Es uno de los reporteros gráficos fundamentales de América Latina. Nació en la Provincia de Buenos Aires pero vive desde 1990 en Paraguay, donde desarrolló trabajos documentales que marcaron hitos en la fotografía social. La semana pasada visitó Mendoza para compartir sus experiencias y trabajos en la Feria Independiente de Fotolibros. EL OTRO entrevistó a Jorge Sáenz, quien nos compartió Clases, una secuencia fotográfica que reveló, a través del contraste social, el cruce entre su mirada personal y su trabajo periodístico durante los últimos años.

Por Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

“¿Qué pueden provocar las fotos de Jorge Sáenz? La respuesta puede abarcar un amplio espectro de impresiones y sentimientos; son fotos que trabajan con una mínima distancia con respecto de aquello que buscan mostrar: el ser humano al borde de lo inhumano. El ser humano sumergido en el corazón del sufrimiento pero, a la vez, curtido, muchas veces impasible frente a las peores condiciones de vida”, definió Claudio Zeiger en el artículo La condición humana publicado en Página/12, uno de los diarios donde Sáenz desarrolló una etapa esencial de su extensa trayectoria.

Jorge ingresó en el diario ABC Color de Asunción en 1989, también fue corresponsal de las agencias AFP y Associated Press y actualmente forma parte de la prestigiosa AP, al tiempo que promueve y rema El Ojo Salvaje, un potente proyecto colectivo de fotoperiodismo. Entre sus libros publicados se encuentran El Aburrimiento, Rompan Filas, El Embudo y El amigo de Hortensia.

Soldados de la custodia de la Fábrica de Balas realizan ejercicios de orden cerrado en Piribebuy, 1990 | Foto: Jorge Sáenz.

 

“Fotografío con mi cabeza, sobre todo este tipo de ensayos como el que se está publicando ahora, en los que la vocación fundamental es política. Pero también fotografío con el corazón, a partir de odios increíbles provocados por injusticias de las que aquí todos somos testigos”, escribió Sáenz en Rompan Filas (1996), una obra que puso en crisis para siempre el servicio militar en Paraguay.

Entre sus últimos ensayos fotográficos, el reportero argentino publicó Clases, una secuencia de imágenes digitales tomadas entre 2003 y 2013.  “Estuve cerca de dos años pensando este libro, fue un ejercicio impresionante”, recordó Jorge en diálogo con EL OTRO, durante el desarrollo de la 4ta edición de la Feria Independiente de Fotolibros que se realizó la semana pasada en el Espacio de Fotografía Máximo Arias.

Clases fue proyectada íntegramente, y de manera continua, en una de las salas de la feria donde conversamos con el autor: “El origen de este trabajo fue una provocación de un amigo que me desafió a que buscara en mi trabajo profesional de los últimos años fotos con las cuales me identifico de manera personal. Me puse a buscar diez años para atrás de laburo, desde 2003 a 2013, miré millones de fotos digitales y descubrí que lo que siempre aparecía en mis fotos es el contraste social, la diferencia de clases. Yo tengo una formación marxista, digamos, clásica. Para mí la sociedad se explica por las clases sociales y la dinámica que tiene cada una, y eso se ve en mis fotos de una manera muchas veces retórica y no siempre lineal”.

De esas búsquedas y reflexiones llegó a una compilación de oposiciones y, a la vez, coherencia narrativa: “El libro, en lugar de tener textos que expliquen cada foto, tiene solamente al final la fecha en que se sacó y en qué ciudad, nada más. Desdocumentalicé, para que pesara el diálogo de las fotos entre sí. Es por eso que está editado en manera de secuencia, siempre cada foto tiene que ver con la anterior y la que sigue”.

¿Podríamos decir que la fotografía periodística es la ficción que más se acerca a la realidad?

Claro, es el invento que más se acerca a la realidad porque es el más difícil de manipular. La fotografía tiene unos códigos que, si se respetan, ponen en evidencia lo que vio el fotógrafo, no lo que después se manipuló.

La escritura y la edición de video permiten mayor manipulación, es más fácil manipular todo allí, en el texto podés decir lo que querés, puede no tener nada que ver con la realidad, a las películas cinematográficas también las podés editar. En cambio, la foto siempre tiene algo de realidad.

¿La fotografía sigue teniendo potencia comunicacional?

Sí, vos sabés que sí. Y muchas veces, incluso, por inconsciencia del fotógrafo o a pesar de él. Yo conozco fotógrafos que ideológicamente son de derecha y han hecho fotos de denuncia terribles. La foto tiene un poco de vida propia y es la vida que le da el contacto con la realidad.

Sin embargo, muchas veces se lo ve al fotógrafo como un simple ilustrador, alguien que acompaña imágenes a los textos y no como un periodista.

Es porque le tienen miedo a la fotografía. Yo hace 40 años que trabajo como reportero gráfico y trabajé de editor en muchos medios. Cada vez que hay un ascenso social, yo consigo un trabajo de editor, porque los diarios tienen que caerles simpáticos a la gente. En cuanto viene la reacción, cuando suben los gobiernos de derecha, me echan. A la primera que atacan es a la fotografía. Entonces yo me puse a pensar: ¿por qué me echan siempre? Porque les sirvo durante el momento de instalar el medio, cuando ya está instalado ya no les importa, no les conviene.

Policías antimotines cabalgan luego de desalojar ocupantes de terrenos municipales en Asunción, Paraguay, 6 de diciembre de 2011. Mas de 400 familias fueron expulsadas. (AP Photo/Jorge Sáenz)

 

Nos damos el gusto de ver y rever Clases junto a Sáenz en el Máximo Arias. La potencia de las imágenes es abrumadora y cobran un sentido más dramático aún cuando el autor nos comparte detalles de las historias tras las tomas. El pie de un hombre aparece en primer plano atravesado por un clavo, como un Cristo en la cama de un hospital: “El tipo se crucificó para cobrar la jubilación, el hijo le martilló los clavos…”, explica Jorge y pone en contexto cada una de las fotografías que se proyectan en la pared y llenan la sala de realidad y de los ecos de su voz. Vemos a una maestra campesina, una escena de un desalojo ejecutados por policías ¿medievales?, menonitas sobre un carruaje, una planta que creció arriba de una chimenea, un recorte de una fiesta en el Sheraton, un tapiz humano durante la procesión de la Virgen de Caacupé… Una silla vacía, la vacancia del presidente Fernando Lugo derrocado: “Estos son los cinco minutos entre los que se fue un presidente y después vino el otro. No había presidente, estaba la silla sola, nadie sabía dónde ponerla hasta que vino una limpiadora y dijo: ‘¡La silla va acá!’ Era la que tenía la posta, una limpiadora”.

Muchas veces, hablando de contrastes, resulta interesante conocer a una clase pero a partir de la mirada puesta sobre la otra. En ciertos sectores progresistas o populares hay como una negación a retratar a la clase dominante y el foco se pone en la clase trabajadora. ¿Cuál es tu opinión sobre esta postura?

Lo que justamente planteo con este libro es que a los ricos hay que fotografiarlos más y en sus momentos de mayor esplendor.

En Estados Unidos, en la época de la depresión de los años 30, hubo un grupo de fotógrafos del Farm Security Administration que salió a fotografiar a campesinos en medio de la sequía, para que les dieran créditos a los que habían quedado en la miseria. Pero hubo uno de los fotógrafos que, por su cuenta, empezó a fotografiar a los ricos en Miami de vacaciones. Cuando vi eso dije: “tiene razón, hay que fotografiar a los ricos también”. Y entonces empecé a hacerlo.

Cuando se te revelaron los contrastes sociales como un cruce entre tu mirada personal y el trabajo como fotoperiodista, ¿eso comenzó a condicionarte en tus próximas fotografías?

Yo no sigo haciendo lo mismo, cuando termino de hacer algo lo cierro como etapa y rápidamente comienzo otra cosa. Ahora estoy haciendo libros infantiles de dinosaurios, como una manera de introducir filosofía en la escuela primaria. Me interesa mucho que los chicos empiecen a pensar por sí mismos, me parece que nuestra generación ya está perdida, entonces hay que enfocarse en los niños. En mis libros hay dinosaurios que pasean por el mundo y se hacen preguntas sin respuestas. Esto les ayuda a los chicos a dialogar y a responder esas preguntas.

Pensar. Provocar con la fuerza dialógica de las imágenes. El juego maestro de las invenciones de Sáenz. La vigencia de la realidad en un disparo.

 

“Un fotolibro es usurpar espacios de comunicación a lo hegemónico”