Ex presas políticas de Mendoza organizaron la presentación del cuento Bosquejo de Alturas de Alicia Kozameh. Además de compartir el relato este viernes 13 de marzo en el Espacio de la Memoria, desde el sábado 14 y en doble turno se realizará un taller para desarrollar la puesta en escena del cuento que se estrenará el jueves 19 en la Enkosala.

Fotos: Coco Yañez

Una mujer cálida y muy agradable explica cómo se sale adelante en medio del encierro que el terrorismo de Estado le procuró a ella y a muchas más durante casi una década.

La sala está repleta de imágenes de detenidas y detenidos desaparecidos que durante esa dictadura cívica, militar y eclesiástica vieron cómo el brazo militar del conservadurismo más rancio truncaba vidas a la vez que destruía la economía nacional.

Su nombre es Liliana Bermúdez y es escenógrafa, aunque ya está jubilada. Luego de varios años de exilio volvió a la Argentina y la dictadura la persiguió, desapareció y encarceló. Compartió unos minutos con EL OTRO en el Espacio de la Memoria, ex D2.

¿De dónde surgió esta experiencia?

Años atrás una directora francesa leyó el cuento de Alicia que relata la experiencia de 30 presas políticas que estuvieron en el sótano de Rosario y le gustó tanto que lo montó y lo escenificó para presentarlo. Tuvo mucho éxito.

De todas maneras, más allá de esa culminación del proceso, es muy importante todo lo que se hace antes en torno al taller de cinco días en el que se trabajan sensaciones que van de la felicidad al horror –aunque parezca paradójico-, del miedo a la alegría, entre mujeres de edades y profesiones diversas, que es lo que nos pasó a todas en la cárcel.

¿Cómo era estar en prisión en tiempos del terrorismo de Estado?

Era muy heterogénea la cuestión. Quizá nos tocaba convivir a una chica de Mendoza con otra del Chaco muy humilde y con la “oligarquía roja” como les decíamos a las hijas de la oligarquía sojera de la pampa. Había bailarinas, actrices, astrónomas. Eso era un microcosmos y a pesar de todo fue posible una convivencia genial, buenísima. Había un sustrato ideológico general que en las diferencias se unía.

Era una sororidad, como dicen las chicas ahora, de sostener a la compañera que no sabía nada de su compañero, que le secuestraron a su padre o que no sabía qué habían hecho con sus hijos. Las más diversas y terribles situaciones pudimos sobrellevarlas por esa conjunción de esa fuerza femenina, que es un poco lo que relata el libro. También se dio en el caso de compañeros varones, pero nosotras contamos la nuestra.

¿En qué notaban ese compañerismo?

Había muchas maneras. En el tiempo que yo estuve detenida que fue, por suerte, sobre el final de la dictadura, nos permitían tener un fondo comunitario para comprar lo necesario para nosotras. Entonces, las familias ponían dinero por cada una y con lo que se reunía comprábamos cosas para nosotras. Había familias ricas que podían poner mucho y otras que nada pero todas recibíamos lo mismo.

Fueron tiempos muy duros. Alguna compañera de Rosario contaba que comían una cucharada de polenta cada una por día y, si había alguna enferma, otras le convidaban media cucharada de la propia.

¿Cómo se les explica a personas jóvenes lo que sufrieron ustedes en dictadura?

Ese es uno de los fundamentos del cuento que vamos a presentar de Alicia Kozameh: la necesidad de poder transmitir esas experiencias. Incluso la autora cuenta en otro libro todo lo que le costó poder expresar esos tiempos porque, aparentemente, hubo un tiempo posterior a la dictadura en el que el consejo era que había que olvidar lo sucedido para que sanara y era todo lo contrario. No sanaba nada, te quedaba todo adentro.

La ventaja que tienen los artistas es que la memoria la pueden materializar a través de una fotografía, un cuadro o una obra de teatro. Una puede sentarse a contarle a un chico o a una chica que hubo una dictadura y 30 mil desaparecidos pero con la distancia es difícil poder transmitirlo, en cambio una obra de arte tiene más cercanía por su empatía.

Por eso estos espacios. Estos esfuerzos para que desde lo artístico pueda aprehenderse la experiencia porque, en última instancia, el fin es decir: “¡Ojo! Que esto que pasó puede volver a pasar si no trabajamos para evitarlo”.

Este viernes 13 a las a las 19:30 en el Espacio para la Memoria (Belgrano 179 de Ciudad) se presentará el cuento Bosquejo de Alturas de Alicia Kozameh, la historia de 30 mujeres, ex presas políticas, que sobrevivieron a la represión de la dictadura militar encerradas en un sótano de la Alcaidía de Rosario.

Como actividad previa al XVIII Encuentro de Teatro para la Memoria también se desarrollarán talleres en horario de mañana o noche, desde el 14 al 18 de marzo para poner en escena la puesta, bajo la dirección de Claudia Quiroga y la asistencia de Laura Finguer.

Finalmente se ofrecerán dos funciones el 19 de marzo en la Enkosala Gladys Ravalle (Almirante Brown 755 de Godoy Cruz).

Para inscribirse en los talleres hay tiempo hasta el 13 de marzo al teléfono 2615699359.

Tiene un costo de $500.

 

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