quien lo ejerce. La historia lo dice así, lo comulga así, lo declara así”, señaló Zuhair Jury en su visita a Mendoza.

Ayer, la Municipalidad  de la Ciudad de Mendoza multó al Partido Justicialista por ocupar sin autorización el espacio público. Tal vez el intendente Ulpiano Suarez, parafraseando a su tío gobernador, crea que con un expediente administrativo se puede modificar una realidad que no es técnica sino humanamente política.

 

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