Durante siglos a las mujeres se les impuso estereotipos y han sido las más afectadas por la desigualdad de género que perdura en este sistema. Sin embargo, se ha empezado a reflexionar sobre las limitaciones que tienen a la hora de insertarse en el mercado laboral y el origen de las mismas, e incluso respecto a las brechas existentes entre varones y mujeres en cuanto a salarios y cargos. En diálogo con EL OTRO, la investigadora del Conicet, Virginia Alonso, advierte sobre la importancia de desnaturalizar la atribución de las tareas domésticas y de cuidado al género femenino, ya que mientras exista esta inequidad en la distribución de responsabilidades en los hogares, mayor será la limitación de la mujer para incorporarse al ámbito laboral, ocupar lugares de decisión e incluso cuidar su propia autonomía.

Por Milagritos Contreras

Virginia Alonso Foto: Gentileza

Son las mujeres quienes, principalmente, han postergado proyectos, metas profesionales y oportunidades laborales, porque son las que – en mayor medida – asumen las tareas domésticas del hogar o de cuidado no remuneradas. No cabe duda de que se trata de un trabajo invisibilizado y no reconocido por el mismo sistema capitalista y patriarcal que, según la Organización Internacional del Trabajo, si esta dedicación se cobrara, representaría el 9% del PBI mundial, lo que equivale a unos 11 billones de dólares.

Virginia Alonso, becaria posdoctoral del Conicet, desentrama la desigualdad de género existente en el mercado laboral de nuestra provincia y nos lleva a reflexionar sobre lo crucial que es desnaturalizar estereotipos para que las mujeres tengan mejores oportunidad en su realización personal y proyectos de vida: “Existen brechas en la participación laboral; es decir que las mujeres en Mendoza y en toda Argentina tienen menor participación en el mercado laboral que los varones. También existe una brecha en términos de empleo, desocupación; es decir las mujeres sufren la problemática del empleo más que los varones. Con el ingreso mensual laboral ocurre algo similar, su ingreso es menor que el de los varones, esto también está vinculado con la cantidad de horas que se  destinan al trabajo remunerado”.

“Desigualdades que persisten” Virginia Alonso | 12 de marzo de 2019

Según indica Alonso, si nos concentramos en la tasa de participación en el mercado laboral y miramos varias décadas atrás, se puede observar una reducción de la brecha de género en la tasa de participación, pero siempre hay que tener en cuenta que los cambios son lentos y que persisten las desigualdades de género en el mercado de trabajo. “A veces la gente tiende a pensar que estas brechas no existen o que son mínimas, y en realidad hay brechas significativas. Razón por la cual hay que seguir trabajando, visibilizando estas desigualdades y también debemos avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria”, afirma Virginia.

Propaganda oficial | Octubre de 2016

Además recuerda lo fundamental que es no desvincular esta disparidad de género con el desigual reparto de tareas domésticas y cuidados no remunerados en los hogares. “Si contextualizamos a la provincia de Mendoza en el año 2019 y tomamos datos actualizados de condiciones de vida se encuentra que en la mayoría de los hogares mendocinos la persona que se asume como principal responsable  del trabajo doméstico y de cuidado es una mujer. Por ejemplo, si esto lo relacionamos a cada una de las actividades que se realizan en los hogares respecto a este trabajo no remunerado, siempre encontramos como un porcentaje mayoritario de mujeres. Si tenemos en cuenta el indicador responsable de niños y niñas en los hogares, en 90% de los hogares la mujer aparece como responsable y solamente en el 10% de los hogares mendocinos aparece un varón con ese rol. Sintéticamente, en el  cuidado de niñes, el cuidado de adultos y adultas dependientes, enfermos y personas con discapacidad, la realización de compras y trámites, tareas domésticas como lavar y planchar ropa, limpiar y ordenar la casa, preparar y cocinar alimentos, la principal responsable es la mujer y es un porcentaje que oscila entre el 80 y 90 por ciento”, detalla Alonso, y remarca: “En el único punto en el que hay un 86 por ciento que se asumen como responsables los varones es en la reparación de artefactos y mantenimiento de la vivienda. Las demás actividades recaen, injustamente, sobre la mujer”.

Si nuestras vidas no valen, produzcan y reproduzcan sin nosotras

Foto: Coco Yañez

Se trata de un trabajo invisibilizado que hace que el mundo siga en marcha y está en la raíz de muchas desigualdades de género. De acuerdo con datos brindados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres se dedican a esta labor 3,2 veces más tiempo que los hombres, dejándolas con menos espacio para dedicarse a una vida profesional o acceder a mejores oportunidades laborales. Como consecuencia de ello se habla de la feminización de la pobreza, no sólo por no contar con una mejor calidad sino también por tener menos representación en los trabajos y cargos de poder. “Es importante recordarle a la sociedad que las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas no deben naturalizarse como tales. No se debe pensar que esto es responsabilidad de las mujeres, porque si pensamos en términos de desigualdad  las mujeres asumen estas labores en mayor medida que los varones. No debe recaer en ellas la responsabilidad, si le dedican mayor tiempo a este trabajo no remunerado, no pueden acceder de igual manera que los varones al mercado laboral y esto verá afectado su autonomía y el resto de las otras autonomías. Es central que este tipo de tareas y cuidados se dividan en forma igualitaria y se tiene que avanzar hacia una corresponsabilidad, donde el Estado, la comunidad, el mercado, las empresas tienen que estar presentes; es decir que se debe avanzar hacia una corresponsabilidad de los cuidados”, sostuvo la investigadora.

Foto: Coco Yañez

 

Foto: Cristian Martínez

 

“Dentro de las políticas de cuidado hay que avanzar hacia una extensión en la cobertura y el tipo de licencias, expandir los servicios de cuidados que brinda el Estado y adaptarlos a las distintas necesidades de las familias. Por ejemplo, cuando hablamos de los servicios de la educación en la primera infancia hay muchos establecimientos tanto en Mendoza como en el resto del país que brindan jornadas mayoritariamente simples de tres a cuatro horas diarias. Lo deseable sería que haya una jornada más extensa, que sea de más de 4 horas, así sería más fácil conciliar la vida laboral y familiar teniendo en cuenta los horarios de trabajo. Todas las políticas de cuidado son importantes, y hay que promover y acelerar la transformación cultural; es decir erradicar todos los estereotipos y mandatos referidos a lo que es lo masculino y lo femenino, porque esto influye en las desigualdades. Y buscar que los espacios laborales sean más igualitarios; que los espacios de formación sean más igualitarios, es decir que no haya estereotipos”, afirmó Virginia Alonso.

Heterogeneidad estructural y cuidados

Foto: Coco Yañez

Recientemente, la becaria entrevistada por EL OTRO, junto a otras dos investigadoras, Gabriela Lucía Marzonetto y Corina Rodríguez, con la participación especial de la economista e investigadora uruguaya, Soledad Salvador, publicaron el libro llamado Heterogeneidad estructural y cuidados. Nudos persistentes de la desigualdad latinoamericana. La publicación se centra en países como Argentina, Chile y Uruguay, y pone el foco en la dimensión económica de la desigualdad de género en América Latina, teniendo en cuenta la generalidad de lo que significa la desigualdad y lo que pasa con la organización social del cuidado.

“Para estudiar esta desigualdad se tomaron dos conceptos: la organización social del cuidado y la heterogeneidad estructural. Seleccionamos estos conceptos porque se los considera como fuentes de la desigualdad. Lo que muestran los estudios es que la organización social del cuidado en las sociedades latinoamericanas implica que los cuidados son asumidos mayormente por los hogares y, dentro de esto, por las mujeres. Entonces esto afecta las posibilidades de inserción laboral de las mujeres,  la cantidad de horas que pueden destinar al empleo remunerado y esto tiene incidencia  en las brechas de género en el mercado de trabajo y afecta la autonomía económica de ellas. Y la otra fuente de desigualdad  estudiada es la heterogeneidad estructural, que es un fenómeno que remite a la forma en que se han desarrollado los países latinoamericanos a las desigualdades en términos de la estructura económica, es decir cómo en realidad penetra el progreso técnico en las distintas actividades y sectores de la economía, y cómo esto impacta en el mercado de trabajo generando desigualdad”, describió la investigadora del Conicet.

Foto: Coco Yañez

En cuanto a la función de la inserción en estos sectores que se definen por el fenómeno descripto –en el caso de la investigación- se habla del sector formal y el sector informal pero centrándose en este último. “En el sector informal estudiamos cómo éste es un fenómeno extendido en términos de empleo, que tiene un porcentaje significativo en este sector que brinda las peores condiciones laborales y por lo tanto es otra fuente de desigualdad para estudiar”, relató Alonso.

“En los principales resultados para los tres países, primero nos centramos en ver las brechas laborales en el mercado de trabajo, teniendo en cuenta qué pasa en los hogares sin niñes pequeñes, que son de 0 a 5 años, y qué pasa en los hogares con estes niñes. Lo que encontramos fue que en los hogares con niñes las brechas en la tasa de empleo en general duplican las brechas que se observan en los hogares sin niñes, es decir que la desigualdad es mayor en estos hogares, y las mayores brechas en este indicador son para Argentina. Esto tiene efecto en la autonomía económica de la mujer, porque esto implica que un porcentaje significativo de mujeres no tengan ingresos laborales. Y para aquellas que trabajan, las brechas en los ingresos laborales son más altas, sufren mayores brechas que las mujeres que viven en hogares sin niñes”, argumentó Virginia, y estimó: “En los hogares que tienen una carga de tiempo de cuidado intensa, porque tienen niñes de 0 a 5 años que están en esta primera infancia, se observa cómo se dificulta en mayor medida la participación laboral, y esto tiene efectos en estas brechas. Las desigualdades de género en las tasas de participación y empleo son mayores en Argentina para el año 2017”.

Foto: Coco Yañez

En nuestro país, el 60 por ciento del empleo femenino en el sector privado se centra en el ámbito informal, seguido de Chile y Uruguay con un 40 por ciento. “Es interesante hacer el cruce entre estas dos fuentes de desigualdad, porque cuando pensamos en los ingresos laborales, esta desigualdad es mayor cuando las mujeres se insertan en el sector informal. Por ejemplo, se encuentran brechas en los ingresos laborales en torno al 40 por ciento en relación a los ingresos de los varones en el sector informal. Entonces  estos dos fenómenos configuran estas desigualdades y, por lo tanto, es importante estudiar los nudos de la desigualdad para actuar sobre ellos, tender a reducirlos, y avanzar hacia una sociedad igualitaria en términos de género”, finalizó Virginia Alonso.

Este libro fue elaborado y publicado con apoyo del premio otorgado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales dentro de la convocatoria Los nudos críticos de las desigualdades de género en América Latina y el Caribe. Partes del libro presentan resultados de la investigación desarrollada en el marco del proyecto La intersección entre las desigualdades económicas y de género en América Latina premiado y financiado por la convocatoria.

 

Para leer el libro, podés descargarlo aquí

 

 

 

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