Con el plebiscito a su gestión de este domingo, el gobernador de Mendoza consideró que la victoria le da derecho a redoblar su estilo autoritario y de confrontación, de cara a las próximas elecciones de octubre donde su candidatura a diputado nacional vuelve a estar pegada a la fórmula venenosa Macri-Pichetto. Cornejo copó la escena durante la celebración del triunfo de Suarez-Abed y desde allí lanzó provocaciones contra el Frente de Todos y su candidato a presidente Alberto Fernández. 

Por Negro Nasif | Fotos: Seba Heras

Alfredo Cornejo está exultante. No es para menos, el 10 de diciembre le entregará el bastón y la banda de gobernador a su trabajado delfín Rodolfo Suárez, quien recibió un impresionante espaldarazo en las elecciones generales de este domingo.

Nunca derrocha humildad, ni mucho menos en estas circunstancias. Asume el centro de la escena, toma el micrófono primero que nadie y lo monopoliza para autocongratularse, ponderar a su equipo de gobierno, denostar a la oposición y al candidato a presidente Alberto Fernández. Sin asumir, por supuesto, responsabilidad alguna en el desastroso gobierno de su (¿ex?) socio Mauricio Macri.

Transpira pegajoso en una de las salas del Hotel Aconcagua, el búnker del radicalismo y su amplio arco de aliados, que va desde el libre del sur Humberto Tumini hasta el liberal Martín Lousteau, pasando por el comendador de la ultraderecha jujeña, Gerardo Morales. Al lado del gobernador festeja incómoda, sin aplaudir nunca, Lucía Panocchia, una de las tres esposas que componen la escena de tradición, familia y propiedad de los Cornejo-Suarez-Abed. Alfredo solo mencionará a su compañera sobre el final del acto cuando recordará que “Lucía tuvo la imprudencia” de servirle cositas dulces a Paco Pérez antes del cambio del mando de 2015, desconociendo –por culpa asumida de su marido- que el exgobernador tenía diabetes.

El pueblo habló en las urnas sagradas. Los votos mandan y son lapidarios. El gobernador de Mendoza se siente convencido acreedor de gran parte de ellos y, a pocos días de dejar el sillón de San Martín a su heredero, se apoya en el 50% para pivotear entre la consolidación de la isla radical cuyana y la posible ascendencia sobre un Juntos por el Cambio que, aunque promete ¡sí, se puede!, languidece.

En medio del bullicio de los periodistas y correligionarios, Cornejo agradece a los mendocinos y mendocinas que “nos han dado una muestra de civilidad, al tener una votación muy alta con un muy alto porcentaje que ha concurrido al comicio” para elegir al gobernador, figura que identifica a una “referencia política, cultural y cívica”, como quien reza en voz alta una autorreferencia.

“Quisimos que sea de una agenda propiamente provincial para que evaluaran los mendocinos acerca de qué gobierno quieren tener, y la verdad que el resultado ha sido muy satisfactorio”, pondera el gobernador que, a diferencia de María Eugenia Vidal en Buenos Aires, desdobló el comicio provincial del nacional y así zafó con gran éxito de la mancha amarilla venenosa que no para de expandirse y contaminar todo lo que toca.

Con falsa modestia, el gran ganador del domingo reitera la palabra equipo cada vez que explica los porqué de la continuidad del cambio, resalta la alternancia como valor cívico tan mendocino como la parra, pero la matiza con otras dosis de autoestima en su rol de protagonista de esta victoria histórica que vaticina entre los “15, 16 o 17 puntos” pero que se detendrá a la medianoche en exactos 14,91.

“Es un clarísimo gesto de continuidad de gestión de un equipo que ahora representa como número uno Rodolfo Suárez”, manifiesta Cornejo secándose con la mano la transpiración de la cara y la frente, un tanto molesto por el run run permanente de quienes parecieran no valorar la página que está escribiendo. “Sabemos mejor que nadie que hemos mejorado la administración del Estado”; “hemos reestablecido la autoridad”; “prestamos servicios”; “pero también sabemos mejor que nadie que falta mucho”, apunta pero no puntualiza el detalle de ese “medio vaso vacío” que el equipo deberá llenar en los próximos cuatro años cuando él esté redactando leyes en el Congreso, el oficio que más detesta.

“A los que me apoyaron y a los que no me apoyaron les quiero agradecer el respeto con el que me trataron estos cuatro años, me han hecho sentir realmente en una democracia plena, como lo que en un sistema republicano hay que sentir por la autoridad: respeto. Y el respeto no solo lo da la elección y el cargo sino la legitimidad de ganarse ese respeto”, redundó el todavía gobernador y futuro diputado nacional y sumó a su discurso otro valor aparentemente extinto más allá de los límites de su coalición de gobierno: “Lo que dijimos lo hacemos, la palabra empeñada es muy importante, yo sé que en la cultura actual la palabra no vale nada, los panqueques están a la vuelta de la esquina todo el tiempo, diciendo una cosa y haciendo otra, diciendo en privado cosas que luego no pueden sostener en público. Nosotros, nuestro equipo, lo que dice en privado lo puede decir en público y yo creo que eso revaloriza la democracia que viene”.

Sin embargo, unos segundos más tarde Cornejo se olvidará de tanto respeto y usará sus palabras para agredir directamente a lo que él define como populismo y su referente en ascenso, Alberto Fernández.

“Dijimos antes de la campaña que era una elección provincial, que evaluábamos lo provincial, lo dijimos durante la campaña, lo decimos hoy y lo vamos a decir mañana: era una elección provincial. Pero claro, se intentó nacionalizarla todo el tiempo y esa nacionalización fue en mi criterio con infinidades de mentiras, infinidades, que no se merece no mi gobierno, la ciudadanía de Mendoza no se merece que los traten como estúpidos, mintiéndoles, prometiéndoles cosas gratis… No es justo”, acusó el futuro exgobernador afianzando su bastión antipopulista e inmediatamente caracterizó al habitante del este territorio libre, abierto al mundo sin escalas: “La ciudadanía de Mendoza es austera. Nos dicen montañeses, medio cerrados, nosotros creemos que muy por el contrario somos bastante más abiertos y cosmopolitas de lo que se piensa. Creemos en la apertura al mundo, en la cultura, y estamos convencidos de que interrelacionando mejor con el mundo, Mendoza y el país van a crecer sostenidamente”.

“Nos dicen que somos hoscos como montañeses –insiste Cornejo y carga de nuevo la escopeta de más grieta-, pero la verdad es que somos muy buenos anfitriones, pero no somos buenos anfitriones por nuestra austeridad para los que vienen a empalagarse con aviones privados, a nacionalizar la elección con aviones, y a decirnos a los mendocinos cómo debemos votar. Acá hubo un error del candidato del Frente de Todos de hacer tremenda estupidez que no valía la pena de ninguna manera, de venir con todos los gobernadores del Partido Justicialista a decirles a los mendocinos cómo debían votar. Esa nacionalización la hicieron ellos y lamento que se hayan equivocado tan feo con la mayoría de los mendocinos”. Pero Cornejo se acuerda que Alberto Fernández ya es casi presidente, y ningún estúpido, y decide retroceder algunos pasos hacia un casillero conciliador: “Acá no hay rencor de ningún tipo y todos miramos para adelante, nosotros queremos que a la Argentina le vaya bien, que al país le vaya bien y procuramos que Mendoza esté inserto en ese país de la mejor manera posible y vamos a trabajar en esa dirección, sea el gobierno que fuere”.

Sin embargo, el augurio de unidad de los argentinos le dura menos que a Macri y vuelve al minuto a su rol de opositor, de presidente de la UCR, del principal aliado del PRO en Juntos por el Cambio, de candidato que comparte boleta con el #MacriYaFue y, entonces, retoma la senda que más disfruta, más que la victoria parece: “Queremos, sin dudas, que el 27 de octubre también los mendocinos se expresen por esta cultura del trabajo mendocina que es contraria a la cultura de los que nos vienen a vender espejitos de colores y contraria a la cultura de los que nos vienen a aparatear con aviones privados, con corrupción de gobiernos provinciales, recordándonos los bolsos de López y lo peor del kirchnerismo”.

Termina el discurso, estalla el mejor aplauso de la noche, luego hablará Rodolfo Suárez (ver aparte), y comienzan las preguntas cómodas de la prensa independiente, oportunidad que Cornejo seguirá utilizando para enojarse con los aviones, los bolsos K, los López y los planes de nacionalización de elecciones de Alberto, y retoma que se vienen las elecciones y él está pero no está con Macri, con quien –asume- no ha tenido una buena relación, pero “vino siete veces a Mendoza mientras yo estuve”.

“No vuelven más buenos, vuelven peores que antes, mucho peor que antes”, dice de los que te jedi y anuncia que “nosotros vamos a colaborar en todo lo que se pueda para que el 27 de octubre tengamos un buen resultado a nivel nacional como partido, el radicalismo. Estamos trabajando muy fuerte para tratar de revertir el resultado de las PASO, que no es un resultado definitivo, así que vamos a trabajar duro en esa dirección. El día sábado vamos a hacer un acto en Capital en el (teatro) Gabriela Mistral”.

“Esta provincia es la que más alternancia tiene”, destaca sobre el final el esposo de Lucía, ”no como ha pasado en los 10 años de kirchnerismo donde no había una fuerza que esté en condiciones de competir en igualdad de oportunidades para poder ganar”. “En Mendoza existe la alternancia y ese es un gran punto que Mendoza debe reivindicar. En los 36 años de democracia, desde el 83, hay cinco gobernadores peronistas y cinco gobernadores radicales, el quinto es Rodolfo Suárez”. Justamente, el nuevo gobernador que está a su izquierda, el intendente y tío radical del sucesor -también radical- de la capital del unicato.

Ganó Cornejo. A llorar al campito.

 

“Estamos muy lejos del populismo”

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