En menos de una semana, la Ciudad de Mendoza fue el escenario de dos importantes manifestaciones de sectores sociales antagónicos: el domingo pasado, seguidores del gobierno se concentraron en la Peatonal Sarmiento para “defender a la República”, mientras que ayer organizaciones sociales marcharon desde Plaza Independencia a Casa de Gobierno para exigir ¡emergencia alimentaria ya!

Crónicas fotográficas de Cristian Martínez y Coco Yañez

“Que no nos roben nuestro futuro, salgamos a defender a la República”, fue la consigna que utilizaron quienes convocaron a la concentración del 24 de agosto, en la intersección de calle San Martín y Peatonal Sarmiento de la Ciudad de Mendoza. Cuatro días después, más de una docena de organizaciones sociales realizaron una movilización popular que unió la principal plaza de Capital con la sede del Poder Ejecutivo, con el objetivo de demandar al gobierno aumentos salariales y la declaración de emergencias alimentaria, social y agraria.

Ambas manifestaciones tuvieron un marcado carácter político, representaron la ocupación del espacio público como ámbito de libre expresión y superaron cada una las 1500 personas. Estos fueron los únicos puntos en común entre los defensores del Cambio y los militantes de base de las economías social y agraria. Por lo demás, las diferencias entre uno y otro grupo fueron abismales. Mientras que los primeros centraron su “espontánea” manifestación pública en la defensa cerrada de la alianza PRO-UCR y su referente nacional, Mauricio Macri, y un rechazo explícito hacia la figura de Cristina Fernández de Kirchner; los segundos planificaron una jornada nacional de lucha en la que rechazaron el modelo económico de la coalición gobernante y pidieron al Ejecutivo nacional recursos concretos para abordar las problemáticas más acuciantes, como el hambre, el desempleo,  la pérdida del poder adquisitivo y el parate en la producción.

 

“No vinimos por un chori, no vinimos por un plan, vinimos por la República que es los más grande que hay”, cantaban los señores y señoras el sábado por la tarde, sintetizando en desabridas estrofas prejuicios clasistas a partir de los cuales se establecería una diferenciación entre la “legítima” manifestación libre y republicana de los ciudadanos, y la “planera” protesta social de los sectores más vulnerables, quienes –desde la óptica republicanista- serían fácilmente manipulables y propensos a actuar más por interés que por convicción.

El pro-radicalismo nunca creyó en la ocupación de las calles como herramienta de transformación social, por el contrario, apeló a la desmovilización, criminalización y represión de la protesta. Las y los seguidores del presidente en contadas ocasiones salieron a expresarse en forma colectiva, y cuando lo hicieron fue una suerte de catarsis para defender a su gobierno y denunciar las supuestas conspiraciones del peronismo/kirchnerismo. La del domingo fue una de ellas con el contexto insoslayable de la paliza electoral que le propinó la fórmula Fernández-Fernández en las últimas PASO en todo el país.

 

En cambio, las organizaciones sociales basaron su proceso de resistencia al neoliberalismo en la coordinación de las identidades organizativas en un frente común que en reiteradas oportunidades, y de forma planificada, realizó masivas marchas en Buenos Aires y en las principales ciudades de la Argentina, como es el caso de Mendoza. La impresionante movilización de ayer en la capital del país fue una de esas demostraciones históricas que confirman la capacidad horizontal del campo popular para transformar sus demandas en fuerza política.

Adultas mayores de sectores económicos medios, embanderadas en celeste y blanco, fue el rasgo social predominante en la concentración oficialista del sábado. Con la derrota electoral a cuestas, las y los defensores del Cambio plantearon, entre otras posturas, su oposición al retorno del peronismo, más ajuste y baja del gasto público para mejorar la producción, el repudio a la corrupción y el autoritarismo, la defensa de la libertad y la institucionalidad republicana y democrática, y la persistencia en el sacrificio para avanzar con la recuperación económica.

 

“Siempre hemos tenido altibajos, ahora la parte económica nos ha golpeado, pero yo creo que aquel que ha tenido infraestructura, que ha tenido un respaldo económico como para darle salida a su negocio, creo que lo ha podido superar, aunque hay mucha gente que ha quedado en el camino”, manifestó un comerciante a EL OTRO durante el encuentro del sábado, definiendo quizás sin proponérselo a quienes se movilizaron ayer, “los que quedaron en el camino”, según la poco empática manera de considerar a sus compatriotas.

 

Bajo el escudo de la Plaza Independencia se congregaron, durante la mañana de este miércoles, trabajadores y trabajadoras con sus hijos e hijas, jubilados, militantes políticos, económicos y sociales de la Corriente Clasista y Combativa, la Coordinadora de Trabajadores de la Economía Popular, el Movimiento Evita, La Dignidad, la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra, La Poderosa, el Movimiento Octubres, la Organización Libre del Pueblo, la Corriente Pueblo Unido, el Movimiento de los Trabajadores Excluidos, la Cooperativa Fernanda Toledo y una decena más de organizaciones heterogéneas como los colores de las banderas y los cantos que entonaron desde la plaza hasta Casa de Gobierno.

En el polo opuesto a la militancia cambiemita de la Peatonal, este frente de organizaciones sociales repudió las políticas de los gobiernos de la alianza PRO-UCR y, más allá del mayoritario respaldo en estas filas hacia el Frente de Todos, la articulación organizativa y movilizadora se centró en las urgencias de este momento de crisis socioeconómica. Aumento salarial, emergencia alimentaria y emergencia social y agraria son las acciones inmediatas que esperan del Estado para brindar condiciones mínimas de supervivencia que alivien las necesidades de vastos sectores diezmados por la indigencia, la pobreza y el desempleo provocado por la profundización del modelo económico ortodoxo.

 

“¡Sí, se puede!”, gritaron el sábado numerosas veces las y los fanáticos de Macri y Cornejo con una esperanza, mezcla de voluntad y miedo, frente al camino cuesta arriba hacia las definitorias elecciones de octubre. No quieren “ser Venezuela”, rechazan “la vuelta del populismo”, se niegan a “volver al pasado”, repudian “la influencia comunista”, quieren que “los chorros no estén libres”. Todos riesgos que avizoran en un horizonte oscuro que solo encontrará luz con el –improbable- triunfo de la fórmula Macri-Pichetto.

Del otro lado, para quienes piden Tierra, Techo y Trabajo, para las mujeres que no subsisten con una pensión mínima o una Asignación Universal por Hijo licuada por la devaluación y la inflación galopante, para los obreros de la agricultura familiar desfinanciados y sin recursos esenciales para cultivar apenas unas hectáreas de verduras, para las familias que no pueden servir dos platos de comida por día, para las y los jóvenes que no tienen oportunidades de estudiar y no consiguen siquiera una changa, para todos ellos, diciembre queda a una distancia abismal. El hambre, que cada día se aleja más del “cero” prometido, es ahora, duele hoy, no sabe de cotización del dólar ni puntos básicos del riesgo país, no se fuga a guaridas fiscales extranjeras.

 

Al palacio donde gobierna Cornejo, los sectores populares no vinieron ni por un chori, ni por un plan, ni porque está en riesgo la República ni la democracia. Vinieron como sujetos de derecho a exigir al Estado que pague la impostergable deuda social.

No hay que temer a las distintas expresiones del pueblo en las calles, tampoco a los resultados de las urnas. En medio de la crisis, el contraste pacífico de sectores en disputa habla muy bien de la vitalidad de nuestro sistema democrático.