OPINIÓN | Por Claudio Compañy*
Fotos de archivo: Coco Yañez

En esta semana, en la que los docentes nos reincorporamos a las escuelas, apareció en algunos medios la noticia de las novedades que incluye la propuesta del nuevo régimen académico de la Educación Media, en particular lo referente a las condiciones de promoción de un año a otro. Lo que motivó tal interés mediático fue que dichas condiciones implicaban una flexibilización verdaderamente alarmante: en lugar de que los alumnos puedan pasar de año adeudando hasta dos espacios curriculares, la idea es que lo harían habiendo aprobado, según el caso, solo un tercio de las asignaturas del año, además de las que se pudiera seguir adeudando de años anteriores.

Así fue como, el martes, el director general de escuelas comenzó a dar entrevistas radiales en las que procuró convencer de que la política educativa de la provincia no consiste en menoscabar, más aún, la ya suficientemente cuestionada calidad educativa. Respecto del documento propuesto a los docentes para la discusión, en el que se detallaban, entre otras cosas, las nuevas condiciones de promoción de año, Jaime Correas insistió en que no fue elaborado por la DGE, sino que consiste en una propuesta elevada por “algunos docentes”; pues ahora, a diferencia de lo que sucedía con las gestiones anteriores, el Gobierno Escolar no decide “stalinistamente” (sic.), sino que escucha propuestas y democratiza. De este modo, se despegó totalmente del documento en cuestión.

Jaime Correas.

¿Será así? ¿Verdaderamente la DGE habrá convocado a todo el personal de las escuelas secundarias de la provincia para discutir durante cinco días la propuesta de “algunos docentes”? Al no formar parte del Gobierno Escolar, no estoy en condiciones de desmentir al director general de escuelas, pero sí puedo ofrecerle al lector no docente diversos componentes del borrador del nuevo régimen académico, de modo que saque sus propias conclusiones.

Estos “algunos docentes” proponen que, si un alumno rinde tres veces una materia que adeuda sin acreditarla, el Equipo Directivo de la escuela debe sustituir los profesores evaluadores (lo que incluye, obviamente, al docente responsable del espacio curricular). De modo que tales “algunos docentes” están persuadidos de que la solución para que los alumnos aprueben es cambiar a los docentes, lo que equivale a decir que son estos los responsables de la situación. Es verdad que, eventualmente, se da el caso de alumnos que se sienten intimidados ante determinado docente, pero esto no es de ningún modo generalizable; además de que, precisamente, la conformación de tribunales examinadores se ordena a contrarrestar los condicionamientos subjetivos.

Por otro lado, se ve que estos “algunos docentes” ignoran el hecho de que ninguna escuela tiene suficientes profesores de Física, Química, Geografía, Filosofía, Música, etc. como para relevar comisiones evaluadoras. Además, estos “algunos docentes” consideran que hay disciplinas de primera categoría y de segunda (por más que sean específicas del Bachillerato), no siendo estas últimas lo suficientemente importantes como para que el alumno se vea apremiado a aprenderlas, de modo que son, por lo tanto, de algún modo prescindibles.

Además, “algunos docentes” proponen que los docentes de las materias no acreditadas (que pueden llegar a representar dos tercios del total de las asignaturas del año, y, así mismo, el alumno resultar promovido) se hagan cargo, al otro año, de elaborar trayectorias especiales, ofrecer recursos semipresenciales y generar por lo menos tres instancias evaluativas, para que los alumnos aprueben lo que desaprobaron el año anterior. Y todo, claro, sin cobrar absolutamente un peso por todo el tiempo y trabajo que esto implica. Se ve que “algunos docentes” consideran que a los profesores les sobra el tiempo, y que deberían prestar muchos más servicios por todo lo que cobran.

¿Puede haber “algunos docentes” que verdaderamente piensen estas cosas (que son los responsables del fracaso, que son sustituibles, que enseñan cosas no importantes, etc.) y propongan esto, contemplando la posibilidad de que, ellos mismos, tendrán luego que ponerlo en obra?

Pero lo más inverosímil no es la existencia de estos “algunos docentes”, sino el hecho de que el Gobierno Escolar haya bajado una propuesta a los docentes que no contaba con el consentimiento del director general de escuelas, el cual ha salido por todos los medios a asegurar que de ninguna manera pretende reducir la exigencia de la Educación Media, sino todo lo contrario.

Aunque puede ensayarse otra hipótesis: tal vez, y solo tal vez, estos “algunos docentes” llevan un tiempo trabajando en los equipos técnicos de la DGE. Quizá alguna vez dieron clases, hace ya mucho, como el mismo Jaime Correas, pero ya no viven de eso. Seguramente se trata de los mismos “algunos docentes” que en su momento propusieron el Ítem Aula; y los que eventualmente también, por qué no, le habrán sugerido al gobernador que la provincia que se erige como paradigma nacional del orden puede, perfectamente, estar en el top five de las que pagan los peores salarios a los trabajadores de la educación. Así sería mucho más verosímil que propusieran estos documentos de trabajo. Aunque, al depender directamente del director general de escuelas, es mucho más difícil creerle que no estaba perfectamente al tanto de la propuesta.

Por otro lado, en realidad, tampoco desentona la propuesta con la política educativa de la Provincia. Al fin y al cabo, enrolándose en el proyecto nacional ‘Secundaria 2030’, en las jornadas de julio del año pasado el Gobierno Escolar consultó a los docentes su opinión respecto de suprimir, directamente, la repitencia escolar, tal como se implementó en Río Negro, provincia piloto de dicho proyecto nacional. Esta propuesta fue contundentemente rechazada, y no por razones punitivas, sino porque, tal como se la concibió desde un comienzo, la repitencia es una oportunidad para el estudiante mismo, para darle tiempo a su maduración, para que avance a paso seguro.

De hecho, la propuesta de Secundaria 2030, que coincide plenamente con la de estos “algunos docentes”, consiste en que un alumno, eventualmente, sea promovido sin haber logrado ni siquiera la mitad de los aprendizajes esperables, pero que al otro año, no solo logre desarrollar los aprendizajes de la nueva etapa, sino que además, paralelamente y sin el acompañamiento regular del docente, logre todo lo que no pudo el año anterior; es decir, se le permite pasar habiendo cumplido con tres o cuatro asignaturas, a la espera de que al otro año pueda hacerlo simultáneamente con quince o dieciséis. Un verdadero absurdo; a menos que la idea, ciertamente solapada, sea que las asignaturas adeudadas terminen siendo acreditadas por mero trámite administrativo. Lo que no es difícil de esperar, pues este Gobierno Escolar, tanto como -y hay que decirlo con todas las letras- todos los anteriores, está mucho más preocupado por las estadísticas que por los trayectos educativos de los alumnos, más por el rédito electoral que por generar condiciones para una genuina inclusión de los estudiantes, más por instalar una imagen que por una educación verdaderamente de calidad.

Algo similar sucede respecto de la distinción entre materias ‘de primera’ y materias ‘de segunda’, como lo acredita el hecho de que el programa de becas de capacitación ofrecido el año pasado excluía a todas las asignaturas artísticas, así como a la mayoría de las específicas de los diversos bachilleratos: disciplinas humanísticas, ciencias sociales (a excepción de Historia y Geografía), económicas, naturales (a excepción de Física y Química), técnicas, relacionadas con el deporte, etc. Y no hay que olvidar que, en diciembre, se discontinuó el programa de Coros y Orquestas Infantiles y Juveniles por razones presupuestarias (aunque no se dejó de desdoblar las elecciones 2019, a pesar de las muy buenas razones presupuestarias para no hacerlo).

Considero importante desenmascarar la autoría de estas propuestas, pues, a pesar de que el director general de escuelas haya salido por todos lados a asegurar que no se implementarán este año, forman parte clave de su no confesada política educativa. Y el meollo de esta pasa por considerar la educación como un gasto a reducir (el cierre de cursos del año pasado fue pavoroso, así como el cierre de carreras terciarias con el que se está arremetiendo), y no como una inversión. Afortunadamente, quienes sostenemos el sistema educativo, los trabajadores de las escuelas, los estudiantes y sus familias, no dejaremos de alzar la voz ante tan siniestro programa.

 

*El autor es profesor de Filosofía.

 

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