Mariana Herrera Rubia es la primera persona en Mendoza que decidió modificar su DNI para desvincularse de su padre genocida. La exhija de Héctor Edgardo Lanza, quien trabajaba en la Comisaría Séptima de Godoy Cruz y era, además, inspector en el ex “D2”, centro clandestino de detención, relató a EL OTRO los años de opresión y dolor a los que se tuvo que enfrentar, pero que pudo revertir definitivamente al rescatar su identidad: “Sentí que en ese momento me estaba autopariendo, estaba naciendo. El mismo llanto que larga un bebé cuando nace, ese fue mi llanto, estaba respirando”.

Texto: Milagritos Contreras | Fotos: Seba Heras

Llegamos a la casa de Mariana y lo primero que vimos en el frente es un pequeño cuadro cuyo símbolo es el pañuelo blanco que portan las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, eternas luchadoras que debieron enfrentar al terrorismo de Estado, que dejó como saldo más de 30 mil desaparecidas y desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar.

“Lo que no se nombra, no existe”

“Proceda”, le dijo Néstor Kirchner a Roberto Bendini, titular del Ejército por ese entonces, el 24 de marzo de 2004 para rememorar los 28 años del golpe de Estado de 1976. Así, por orden de Néstor, Bendini bajaba los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, que se encontraban en una de las galerías del Colegio Militar, ex ESMA.

El año 2004 marcó para Mariana Herrera Rubia (54) un antes y un después en su vida. En diálogo con EL OTRO, detalla cómo fue empezar a despojarse de toda esa carga que la opacaba constantemente al ser hija de un represor: “Durante los años de la primera infancia fui muy contenida por mis abueles, con mucho cariño de sus partes, pero vivía como en una cajita de cristal, donde no sabía qué pasaba. Vivía con mucho temor, con muchas lágrimas, mucha violencia intrafamiliar, muy encadenada. Fue una infancia difícil, no digo que me faltó afecto de parte de ellos (por les abueles) y de una tía que siempre me contuvo, que es hermana de mi mamá, pero sí la pasé muy solitaria, muy silenciosa”.

Si bien los padres de Mariana se separaron cuando era pequeña, las visitas de quien fuera su progenitor representaban para ella mucha angustia: “Él siempre me visitaba con el uniforme (de policía), pero a mí sólo me generaba rechazo y miedo, no quería verlo, incluso mis abuelos me protegían de todo ello”.

Fue a los 23 años cuando Herrera Rubia se enteró de que su padre estaba vinculado al plan sistemático responsable de la desaparición de miles y miles de argentinas y argentinos: “Siempre me decían ‘no hablés que las paredes escuchan’, pero no me interesaba que las paredes escucharan, por lo que hablaba más fuerte aún. Entonces esa rebeldía y esa desobediencia fue lo que me caracterizó hasta el día de hoy. Me daba vergüenza en la primaria que me nombraran con mi primer nombre y mi apellido, porque me referenciaba esa persona que yo detestaba. Se trata de la identidad, lo que no se nombra, no existe, y yo no existía, porque ese nunca fue mi nombre, nunca lo sentí”.

Desafiliación del apellido paterno

Mariana es la tercera persona en el país que decide desvincularse de un progenitor genocida. A ella la preceden Mariana Dopazo, que fue hija del represor y exdirector de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolatz, y Rita Vagliati, exhija del comisario Valentín Milton Pretti, otro personaje siniestro de la Bonaerense en los setenta. Lanza, por su parte, está procesado en uno de los juicios de lesa humanidad que comenzará en octubre.

El 18 de febrero de 2019 la vida de nuestra entrevistada dio un giro de 180 grados, y es que ese día la Justicia resolvió la desafiliación del apellido paterno: “Cuando me notifican de esta sentencia estaba en el colectivo y no podía contener el shock. Fue cuando le envié un mensaje a Fabián, mi compañero, porque no paraba de llorar. El trámite consistió en supresión de nombre y sustitución de apellido. No es un trámite difícil de realizar, es muy sencillo, como todo trámite va a depender de la carga emocional que cada uno le ponga”.

El caso de Mariana fue tramitado en el Séptimo Juzgado de Familia, para ella ese 18 de febrero fue un renacer: “Sentí que en ese momento me estaba autopariendo, estaba naciendo. El mismo llanto que larga un bebé cuando nace, ese fue mi llanto, estaba respirando. Luego llegué al trabajo y le conté a Marta, que era la directora de la Biblioteca General San Martín en ese momento, y me dijo ‘no podemos esperar más, nos vamos al Registro Civil’, así que salimos del trabajo, me llevó a un CDR y me hice el documento”.

Durante el desarrollo de la entrevista, la profesora de Literatura se reconoce feminista, compañera, combativa, nacional y popular: “En esencia soy la misma Mariana, pero ahora hay una Mariana segura, bien parada, sin miedos, muy firme; firme en cuanto a mis pensamientos, a mi ideología, a lo que hago, ya no dudo. No sé si la palabra es empoderada, pero creo que sí, y con una tranquilidad absoluta”.

“Me autopercibo kirchnerista”

Por estos días la vicepresidenta Cristina Fernández es víctima del lawfare, una guerra política por la vía judicial-mediática, con intereses económicos, políticos y geopolíticos ocultos a la opinión pública. Y es que recientemente el fiscal boanerense Diego Luciani pidió una pena de 12 años de prisión para Cristina y, al mismo tiempo, el Tribunal Oral Federal 2 rechazó el pedido para que volviera a declarar en indagatoria en la causa de la Obra Pública en Santa Cruz. Luciani es el fiscal a quien Cristina denunció públicamente tras difundirse en las redes una foto jugando al fútbol en la quinta de Mauricio Macri, Los Abrojos, cuando él era presidente de la Nación. Una nula muestra de imparcialidad por parte de la Justicia.

“Me autopercibo kirchnerista, entendí por qué mi abuelo lloraba cuando se murió Perón, lo pude hacer carne. Con Néstor y Cristina me politicé, ideológicamente siempre estuve desde este lado de la vereda”, reconoce Herrera Rubia al dejar en claro su postura política.

Mariana afirma que fue, además de los afectos, la terapia la que la salvó y la transmutó para poder continuar con sus proyectos de vida: “Me hizo entender que fueron mis manos, no es mi sangre, en todo caso la sangre nos hace parientes, no la familia. Mi familia la elegí yo; para mí son Fabián, mis hijes, mis amigas y amigues”.

Luego de ese despertar en el año 2004, recuerda cómo era empezar a integrarse en la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo: “La culpa, la vergüenza, el dolor, el miedo eran parte de mi vida. Siempre me ponía en la parte final de la marcha porque no quería que me preguntaran quién era y ni que me asociaran. En los juicios también me sentaba muy atrás, siempre cuento la anécdota que viví con Graciela Leda, una exdetenida que en un momento me llevó de la mano y me dijo: ‘no, tenés que decirles a las compañeras y a los compañeros quién sos. No te ocultés más’. Cuando lo dijo casi me muero, fue en un cuarto intermedio de los juicios, que nos fuimos a un café, tiritaba entera, pero porque yo esperaba la reacción de que me dijeran ‘vos sos igual’, pero no, la reacción fue de amor, de abrazos, contención, y eso fue maravilloso”.

“Todes tenemos derecho a buscar la libertad”

“Sostengo que la identidad nos hace libres y todes tenemos derecho a buscar la libertad, y que tienen que dar el paso. Lo que siempre nos ata es el miedo y las primeras que nos tenemos que aceptar somos nosotras. Entonces le digo que den el primer paso, que no se van a arrepentir jamás, por el motivo que sea, tienen todo el derecho y nos ampara la Ley para hacerlo. Así que bienvenidos, bienvenidas y bienvenides”, expresa Mariana al enviar un mensaje a quienes, por algún motivo, desean modificar su apellido.

En tanto Fabián, su compañero, cerró la entrevista al resaltar con mucho orgullo cómo es la Mariana de hoy: “Fue encontrarla, esa era ella. Si bien la construcción de nuestra relación se fue modificando, consolidando con el tiempo, habían tapujos institucionales que no la dejaban ser; como auto-represiones, auto-negaciones. Sin embargo, cuando empezó a fluir esto -previo a la sentencia- había una inquietud, ella quería todo ya, y en realidad son muchas instituciones con las que ir renombrando y diciendo; desde las tarjetas de crédito hasta el banco, y algunas que no lo han modificado todavía. No dejó de ser la Mariana, pero es otra, más empoderada, más convencida”.

 

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