Durante la sesión de ayer en la Legislatura de Mendoza, en la que se decidió no sancionar las expresiones negacionistas del genocidio por parte de la diputada del PRO Hebe Casado, la legisladora Laura Chazarreta leyó esta carta abierta de la nieta restituida N° 117. Claudia es hija de Walter Dominguez y de Gladis Castro, detenidos y desaparecidos en la última dictadura cívico militar eclesiástica.

Fotos: Coco Yañez

Me parece un horror en la actualidad los dichos de la legisladora, a la vera del camino de lucha y de todo lo que se ha conseguido  en materia de Memoria Verdad y Justicia. A la vera de una sociedad que entendió que más allá del color político, hay situaciones que no deben volver a suceder. Que forman parte de nuestros derechos, construidos y sostenidos, y en algunos casos,  fundados alrededor de tanto dolor. Pero que aún hoy siguen en vigencia.

Suponer que una persona que debe garantizar dichos derechos, en vez de ello promueve y enfatiza en ideas totalmente contrarias, me provoca indignación. Porque una situación como la que estamos atravesando y sus consecuencias catastróficas, no tienen absolutamente nada que ver con un Estado que perpetró un genocidio durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Todo lo contrario a lo que se está haciendo en este momento desde el Estado, más allá de los errores y aciertos.

A veces me pregunto por tanto esfuerzo y cuidado que muchos de nosotros ponemos al frente de nuestras funciones, en mi caso como docente. En donde existen infinidad de ideologías, diversidad de personas, y cantidad de posibilidades de enunciar todo lo que llevamos adentro: en mi caso, la aberración de enterarme 38 años después que mi historia no era la que creía que era. Y a pesar de haber transcurrido mi vida personal y profesional en espacios opuestos, nada de eso fue motivo para realizar manifestas acciones que ostenten tal grado de ironía venganza o posibilidad de oportunismo. Todo lo contrario. Muchas veces me pongo a pensar al respecto de la ignorancia que tuve sobre la historia que atravesó mi país… y por ende, mi capacidad de comprender esa tragedia… mi propia historia. Pero ese contexto fue fundado por decisiones y una planificación bien intencionada, y dentro de un entorno social de silencio, miedo y negación. Pero en estos tiempos, uno supone que hay temas ya saldados. Aquello que atenta u ostenta un comentario poniendo en duda, negando una realidad que afectó a más 30000 personas, a sus familiares que aún hoy siguen tras la búsqueda de Verdad y Justicia, y a otras tantas que fuimos víctimas de un plan sistemático tan cruel, que vulneró decenas de derechos y decidió sobre la VIDA de gran parte de la sociedad.

Tal vez, como yo, la legisladora no lo sabía, aunque lo dudo. Y eso es lo que provoca dolor y repudio absoluto. Porque uno supone que quien ocupa un cargo de dicha magnitud nos representa, o por lo menos al sector social que la eligió y puso en sus manos el deber de garantizar muchos de nuestros derechos. Y para eso uno supone que tuvo un largo camino de preparación.

Ojalá sea eso, que deba salvar ciertos baches para poder comprender finalmente qué significan nuestros 30000 desaparecidos, no sólo para nosotros, sino para nuestra sociedad. Desearía que no haya sido un furcio, producto de muchas de esas ideas que aunque uno supone desterradas, no lo están para muchos, y aprovechan una situación vulnerable, oportuna o mucho peor, una posición de poder para volver a instalarlas.

Ojalá sea lo primero. Desearia que como a mí, le dieran la posibilidad de capacitarse, y a partir de esa comprensión y empatía simplemente el silencio podrá ser una muestra de respeto. No sé si el respeto manifesto en ocasiones es genuino cuando uno tiene otras convicciones. Pero como enseñamos a nuestros alumnos, debemos aprender a convivir en sociedad, respetar al otro aún en sus diferencias.

Cada uno es dueño de pensar lo que quiera. Pero como le digo a mis hijos: “pueden pensar lo que quieran, pero no se puede decir o hacer siempre lo que se piensa, porque en ocasiones eso tiene consecuencias”. Y ésta, debería tener una. 

Temo que funcionarios que pregonan o se atreven a comparar y poner en duda la veracidad de nuestras historias, hechos claramente comprobados, a lo largo de tantas luchas sostenidas, de tantas políticas de Estado, de tantos juicios celebrados al día de hoy,  ponen en riesgo la necesidad de una democracia que respete y garantice muchos de nuestros derechos. Derechos adquiridos con una lucha perseverante y sostenida. A costa de la VIDA de muchos, el silencio de otros tantos y, como ahora, la negación de otros más.

Ojalá podamos poner en práctica esas ideas superadoras de las que tanto escuchamos. La de revertir errores, la de reeducar de modo constructivo y significativo. Oportunidades reales.

Pienso en que pudiera ser convocada para que acompañe el testimonio de algunas de las víctimas, el desarrollo de las audiencias públicas de dichos juicios, los que actualmente se están llevando a cabo. Muchas veces se significa desde el trabajo comunitario, la asistencia social… Aquellas acciones que hoy tienen carácter profesional, cooperativo y que fue uno de los tantos motivos también de sus desapariciones. Compartir talleres que se llevan a cabo en muchas de nuestras universidades, los talleres o cátedras de derechos humanos.

¿Será ignorancia o negacionismo?

Ojalá, como siempre ejemplifico a mis hijos, cada una de estas actitudes arrogantes tengan su consecuencia. Aquella que construye y permite que cada uno de nuestros representantes pueda asumir y garantizar nuestros propios derechos. Porque simplemente para eso fueron elegidos.

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