Mercedes Barroso se define como parte de la clase obrera. Primero enfermera, luego médica, y ahora obstinada residente de Clínica, especialización que desarrolla como herramienta para soñar con la organización de un servicio de cuidados paliativos en el Hospital El Carmen, donde busca aliviar el dolor de los internados. Pero el compromiso social se cobra muy caro en Mendoza: funcionarios del Ministerio de Salud pretenden desafectarla de su cargo, le impiden el ingreso al trabajo y suspendieron el pago de su magro sueldo. La Asamblea de Residentes y el SiTEA denuncian una sistemática persecución política contra las y los trabajadores de la salud que, en el contexto de la pandemia, se manifestaron por reivindicaciones laborales y en defensa de la formación profesional. 

Por Negro Nasif | Fotos: Coco Yañez

Mercedes Barroso. Foto: Coco Yañez

Mercedes Barroso es una trabajadora ejemplar de nuestra provincia. Ha pasado gran parte de sus 36 años comprometida con una pasión por la salud pública que no puede ni quiere disimular. Habla despacio, segura y mira a los ojos, paciente, como quien busca más comprensión en las palabras de su interlocutor que certidumbre en las suyas.

La enfermera, la doctora, la residente, o la Mechi, como le dicen sus compañeros, tiene en el lomo ni más ni menos que dos crisis sanitarias, la epidemia de la gripe H1 N1 de 2009 y la pandemia –inconclusa aún- de coronavirus. En ambas formó parte de esa “primera línea de combate”, como les gusta calificar a quienes desde el palacio de gobierno se entusiasman con el tono marcial de políticas que debieran ser sanitarias en lugar de castrenses.

Foto de archivo: Seba Heras

Sin embargo, como ha ocurrido en muchos pasajes de nuestra historia, terminado lo más álgido de la “guerra”, Mercedes, como otros tantos “héroes y heroínas”, lejos de ser reconocidos y valorados económica y humanamente por los funcionarios del Estado, sufre una persecución política que le impide trabajar y continuar con su formación profesional, por haber participado activamente en el proceso de lucha de quienes se definen como “una generación de residentes que no se deja pisar”.

Carrera de obstáculos

Foto: Coco Yañez

¿Qué significa ser residente?

La Residencia es un sistema de formación que no todo médico elige o puede hacer. Una suerte de elite científica que, en un primer nivel, dura cuatro años aproximadamente, y que te permite después otras sub especializaciones. Se trata de una formación muy intensa en la que, mientras trabajás en un hospital y desarrollás aprendizajes teóricos, tenés experiencias directas con una importante cantidad de pacientes, y conocimientos acerca de muchos casos que te interiorizan en una cierta especialidad. En mi caso, estoy completando el segundo año de Clínica Médica.

Para llegar a esta instancia rendí un examen de ingreso ante el Ministerio de Salud de Mendoza y, como aprobé entre los primeros lugares, pude elegir el Hospital El Carmen, donde ya había trabajado como enfermera, en el año 2009, durante la epidemia de la gripe H1 N1. Mi idea era hacer cuidados paliativos y dolor de segundo nivel en este hospital, que no cuenta con ese servicio, y proponerlo para los pacientes internados.

Foto de archivo: Seba Heras

¿Cuándo comenzaste la especialización y cuál fue tu trabajo durante la pandemia?

Empecé la residencia en julio de 2019 y en marzo de 2020 ya tuvimos la pandemia encima. Desde entonces la formación en la especialidad se vio severamente afectada por el avance de los casos.

Mis conocimientos de Enfermería en Terapia Intensiva, que fue el trabajo que durante siete años me permitió pagarme la Facultad de Medicina, me vinieron muy bien para abordar las guardias, que fueron muy pesadas durante la pandemia. El Carmen fue un hospital de choque, teníamos decenas de pacientes que entraban en cada guardia, cerca de 40 se iban una vez que los compensábamos, y aproximadamente entre cinco o seis pacientes “competían” por el ingreso a una cama de Terapia Intensiva. Incluso, teníamos que intubar en sala porque una vez que fracasaba la cánula de alto flujo en pacientes graves, el criterio era de intubación.

Mi trabajo fue muy bien recibido desde el principio por mis jefes directos e instructores de la Residencia, debido a mi experiencia previa. De hecho me planificaban las guardias de los domingos para compartir más tiempo con mis compañeros de primer año, les enseñaba técnicas de Enfermería o les ayudaba para avanzar en la guardia de una manera más eficiente. Esto fue muy bien utilizado por el servicio de Terapia Intensiva.

Foto: Coco Yañez

Más allá de tu experiencia profesional, ¿cómo influyó en vos ese constante estrés, durante tanto tiempo?

A medida que fueron avanzando los casos y necesitaba conectarme con la formación, me fui dando cuenta que tenía cierto grado de dificultad para recordar cosas, había disminuido mi capacidad de conectarme con el estudio, aunque no percibía del todo que eso estaba relacionado con el nivel de estrés y emocionalidad que debía manejar cotidianamente.

Mucho después, cuando bajó un poco la intensidad de la ola de la pandemia, pude darme cuenta de algunas cosas que me estaban pasando. Debía rendir un montón de exámenes, ahora volvía a subir la marea académica que se había retrasado por el dramático avance de la pandemia, pero evidentemente no estaba en condiciones emocionales de afrontar la situación.

Foto de archivo: Cristian Martínez

Además, trabajaban en pésimas condiciones laborales y con salarios muy bajos…

Absolutamente. Ya no se toleraba, ni se tolera, el nivel de explotación laboral a la que fuimos sometidos durante una pandemia siendo el frente de choque.

Nuestro primer año de residencia se extendió tres meses más, a pedido del Ministerio de Salud, y nos encontramos sin ningún tipo de solución por parte de las autoridades. Por eso fuimos muchos los que salimos desde los hospitales a protestar a Casa de Gobierno, para exigir la continuidad de nuestra formación, entre otros reclamos.

En ese contexto, las condiciones laborales y salariales fueron patéticas. A esto se sumó que no nos pagaron el bono del Gobierno Nacional de estímulo para el personal que había estado frente a la pandemia. Nunca fue cobrado por quienes trabajamos en los hospitales de OSEP. Yo misma hice las averiguaciones y me encontré que estábamos en una situación tan precarizada que ni siquiera figurábamos en AFIP para poder percibir este bono.

Arturo Salassa, Mercedes Barroso y Uriel Baglione. Foto: Coco Yañez

¿Es entonces que empezás a tener una participación más activa entre las y los residentes?

Voy sumando conocimiento acerca de diferentes temas y para junio del año 2020, cuando ya se había armado con fuerza en distintos hospitales la Asamblea de Residentes, me integré. Fue mi jefa de residencia la que me impulsó a tomar la iniciativa.

A pesar de que yo estaba muy agotada y tenía mucha carga personal, me pareció que debía comprometerme desde lo social para reclamar lo que nos corresponde. Eso me dio la posibilidad de participar de todo un proceso en el que fuimos compartiendo horizontalmente todos nuestros problemas para ponerlos sobre la mesa. Obviamente, a la hegemonía y a la verticalidad del sistema esto los puso un poco en jaque, y eso me lo cobraron caro.

Foto: Coco Yañez

¿Qué querés decir con “me lo cobraron caro”?

En agosto de este año me sometieron a siete exámenes teóricos en solo seis semanas. Evaluaciones escritas, orales e instancias que deben ser con pacientes pero que, curiosamente, me los tomaron con mi jefe de sección haciendo de paciente. Una extraña forma de evaluar que no existe en ningún lado. La capacidad de abordar un paciente no se puede examinar con un actor, ni hablar con un jefe de sección que tiene la particularidad de ser muy verborrágico y no te permite decir casi nada.

Al principio no lo vi como algo que fuese contra mí, hasta que todas las instancias fueron sucediendo y en los dos últimos exámenes noté que las preguntas eran de consultorio, cuando yo ya tenía muy buen manejo de internados y resolución de pacientes críticos con muy buena perfomance. Incluso tuve una rotación aprobada con muy buena nota en Terapia Intensiva, tenía dos pacientes intubados en sala común y me preguntaban cosas de consultorio o de pregrado que no correspondían a esa instancia.

Salí muy angustiada de los exámenes. Mis compañeros y residentes superiores me decían que no podía ser la cantidad de evaluaciones por las que había tenido que atravesar en tan corto tiempo ni las formas en que me habían evaluado. No había programas, la jefa de residentes nos dio solo una hoja con cinco o seis temas que después no se tuvieron en cuenta.

Luego, me dijeron verbalmente que había quedado desafectada de la residencia.

Del manual contra la desobediencia

Foto de archivo: Seba Heras

El médico Arturo Salassa fue hasta octubre pasado jefe de residentes en el Hospital Humberto Notti. Es uno de los miembros más activos de la Asamblea de Residentes y delegado del Sindicato de Trabajadores Estatales Autoconvocados (SiTEA), elegido por sus compañeros del centro pediátrico más importante del oeste argentino.

En diálogo con EL OTRO, el anestesiólogo explicó las irregularidades que se cometieron contra Mercedes Barroso: “Cada hospital tiene su propio Comité de Docencia, aunque las evaluaciones deben seguir una lógica parecida en el conjunto de los hospitales. Por empezar el examen teórico es un porcentaje de la evaluación que, en el caso del Notti, representa el 20% de la nota final. Es decir, se evalúa todo el proceso formativo de los residentes y es muy raro que, por desaprobar la parte académica, se desafecte al médico que está en esta instancia de formación, sino que se genera una nueva oportunidad en dos meses para recuperar. Tomar siete exámenes seguidos en seis semanas, como pasó en este caso, es una locura. Como también es completamente irracional avisar a la residente solo con 20 minutos de anticipación que se le va a tomar una evaluación, sin contar con un programa formal, o no tomar los temas que se anticiparon”.

Foto: Coco Yañez

“La pasaron por una picadora de carne de manera explícita”, sintetizó sin eufemismos Salassa quien no dudó en calificar como “una persecución ideológica contra Mechi por su participación en la lucha que venimos llevando adelante”.

Cuando Salud te enferma

Foto: Coco Yañez

Uriel Baglione es médico residente en la OSEP, donde se especializa en Psiquiatría. Al igual que Salassa, representa a la Asamblea de Residentes y es delegado de SiTEA.

El médico puntualizó un aspecto central para entender la violencia institucional sufrida por Barroso: “La única vez que aceptaron recibir a Mercedes, los funcionarios no permitieron que la colega fuese acompañada, tal como había indicado explícitamente su psicóloga. Desde la Salud Mental, puedo decirlo como profesional en formación del área, todo el tiempo indicamos acompañamiento a nuestros pacientes, quienes evidentemente van a tener un mejor pasaje de las experiencias y situaciones difíciles que deban atravesar. Lamentablemente, la respuesta del Consejo Asesor Directivo de la Comisión Permanente de Residencias fue negarle el derecho a estar acompañada en este proceso en el que podía brindar o recibir información”.

“Nos resulta tan inverosímil que el mismo comité que debería estar velando por el cumplimiento de estos derechos, le cierre literalmente la puerta en la cara a una profesional de la salud que está cursando un síndrome de Burnout, causado por una constante violencia institucional del Ministerio de Salud y que, además, le emitan un certificado en el que dicen que no van a recibirla hasta que no tenga el alta médica, como si un diagnóstico la convirtiera en un sujeto sin derechos”, apuntó Baglione.

“¿Cómo una persona puede resolver su situación de salud mental si no puede resolver la situación laboral que es el principal factor que la afecta? Lo que se propone desde el Estado es violatorio de la Ley de Salud Mental, violatorio de todos los derechos del paciente”, subrayó el profesional.

Problema y solución

Foto: Coco Yañez

Barroso, Salassa y Baglione coinciden en señalar que este caso no es aislado, sino se explica en el contexto de una sistemática persecución política. “Desde la Asamblea de Residentes estamos interviniendo en varios casos de violencia institucional por los que atravesamos en diferentes hospitales”, afirman. “Obviamente, intentaron desafectarme como medida disciplinadora destinada, en mi persona, al resto de los residentes que integramos la Asamblea”, refuerza Mercedes.

Frente al embate, el colectivo de residentes junto a SiTEA ya iniciaron diferentes acciones legales para que el Ministerio de Salud retroceda en un intento completamente irregular y discriminatorio de desafectación de una de las proclamadas “heroínas” frente a la pandemia que, hipócritamente, se pretenden desechar como material descartable que se usó mientras servía.

Foto de archivo: Seba Heras

“Lo que yo quiero plantear es lo injusto del caso, acá no hay ningún problema sino que nosotros tenemos una solución planteada y resuelta. Para frenar el hostigamiento a mi persona la solución es sencilla: me deben trasladar a otro hospital para pueda continuar con mi residencia médica”, plantea Mercedes con humildad y tranquilidad constantes. De hecho, una notificación enviada al Ministerio de Salud por la Comisión de Derechos y Garantías de Diputados, a instancias de la Asamblea de Residentes, recomienda que se zanje la cuestión con “el traslado de la Srta. Barroso al Hospital Paroissien” para que allí continúe con su especialización. Pero, está claro, no hay más voluntad del Gobierno que sostener el escarmiento para que no se expanda el virus de la desobediencia.

“Desde el principio hemos entendido la importancia de asumirnos no solo como médicos sino como parte de la clase obrera. La Asamblea de Residentes y SiTEA son quienes nos están representando colectivamente. Representándonos y acompañándonos desde la experiencia, los conocimientos y, sobre todo, desde lo humano que nos parece fundamental”, concluye Mercedes.

Lo humano. Lo fundamental. La Mechi.

 

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