Por Julio Semmoloni

A pocas horas de interrumpir el conteo en la provincia de Buenos Aires,  se sabía que una vez más habían hecho trampa. Son así: están condenados a la trampa (parafraseando a Duhalde). No hay duda de que son tramposos desde siempre. No les importa lo más mínimo. Aunque incurren en chapucerías vergonzantes todo el tiempo, casi no se les nota a primera vista. E indigna que la miríada incauta del país denote impotencia para darse cuenta de todo algún día.

Tramposos para mentir, tramposos para cazar, tramposos para encantar a los sonsos que proliferan por doquier. Esta gente hace trampa hasta cuando dice la verdad. No es una afirmación exagerada: aún se victimizan por la “pesada herencia”. Y ya Cristina, poco antes de cumplir su mandato, había anticipado que al siguiente gobierno liberal conservador le dejaba la “pesada herencia” de un pueblo empoderado por la ampliación de derechos.

Trampearon desde el rótulo Cambiemos, porque su ideología visceral los impele a restaurar la Argentina contumaz que afianza el privilegio de los más ricos, reanuda el desamparo estatal de los más vulnerables, confirma la inveterada dependencia neocolonial, ratifica el resabio xenófobo de antaño y retrocede a los ruinosos términos del intercambio comercial clásico. Su consigna nominal es una doble trampa política y semántica: Cambiemos para que no cambie nada del inicuo país despreciable.

En campaña, la alianza multipartidaria espuria se aferró a la trampa de ser la favorita excluyente de los medios corporativos dominantes. Mediante la vieja táctica de infamar al populismo con denuncias sin pruebas sobre corrupción, mató dos pájaros de un tiro: ganó las portadas de los diarios y el prime time televisivo causando impunemente el peor de los daños. Usando la patraña gorila de los golpistas del 55, ensuciaron sin condenas judiciales a todo el proyecto kirchnerista, mientras prometían con trampa la buena disposición de mantener intactas las conquistas sociales.

Igual que en el 55 con el tramposo eslogan de “Ni vencedores, ni vencidos”, hicieron creer a la legión sufragista de cándidos que se proponían cerrar la grieta, pero de inmediato iniciaron una persecución judicial a la ex presidenta y parte de su gabinete, aprovechando la colonización tribunalicia previamente realizada por Clarín y La Nación, el periodismo independiente ad hoc cuyos métodos extorsivos disciplinó a la mayoría de los jueces incluyendo la Corte Suprema decadente.

Se consustancian con la trampa de tal modo que parecen eximidos de haberla cometido, aun haciendo patente la maniobra tramposa. El caso fraguado contra Cristina y Kicillof, por la decisión política de no depreciar tanto la moneda fijando un dólar a término de moderada apreciación, desnuda por completo la trampa perpetrada con el acatamiento del prevaricador Bonadío. Funcionarios de Cambiemos y amigos del macrismo fueron los beneficiados a gran escala con la compra de dólares antes de la megadevaluación dispuesta por el socio Macri.

Así como Juan Carlos Schmid, acérrimo anti K del sindicalismo entregador, tuvo la infame ocurrencia discursiva de equiparar la desaparición de Santiago Maldonado con la de Julio López, el antecedente de la odiosa estigmatización de Guillermo Moreno sirvió al consultor Todesca para vandalizar el Indec sin que los otrora críticos de aquel, en Página 12, hoy se escandalicen demasiado ante la trampa planificada para eludir registros de tan abismal contraste.

Trampeó cuanto pudo en el chapucero “índice Congreso” para que la inflación subiera artificiosamente hasta el 30 por ciento anual en 2014, para después resolver el marasmo económico y social en 2016 cancelando la estadística oficial mediante un súbito “apagón”, a los efectos de manipular, sin molestas correlaciones flagrantes, el arbitrario y peligroso índice de 41 por ciento.

Aun siendo benévolos con la “cultura popular”, es muy probable que más del ochenta por ciento de la población no comprenda con claridad lo que aquí se intenta señalar. No se puede sacar provecho en campaña proselitista de la innegable bonanza que el populismo aportó al pueblo argentino. El motivo: nunca se explicó ni esclareció suficientemente para que la gran mayoría de lxs argentinxs supiera cómo estaba el país en 2002/2003, calculase el tiempo mínimo necesario para siquiera recuperar lo que fue en 1973/1974, y pudiera estimar el esfuerzo a realizar para disminuir fuertemente los tan elevados porcentajes de pobreza estructural, propios de países subdesarrollados.

Es mentira que para generar conciencia basta la praxis de experimentar en carne propia la movilidad social ascendente en el corto período de un gobierno determinado. Los casos individuales o familiares suelen estar condicionados por situaciones puntuales que no siempre son compatibles con los fenómenos sociales masivos, que sí permiten deducir contextos políticos y culturales con más precisión y arraigo empático. En 2015 quedó de manifiesto que la clase media que se había ensanchado como nunca con el kirchnerismo, en su mayor parte dio la espalda al Frente para la Victoria y optó por Cambiemos.

El colmo del hábito tramposo es la voltereta que acaba de dar el compromiso presidencial del año pasado para devolver a los sindicatos los fondos de las obras sociales. Aquella vez, en promocionada ceremonia realizada en la Casa Rosada, Macri se ufanó de tomar dicha decisión postergada por el gobierno anterior, aunque soslayó el objetivo de asegurar la entonces notoria docilidad de la CGT. Como en el acto del martes 22 hubo cuestionamientos a la política social y anticipos de un tibio plan de lucha, aquel suspicaz acercamiento de Macri a los “gordos” anti K de la central obrera, se trastrocó por el despido de dos funcionarios vinculados al sindicalismo, a raíz del tramposo pacto.

Estos no son como Los desconocidos de siempre, memorable comedia italiana de 1958, ni Los sospechosos de siempre, magnífico thriller yanqui de 1995, películas entretenidas que dieron placer verlas. “Los tramposos de siempre”, en cambio, son de aquí, integran el elenco estelar del gobierno de la derecha liberal conservadora, y pueden provocar náusea haciendo realidad la película soñada por el establishment sobre un país gobernado por sus propios dueños.

Esta retahíla de casos tramposos todavía no ejemplifica con aproximación. La trampa que ellos practican a diario tiene una vuelta de tuerca, es decir, un alcance perverso, sistémico e inconstitucional. Con xenofobia entramparon, cual si fuese extranjera y terrorista privada de derechos, a Milagro Sala, porque es una colla esclarecida que brega en comunidad organizada contra el instituido hostigamiento racial y clasista al que es sometido su pueblo. Y en el caso de Santiago Maldonado, se abroquelan para negar las directivas a la Gendarmería, que en su tramposa actuación provocó la desaparición del joven bonaerense que tuvo la osadía imperdonable para el modelo en vigencia de defender las garantías constitucionales del pueblo mapuche.

En fin, para concluir provisoriamente, el fraude informativo cometido durante el escrutinio de las PASO en la provincia de Buenos Aires requirió de audacia, descaro y determinación para consumar la trampa estratégica de mostrar una victoria electoral momentánea, luego difícil de desinstalar en el imaginario colectivo, tal como la difamación pública al populismo en que basa su relato el régimen macrista. Toda esa pantomima triunfal del domingo 13, entre las 9 y las 10 de la noche, con la presencia eufórica de Macri y Vidal, demuestra la irrefrenable y temeraria tendencia tramposa de esta pandilla de inescrupulosos con poder cuasi omnímodo e inmunidad incalculable.