Crónica sobre las guerreras de Pumai.

Texto y fotos: Marcelo Ruiz

Fue hace muy poco. Lunes 21 hs, tercera noche de otoño, unas cuantas luces iluminan escasamente una cancha entre olivos y un campo descubierto, transformado en baldío lo que alguna vez fue viña. Algunas construcciones nuevas de barrios privados van cambiando el paisaje rural en las afueras de la ciudad de Maipú. A unas cuantas cuadras de la plaza departamental se encuentra el complejo El Geniol, algunas canchas de fútbol, un salón de eventos y una cantina forman la geografía del lugar.

Se hace sentir el fresco de una joven noche estrellada. Van apareciendo en unos pocos autos. Otras desde la oscuridad vienen caminando con el bolso al hombro entremedio de los olivares, y casi como duendes traspasan las sombras nocturnas. Bajo uno de los faros las esperan Nahuel y Pablo, sus entrenadores, quienes aguardan con un mate calentito.

 

 

Mientras se cambian la ropa van contando su día, unas estudiantes, otras laburantes, chicas de 14 a 29 años, con casi nada de infraestructura llevan adelante el entrenamiento nocturno. Desean algún día poder contar con vestuarios, baños apropiados, duchas y los elementos necesarios para poder realizar un mejor entrenamiento. El municipio este año les entregó un espacio para tracen su propia cancha.

Entre 2010 y 2011 un pequeño grupo de chicas que entrenaban en el Liceo Rugby Club, aunque no pertenecían a esa organización, se quedaron sin lugar para ejercer las prácticas y cayeron por destino en Pumai. Por aquel entonces “el Negro Osvaldo Cuello” ofreció a estas luchadoras su dirección técnica y empezaron a participar en los torneos provinciales. Hoy el grupo está integrado por nuevas jugadoras que continuaron con la misma pasión que recibieron de sus compañeras y entrenadores. Sin embargo, la situación económica marca al equipo como uno de los más humildes de la provincia y son el esfuerzo, las rifas y mucho corazón los que les permiten, fecha tras fecha, cumplir con el deseo de jugar.

 

 

El plantel curiosamente está integrado en su mayoría por jugadoras que provienen de otros departamentos. El 98 por ciento no son de Maipú, dos hermanas, por ejemplo, viajan en auto desde San Martín, otra lo hace en micro desde Tunuyán. Según cuentan sus preparadores, terminan de entrenar y sus profesores la llevan a la terminal de ómnibus para que no pierda el último colectivo, 70 km separan el club de su casa.

María Eugenia tiene 28 años, llegó al club recién recibida de profesora de Educación Física para entrenar a los más pequeños. Con sus hermanos y su novio -jugadores de rugby- intentó aprender más de este deporte para poder transmitir esos conocimientos a los pibes. A medida que fue adquiriendo más saberes, su curiosidad la llevó a probar el juego con las chicas de la primera. Cuenta que su madre fue la más sorprendida y quien más dudó de que integrara el equipo, ya que las lesiones suelen ser duras y dolorosas. Sin embargo, nada paró su deseo de jugar y hoy, después de cinco años, es una de las referentes.

 

 

Algunas tienen la posibilidad concreta de formar parte de la selección, como Emilce, “la Negra”, una de las jugadoras con más trayectoria. Integró dos veces el seleccionado nacional representando al país en otras tierras. Hace siete años que juega, cinco en este Pumai. La diferencia con el club anterior –dice- es que aquí la categoría femenina tiene reconocimiento por parte de los dirigentes y compañeros varones.

El rocío va dejando el típico manto blanco sobre los autos, ellas siguen corriendo, el polvo en el aire va maquillando sus mejillas de guerreras. Luego del tiempo de físico y de táctica se prenden a jugar un picado con los veteranos. En otras ocasiones lo hacen con los de primera, es algo que las ayuda a fortalecer su juego y rendimiento.

 

 

La noche está más fría, más oscura, acomodan el peinado, sacuden la tierra de sus prendas, toman un café que alguien trajo en un termo y así como llegaron, después de hora y media de correr, se van yendo de a una hacia sus casas. Alguien grita al retirarse: “¡Estas son las chicas de Pumai!”, y  el sonido de esa voz se convierte en eco.

Faltan solo dos fechas para que termine el torneo. Esta vez la tarde es quien junta a las chicas de Pumai y la luz la que permite las fotografías de esta crónica. Falta poquito, ya son prácticamente campeonas.

 

 

Una Estrella Roja

 

Uno se despierta